FERNANDO ESTEVE MORA
Ahora que por fin ya sabemos quién es el presidente del "gobierno central" de este enorme "estado autonómico" que es el denominando Occidente Colectivo, sabiendo ya como sabemos quién es, ya podemos elaborar con conocimiento de causa escenarios probables para algunos de los asuntos más espinosos del panorama internacional, pues como bien es sabido la "política internacional es competencia del gobierno central" en el estado de las autonomías. Vayamos a uno de ellos, vayamos a la guerra de Ucrania.
Antes de empezar, y para no decir estupideces, algo de teoría. Pues bien, existen TRES y sólo tres métodos o procedimientos que un actor A puede seguir para hacer que otro, un actor B, haga lo que A quiere que haga y B no quiere en principio hacer.
1º) A puede en primer lugar persuadirlo, de convencerlo, acudiendo a todo tipo de razones lógicas o morales. El que B se deje convencer y acepte comportarse como A quiere dependerá de (a) si comparte el mismo marco mental y moral que A (o sea. si A y B tienen unos valores similares) y (b) de la autoridad moral de A para que sea creíble para B lo que le propone.
Pues bien, a este respecto, es muy dudoso por no decir muy improbable que el Kremlin acepte dejar las armas, así "por las buenas", y más ahora que va ganando, como consecuencia de la persuasión de nadie, y menos aún, de los prohombres del Occidente Colectivo. Y no porque Rusia no tenga los mismos valores que los occidentales, que los tiene; es más bien porque Occidente ha perdido en Rusia toda su credibilidad, toda su autoridad moral. Para Rusia Occidente es hoy el "imperio de la mentira", pues como consecuencia de un engaño y de un incumplimiento de acuerdos mentira se ha vivido allí la expansión hacia el Este de la OTAN aprovechándose de la debilidad de Rusia tras el hundimiento de la URSS. Ni qué decir tiene que, en el caso concreto de Ucrania, el reconocimiento de la falsedad en su propio comportamiento por figuras como François Hollande o la "señora" Merkel en los tiempos de las conversaciones de paz en Minsk y en Estambul, no han hecho sino hacer evidente la nula fiabilidad de Occidente a la hora de cumplir acuerdos, es decir, a la hora de respetar sus propios valores.
2º) En segundo lugar, A puede obligar por la fuerza a B a comportarse como él desea. Es decir, el uso del poder coercitivo. Recurrir a la violencia o usarla es una estrategia costosísima a la que sólo es muy determinadas circunstancias y situaciones es racional recurrir.
Que Occidente, por la fuerza, obligue a Rusia a dejar de intervenir en Ucrania es totalmente inverosímil. Ni tiene la capacidad, la fuerza, para amedrentar a Rusia ni la voluntad para emplearla.
Ciertamente, la coerción puede usar también del uso del arma económica, de la guerra económica. Esa ha sido una de las estrategias usadas hasta ahora por Occidente para tratar de doblegar a Rusia y conseguir que se fuera de Ucrania. Con un éxito nulo, como es evidente. Las sanciones económicas y financieras, si bien han sido efectivas, pues han dañado a la economía rusa, no han sido eficaces ya que en nada han alterado su comportamiento, y tampoco han sido eficientes pues, en buena medida, han tenido efectos negativos sobre las economías de algunos países que las han instrumentado, singularmente algunos de los europeos y destacadamente Alemania cuya economía se basaba en buena medida en el acceso a la barata energía rusa. Las sanciones, de rebote, han beneficiado a algunos como Noruega y, más aún, los propios EE.UU. cuyas industrias del gas y de las armas han experimentado una clara expansión.
Pero seguir en la misma senda, seguir con la misma política de sanciones no es opción para el nuevo presidente norteamericano pues tras largos años de inútiles sanciones (recuérdese que empezaron en 2014) la esperanza en que las sanciones lleven a un deterioro interno en Rusia que suponga la caída de Putin, al igual que el deterioro de la economía soviética a raíz de la carrera de armamentos propiciada y empezada por el presidente americano de entonces Ronald Reagan, llevó a la caída del régimen del Partido Comunista de la Unión Soviética, parece tonta.
3º) En tercer lugar, A puede sobornar, comprar, a B para que acepte comportarse como él pretende. A quienes no les gusta trabajar para otros, para quienes trabajar para ganarse el pan con el sudor de la frente ha sido y es un castigo divino piden trabajar a cambio de un salario, y sólo trabajan si no les es compensado si se les obliga a ello cuando están en un campo de concentración.
Pues bien, es aquí donde las características, personalidad e historia del nuevo presidente del Occidente Colectivo, Donald Trump, cobran una importancia decisiva a la hora de tratar de anticipar razonablemente el futuro. Y es que Donald Trump es un empresario. (véanse https://www.rankia.com/blog/oikonomia/3387239-donald-trump-triunfo-empresariado; https://www.rankia.com/blog/oikonomia/6283137-regreso-donald-trump) Es decir, que no está acostumbrado a lograr sus propósitos, a conseguir sus objetivos, con prédicas morales o recurriendo a la cháchara de los valores.
No, Trump ciertamente no reconoce otro valor salvo el valor de cambio. Pero tampoco para él es nada sensato o apropiado recurrir a la violencia, pese a que su aspecto y el tono bronco de sus discursos parezca así señalarlo (recuérdese que Trump lleva a gala el ser el único presidente que, como se demostró en su anterior mandato, no metió a los EE.UU. en ninguna nueva guerra sino que, más bien, los ha sacado. Por ejemplo, negociando con actores tan opuestos a los valores occidentales como los talibanes o el Kim de turno de Corea del Norte).
Es todo más simple. Si la vía de las sanciones económicas no funciona como era de esperar, no hay problema, se cambia de estrategia económica. A fin de cuentas, Trump consigue lo que quiere que otro haga como hace cualquier empresario: comprando su comportamiento. Tan sencillo y tan eficiente. Y, para algunos, tan inmoral o amoral.
Me parece en suma el escenario más probable que Trump trate de poner fin a la guerra de Ucrania comprando a Rusia. Para él, si todo el mundo tiene un precio, ¿por qué no ha de tenerlo Rusia? Además, y como ocurre en cualquier intercambio comercial, se trataría de algo rápido, de cosa de un día. Si se está de acuerdo en el precio, pues nada de complejas y eternas negociaciones diplomáticas: basta con una apretón de manos y cerrar así acuerdo. ¿No pasa algo así en cualquier compra compraventa? Así que, en la mente de Donald Trump, la guerra puede acabar sí, en 24 horas. Todo consiste en ponerse de acuerdo en el "precio" de la paz, en cuánto se ha de "pagarle" a Rusia para que ésta deje de atacar a Ucrania.
En efecto, esta es la cuestión, ¿qué precio tendría que pagarsele a Rusia? Pues está claro que, de salida, el levantamiento de todo tipo de sanciones económicas y políticas a Rusia ya los rusos hoy sancionados, incluyendo a Putin, diga lo que diga el famoso Tribunal Penal Internacional que no reconocen ni EE.UU ni Rusia, por cierto.
Pero, además, en el precio a pagarle a Rusia habrán de ir compensaciones territoriales. Al menos todo el territorio de Ucrania hoy en manos rusas, así como el que pudiera conquistar o liberar hasta que se firmase la paz, pasaría legalmente a ser ruso. Ucrania nada tendría que decir pues su capacidad de compra es obviamente nulo. Y es por ello, por no tener poder económico por lo que a los ojos de Trump no es, lógica y naturalmente, NADA. No es un actor a tener en cuenta. En cuanto a las "autonomías", o sea, los países europeos de la OTAN, su posición es tristísima: sin apoyo norteamericano su poder coercitivo es despreciable frente a Rusia, y esto sin contar con que es más que dudoso que la Unión Europea sea capaz de sostener el apoyo financiero a Ucrania para que ésta continúe su agónica lucha con Rusia hasta su derrota final.
En suma, que en mi opinión el famoso y secreto plan de Trump para acabar la guerra de Trump se resume en eso: en una suerte de compraventa. A cambio, Rusia reconocería el derecho de lo que quedase de Ucrania a unirse a la OTAN y a la UE.
Quién, qué actor con capacidad para hacerlo podría no sólo no aceptar sino obstaculizar este plan de Trump. Pues, dado que ni la OTAN ni Ucrania tienen la menor capacidad para ello, sólo preveo que Trump se enfrente al lobby de la industria del armamento, el famoso complejo militar-industrial. así como la industria del gas y del petróleo norteamericana que está viviendo una auténtica edad de oro gracias a las sanciones que obligan a los europeos a comprarle a ella el gas que ha dejado de comprar a Rusia, situación de bonanza que el levantamiento de las sanciones pondría evidentemente en riesgo. Y nadie puede dudar del peso político en las decisiones de Washington que tienen ambas industrias.
Pero la oposición al plan de Trump no sólo estará en EE.UU. y Europa. También en Rusia. Y es que, además de la ineficacia e ineficiencia de la política de sanciones, ha sido el caso de que, por un inesperado efecto de rebote, a Rusia no le han venido mal las sanciones. En el marco de su alianza con China de sus relaciones con el resto de los países BRICS, las sanciones han permitido a Rusia realizar lo que en Economía se conoce como una estrategia de sustitución de importaciones bastante efectiva y exitosa. Eso significa que empresas rusas se han quedado con los mercados de los que antes de las sanciones disfrutaban las empresas occidentales. Obviamente esos grupos empresariales rusos no aceptarán con buenos ojos un levantamiento de las sanciones que pueda poner en riesgo sus actuales posiciones económicas.
Por otro lado, y dentro del propio Kremlin, que se caracteriza por su fidelidad a sus estrategias y a sus acuerdos internacionales (recuérdese su fidelidad al gobierno de Siria a pesar de los costes que le ha supuesto), el cambio de orientación radical de Rusia hacia hacia China y los BRICS que han supuesto la política de sanciones tampoco casaría nada bien con la aceptación facilona de un plan como el de Trump.
Por eso es previsible que Rusia vaya a exigir a Trump un precio, alto no, sino altísimo a cambio de aceptar su "plan de paz". No me cuesta nada por ello imaginar que Rusia sólo acepte la paz a cambio de más territorio, de mucho más del que ya ahora tiene; por ejemplo, toda Ucrania al este de río Dniéper (lo que incluiría ciudades como Kiev). Y eso al margen, por supuesto del levantamiento de las sanciones y del reconocimiento del papel de Rusia en la escena internacional.
Y, para acabar, quién acaba con el "culo al aire", quién pierde. Fuera de los muertos, es más que evidente quiénes serían los perdedores del Plan de Trump: la élite europea y la gente de Zelensky quien fiándose de esa élite le hizo negarse a una paz negociada en el año 2022.
Ahora que por fin ya sabemos quién es el presidente del "gobierno central" de este enorme "estado autonómico" que es el denominando Occidente Colectivo, sabiendo ya como sabemos quién es, ya podemos elaborar con conocimiento de causa escenarios probables para algunos de los asuntos más espinosos del panorama internacional, pues como bien es sabido la "política internacional es competencia del gobierno central" en el estado de las autonomías. Vayamos a uno de ellos, vayamos a la guerra de Ucrania.
Antes de empezar, y para no decir estupideces, algo de teoría. Pues bien, existen TRES y sólo tres métodos o procedimientos que un actor A puede seguir para hacer que otro, un actor B, haga lo que A quiere que haga y B no quiere en principio hacer.
1º) A puede en primer lugar persuadirlo, de convencerlo, acudiendo a todo tipo de razones lógicas o morales. El que B se deje convencer y acepte comportarse como A quiere dependerá de (a) si comparte el mismo marco mental y moral que A (o sea. si A y B tienen unos valores similares) y (b) de la autoridad moral de A para que sea creíble para B lo que le propone.
Pues bien, a este respecto, es muy dudoso por no decir muy improbable que el Kremlin acepte dejar las armas, así "por las buenas", y más ahora que va ganando, como consecuencia de la persuasión de nadie, y menos aún, de los prohombres del Occidente Colectivo. Y no porque Rusia no tenga los mismos valores que los occidentales, que los tiene; es más bien porque Occidente ha perdido en Rusia toda su credibilidad, toda su autoridad moral. Para Rusia Occidente es hoy el "imperio de la mentira", pues como consecuencia de un engaño y de un incumplimiento de acuerdos mentira se ha vivido allí la expansión hacia el Este de la OTAN aprovechándose de la debilidad de Rusia tras el hundimiento de la URSS. Ni qué decir tiene que, en el caso concreto de Ucrania, el reconocimiento de la falsedad en su propio comportamiento por figuras como François Hollande o la "señora" Merkel en los tiempos de las conversaciones de paz en Minsk y en Estambul, no han hecho sino hacer evidente la nula fiabilidad de Occidente a la hora de cumplir acuerdos, es decir, a la hora de respetar sus propios valores.
2º) En segundo lugar, A puede obligar por la fuerza a B a comportarse como él desea. Es decir, el uso del poder coercitivo. Recurrir a la violencia o usarla es una estrategia costosísima a la que sólo es muy determinadas circunstancias y situaciones es racional recurrir.
Que Occidente, por la fuerza, obligue a Rusia a dejar de intervenir en Ucrania es totalmente inverosímil. Ni tiene la capacidad, la fuerza, para amedrentar a Rusia ni la voluntad para emplearla.
Ciertamente, la coerción puede usar también del uso del arma económica, de la guerra económica. Esa ha sido una de las estrategias usadas hasta ahora por Occidente para tratar de doblegar a Rusia y conseguir que se fuera de Ucrania. Con un éxito nulo, como es evidente. Las sanciones económicas y financieras, si bien han sido efectivas, pues han dañado a la economía rusa, no han sido eficaces ya que en nada han alterado su comportamiento, y tampoco han sido eficientes pues, en buena medida, han tenido efectos negativos sobre las economías de algunos países que las han instrumentado, singularmente algunos de los europeos y destacadamente Alemania cuya economía se basaba en buena medida en el acceso a la barata energía rusa. Las sanciones, de rebote, han beneficiado a algunos como Noruega y, más aún, los propios EE.UU. cuyas industrias del gas y de las armas han experimentado una clara expansión.
Pero seguir en la misma senda, seguir con la misma política de sanciones no es opción para el nuevo presidente norteamericano pues tras largos años de inútiles sanciones (recuérdese que empezaron en 2014) la esperanza en que las sanciones lleven a un deterioro interno en Rusia que suponga la caída de Putin, al igual que el deterioro de la economía soviética a raíz de la carrera de armamentos propiciada y empezada por el presidente americano de entonces Ronald Reagan, llevó a la caída del régimen del Partido Comunista de la Unión Soviética, parece tonta.
3º) En tercer lugar, A puede sobornar, comprar, a B para que acepte comportarse como él pretende. A quienes no les gusta trabajar para otros, para quienes trabajar para ganarse el pan con el sudor de la frente ha sido y es un castigo divino piden trabajar a cambio de un salario, y sólo trabajan si no les es compensado si se les obliga a ello cuando están en un campo de concentración.
Pues bien, es aquí donde las características, personalidad e historia del nuevo presidente del Occidente Colectivo, Donald Trump, cobran una importancia decisiva a la hora de tratar de anticipar razonablemente el futuro. Y es que Donald Trump es un empresario. (véanse https://www.rankia.com/blog/oikonomia/3387239-donald-trump-triunfo-empresariado; https://www.rankia.com/blog/oikonomia/6283137-regreso-donald-trump) Es decir, que no está acostumbrado a lograr sus propósitos, a conseguir sus objetivos, con prédicas morales o recurriendo a la cháchara de los valores.
No, Trump ciertamente no reconoce otro valor salvo el valor de cambio. Pero tampoco para él es nada sensato o apropiado recurrir a la violencia, pese a que su aspecto y el tono bronco de sus discursos parezca así señalarlo (recuérdese que Trump lleva a gala el ser el único presidente que, como se demostró en su anterior mandato, no metió a los EE.UU. en ninguna nueva guerra sino que, más bien, los ha sacado. Por ejemplo, negociando con actores tan opuestos a los valores occidentales como los talibanes o el Kim de turno de Corea del Norte).
Es todo más simple. Si la vía de las sanciones económicas no funciona como era de esperar, no hay problema, se cambia de estrategia económica. A fin de cuentas, Trump consigue lo que quiere que otro haga como hace cualquier empresario: comprando su comportamiento. Tan sencillo y tan eficiente. Y, para algunos, tan inmoral o amoral.
Me parece en suma el escenario más probable que Trump trate de poner fin a la guerra de Ucrania comprando a Rusia. Para él, si todo el mundo tiene un precio, ¿por qué no ha de tenerlo Rusia? Además, y como ocurre en cualquier intercambio comercial, se trataría de algo rápido, de cosa de un día. Si se está de acuerdo en el precio, pues nada de complejas y eternas negociaciones diplomáticas: basta con una apretón de manos y cerrar así acuerdo. ¿No pasa algo así en cualquier compra compraventa? Así que, en la mente de Donald Trump, la guerra puede acabar sí, en 24 horas. Todo consiste en ponerse de acuerdo en el "precio" de la paz, en cuánto se ha de "pagarle" a Rusia para que ésta deje de atacar a Ucrania.
En efecto, esta es la cuestión, ¿qué precio tendría que pagarsele a Rusia? Pues está claro que, de salida, el levantamiento de todo tipo de sanciones económicas y políticas a Rusia ya los rusos hoy sancionados, incluyendo a Putin, diga lo que diga el famoso Tribunal Penal Internacional que no reconocen ni EE.UU ni Rusia, por cierto.
Pero, además, en el precio a pagarle a Rusia habrán de ir compensaciones territoriales. Al menos todo el territorio de Ucrania hoy en manos rusas, así como el que pudiera conquistar o liberar hasta que se firmase la paz, pasaría legalmente a ser ruso. Ucrania nada tendría que decir pues su capacidad de compra es obviamente nulo. Y es por ello, por no tener poder económico por lo que a los ojos de Trump no es, lógica y naturalmente, NADA. No es un actor a tener en cuenta. En cuanto a las "autonomías", o sea, los países europeos de la OTAN, su posición es tristísima: sin apoyo norteamericano su poder coercitivo es despreciable frente a Rusia, y esto sin contar con que es más que dudoso que la Unión Europea sea capaz de sostener el apoyo financiero a Ucrania para que ésta continúe su agónica lucha con Rusia hasta su derrota final.
En suma, que en mi opinión el famoso y secreto plan de Trump para acabar la guerra de Trump se resume en eso: en una suerte de compraventa. A cambio, Rusia reconocería el derecho de lo que quedase de Ucrania a unirse a la OTAN y a la UE.
Quién, qué actor con capacidad para hacerlo podría no sólo no aceptar sino obstaculizar este plan de Trump. Pues, dado que ni la OTAN ni Ucrania tienen la menor capacidad para ello, sólo preveo que Trump se enfrente al lobby de la industria del armamento, el famoso complejo militar-industrial. así como la industria del gas y del petróleo norteamericana que está viviendo una auténtica edad de oro gracias a las sanciones que obligan a los europeos a comprarle a ella el gas que ha dejado de comprar a Rusia, situación de bonanza que el levantamiento de las sanciones pondría evidentemente en riesgo. Y nadie puede dudar del peso político en las decisiones de Washington que tienen ambas industrias.
Pero la oposición al plan de Trump no sólo estará en EE.UU. y Europa. También en Rusia. Y es que, además de la ineficacia e ineficiencia de la política de sanciones, ha sido el caso de que, por un inesperado efecto de rebote, a Rusia no le han venido mal las sanciones. En el marco de su alianza con China de sus relaciones con el resto de los países BRICS, las sanciones han permitido a Rusia realizar lo que en Economía se conoce como una estrategia de sustitución de importaciones bastante efectiva y exitosa. Eso significa que empresas rusas se han quedado con los mercados de los que antes de las sanciones disfrutaban las empresas occidentales. Obviamente esos grupos empresariales rusos no aceptarán con buenos ojos un levantamiento de las sanciones que pueda poner en riesgo sus actuales posiciones económicas.
Por otro lado, y dentro del propio Kremlin, que se caracteriza por su fidelidad a sus estrategias y a sus acuerdos internacionales (recuérdese su fidelidad al gobierno de Siria a pesar de los costes que le ha supuesto), el cambio de orientación radical de Rusia hacia hacia China y los BRICS que han supuesto la política de sanciones tampoco casaría nada bien con la aceptación facilona de un plan como el de Trump.
Por eso es previsible que Rusia vaya a exigir a Trump un precio, alto no, sino altísimo a cambio de aceptar su "plan de paz". No me cuesta nada por ello imaginar que Rusia sólo acepte la paz a cambio de más territorio, de mucho más del que ya ahora tiene; por ejemplo, toda Ucrania al este de río Dniéper (lo que incluiría ciudades como Kiev). Y eso al margen, por supuesto del levantamiento de las sanciones y del reconocimiento del papel de Rusia en la escena internacional.
Y, para acabar, quién acaba con el "culo al aire", quién pierde. Fuera de los muertos, es más que evidente quiénes serían los perdedores del Plan de Trump: la élite europea y la gente de Zelensky quien fiándose de esa élite le hizo negarse a una paz negociada en el año 2022.