FERNANDO ESTEVE MORA
En todo este "nuevo" lío acerca de la financiación singular de Cataluña y su extensión a las demás autonomías en el proceso de profundización del Estado de las Autonomías no he oído nada acerca de tres "aspectos" del "federalismo fiscal" (de lo que la financiación autonómica en España no es sino un ejemplo) que, en mi opinión, deberían por contra ser siempre tenidos en cuenta a la hora de afrontar la cuestión.
EL primero es consecuencia de un hecho evidente cual es que, como lo vemos cada día, el progreso tecnológico no sólo vuelve obsoletas a las antiguas técnicas sino también a la "viejas" ideas. Una de ellas es precisamente la del federalismo fiscal.
En los ya lejanísimos tiempos en que estudiaba la carrera de Económicas en los años finales de la dictadura franquista (que, no olvidemos, permitía ya la autonomía fiscal al País Vasco y a Navarra por deferencia a los famosos Fueros), recuerdo la novedad intelectual o académica que corría por los Departamentos de Hacienda Pública en forma de defensa del "federalismo fiscal". O sea, el reparto de las responsabilidades fiscales (tanto de los impuestos como de los gastos) entre las diferentes administraciones públicas que se encargan de decidir qué niveles de bienes públicos proveer y financiar y de cómo hacerlo.
La razón última del federalismo fiscal, que suponía el acabar con el centralismo fiscal, era -por entonces- tan evidentemente obvia que apenas se le dedicaba tiempo a su estudio. Era una suerte de axioma euclídeo, o sea, una proposición no demostrada que se daba por cierta porque sí. Y punto. Tal proposición venía a decir que el conocimiento concreto de las necesidades y bienes públicos no-generales, es decir los de índole local o regional, hacían que fuera más eficiente que su gestión estuviese lo más "pegada al suelo" que fuese posible. Es decir, que la descentralización fiscal era una exigencia de la búsqueda de la eficiencia en el sector público. Y de ahí la corresponsabilidad fiscal de las distintas administraciones lo cual exigía acabar con el centralismo fiscal no por razones políticas o culturales sino por la razón preferida siempre por los economistas: por su ineficiencia.
Por supuesto que esta idea fue una vez cierta o por lo menos razonable. Lo fue en los siglos XV-XIX, y también en el XX en gran parte, pero ya carece de sentido en el XXI. Digamos que pudo serlo hasta la llegada y expansión de internet. pero ahora, en estos tiempos del big data, donde se puede saber hasta la la distribución de las "perversiones" sexuales más secretas e íntimas de los ciudadanos por calles, barrios, pueblos y ciudades es un completo despropósito pensar que la eficiente gestión de los dineros públicos requiere que su administración esté "pegada al suelo", que sea local o regional.. Los "señores" de Google saben más de las necesidades de los ciudadanos de cualquier pueblo perdido de Galicia que la administración local o autonómica gallega. Y también resulta claro que los medios de información y comunicación permuten hoy llevar un control, en tiempo real, de la ejecución de los presupuestos públicos sin necesidad de separar la administración de los presupuestos públicos territorialmente. ¿Hace, acaso, Amazon o Aliexpress o cualquiera de las grandes compañías "federalismo" administrativo?
El segundo aspecto con que creo se debería contar a la hora de plantearse un modelo de financiación autonómica es el de los rendimientos a escala y los deletéreos efectos sobre la eficiencia del sector público de la emulación entre los dirigentes políticos. Y es que, de salida hay que reconocer que la variedad suele estar reñida con la eficiencia en multitud de actividades del sector público. Con esto me refiero al hecho evidente de que es materialmente imposible el que todo el mundo tenga un acceso similar a los servicios públicos. No es posible tener un hospital plenamente dotado en todo pueblo o en todo barrio, ni tampoco es razonable que haya una universidad en toda capital de provincia como absurdamente se se ha pretendido hacer. Carece de sentido económico, como se ha hecho, unir por autovías infrautilizadas ciudades y pueblos de escasa población. Y ¿qué decir de los museos de arte contemporáneo de los que hace gala toda capital de provincia que se precie? A reste paso no me extrañaría que a alguno se le ocurriese la propuesta de distribuir los cuadros del Museo del Prado o del Museu Nacional d'Art de Catalunya por pueblos y ciudades. Y es que, si algo ha sucedido en los últimos cuarenta años es que los políticos autonómicos han jugado a eso: a la emulación, con unos costes de eficiencia no evaluados pero con seguridad gigantescos,
Y, finalmente, un tercer aspecto a mencionar es el de que lo que sí que favorece, y mucho, el federalismo fiscal es la corrupción. Sí, la corrupción. Como bien se sabe la corrupción de la funcionarios públicos es siempre más factible en los entornos locales, el entorno donde los "intereses creados", los "contactos". los "favores", los "amiguismos" y demás corruptelas medran. Y esto no es una teoría. Todos los casos de corrupción que han salido a la luz en España en los últimos años afectan a las administraciones locales y autonómicas.
En todo este "nuevo" lío acerca de la financiación singular de Cataluña y su extensión a las demás autonomías en el proceso de profundización del Estado de las Autonomías no he oído nada acerca de tres "aspectos" del "federalismo fiscal" (de lo que la financiación autonómica en España no es sino un ejemplo) que, en mi opinión, deberían por contra ser siempre tenidos en cuenta a la hora de afrontar la cuestión.
EL primero es consecuencia de un hecho evidente cual es que, como lo vemos cada día, el progreso tecnológico no sólo vuelve obsoletas a las antiguas técnicas sino también a la "viejas" ideas. Una de ellas es precisamente la del federalismo fiscal.
En los ya lejanísimos tiempos en que estudiaba la carrera de Económicas en los años finales de la dictadura franquista (que, no olvidemos, permitía ya la autonomía fiscal al País Vasco y a Navarra por deferencia a los famosos Fueros), recuerdo la novedad intelectual o académica que corría por los Departamentos de Hacienda Pública en forma de defensa del "federalismo fiscal". O sea, el reparto de las responsabilidades fiscales (tanto de los impuestos como de los gastos) entre las diferentes administraciones públicas que se encargan de decidir qué niveles de bienes públicos proveer y financiar y de cómo hacerlo.
La razón última del federalismo fiscal, que suponía el acabar con el centralismo fiscal, era -por entonces- tan evidentemente obvia que apenas se le dedicaba tiempo a su estudio. Era una suerte de axioma euclídeo, o sea, una proposición no demostrada que se daba por cierta porque sí. Y punto. Tal proposición venía a decir que el conocimiento concreto de las necesidades y bienes públicos no-generales, es decir los de índole local o regional, hacían que fuera más eficiente que su gestión estuviese lo más "pegada al suelo" que fuese posible. Es decir, que la descentralización fiscal era una exigencia de la búsqueda de la eficiencia en el sector público. Y de ahí la corresponsabilidad fiscal de las distintas administraciones lo cual exigía acabar con el centralismo fiscal no por razones políticas o culturales sino por la razón preferida siempre por los economistas: por su ineficiencia.
Por supuesto que esta idea fue una vez cierta o por lo menos razonable. Lo fue en los siglos XV-XIX, y también en el XX en gran parte, pero ya carece de sentido en el XXI. Digamos que pudo serlo hasta la llegada y expansión de internet. pero ahora, en estos tiempos del big data, donde se puede saber hasta la la distribución de las "perversiones" sexuales más secretas e íntimas de los ciudadanos por calles, barrios, pueblos y ciudades es un completo despropósito pensar que la eficiente gestión de los dineros públicos requiere que su administración esté "pegada al suelo", que sea local o regional.. Los "señores" de Google saben más de las necesidades de los ciudadanos de cualquier pueblo perdido de Galicia que la administración local o autonómica gallega. Y también resulta claro que los medios de información y comunicación permuten hoy llevar un control, en tiempo real, de la ejecución de los presupuestos públicos sin necesidad de separar la administración de los presupuestos públicos territorialmente. ¿Hace, acaso, Amazon o Aliexpress o cualquiera de las grandes compañías "federalismo" administrativo?
El segundo aspecto con que creo se debería contar a la hora de plantearse un modelo de financiación autonómica es el de los rendimientos a escala y los deletéreos efectos sobre la eficiencia del sector público de la emulación entre los dirigentes políticos. Y es que, de salida hay que reconocer que la variedad suele estar reñida con la eficiencia en multitud de actividades del sector público. Con esto me refiero al hecho evidente de que es materialmente imposible el que todo el mundo tenga un acceso similar a los servicios públicos. No es posible tener un hospital plenamente dotado en todo pueblo o en todo barrio, ni tampoco es razonable que haya una universidad en toda capital de provincia como absurdamente se se ha pretendido hacer. Carece de sentido económico, como se ha hecho, unir por autovías infrautilizadas ciudades y pueblos de escasa población. Y ¿qué decir de los museos de arte contemporáneo de los que hace gala toda capital de provincia que se precie? A reste paso no me extrañaría que a alguno se le ocurriese la propuesta de distribuir los cuadros del Museo del Prado o del Museu Nacional d'Art de Catalunya por pueblos y ciudades. Y es que, si algo ha sucedido en los últimos cuarenta años es que los políticos autonómicos han jugado a eso: a la emulación, con unos costes de eficiencia no evaluados pero con seguridad gigantescos,
Y, finalmente, un tercer aspecto a mencionar es el de que lo que sí que favorece, y mucho, el federalismo fiscal es la corrupción. Sí, la corrupción. Como bien se sabe la corrupción de la funcionarios públicos es siempre más factible en los entornos locales, el entorno donde los "intereses creados", los "contactos". los "favores", los "amiguismos" y demás corruptelas medran. Y esto no es una teoría. Todos los casos de corrupción que han salido a la luz en España en los últimos años afectan a las administraciones locales y autonómicas.