FERNANDO ESTEVE MORA
En este asunto hay algo que me asombra. Y es el desprecio y la displicencia en los medios europeos hacia las "habilidades cognitivas" de Donald Trump y de su gente fundados en los malos modales y la grosería y chabacanería de que hacen gala. Cierto, "los de Trump" no destacan por sus formas y su buen gusto, pero de ahí a deducir, como hacen las elites culturales y políticas europeas, siempre tan pagadas de sí mismas, que no sólo son unos patanes sino también unos estúpidos a la hora de entender lo que está pasando en el mundo y, sobre todo, lo que les está pasando a ellos en el mundo, hay un abismo.
Pues bien, aunque lo más probable es que no hayan leído a Ferdinand Braudel, a Immanuel Wallerstein y a Giovanni Arrighi, me da que Trump y los suyos saben muy bien lo que estos autores han estudiado, sabido y enseñado, algo que parece que ya no se enseña en la facultades de Economía, y es que la financiarización de una economía imperial o hegemónica sin una base militar industrial más que sólida es el primer paso a su declive por mucho que las cifras del PIB no lo muestren. Desde la Baja Edad Media, el mundo Occidental ha sido testigo de cómo el desplazamiento del centro financiero respondía a la pérdida relativa en la capacidad de ejercer el poder coercitivo. Génova, Amsterdam, Londres fueron los antecesores de Nueva York hoy, pero a nadie se le oculta que Shanghai puede sustituir perfectamente a Wall Street.
El miedo, el pánico de "los de Trump" es que en un entorno no sólo complicado sino complejo como es el que conforma ahora mismo el globalizado mundo, un acontecimiento o conjunto de acontecimientos (que en sí no tiene que ser de amplitud considerable, recuérdese el "efecto mariposa") puede desatar el infierno para los EE.UU., o sea, el fin de su mundo, el fin de su imperio.
En efecto, la situación hoy de los EE.UU. para "los de Trump" es la de una "fragilidad sistémica". "América" hoy sería un imperio con pies de barro. que podría venirse abajo con rapidez y facilidad. En efecto, si se produce algún efecto contagio entre los bancos centrales de los países exportadores netos a los EE.UU. a consecuencia de algún acontecimiento que ponga en duda la capacidad del dólar como medio de pago o de reserva de valor, esos bancos centrales y otros actores que llevan décadas acumulando dólares y activos financieros denominados en dólares, podrían empezar a venderlos en proporciones relevantes, generando un efecto bola de nieve que conduzca a una devaluación del dólar y al desplome de los precios de los activos financieros norteamericanos (deuda pública y corporativa, precio acciones ) que podría lleva a que el resto de los actores económicos con tenencias de activos nominados en dólares tratasen también de abandonar sus posiciones haciendo así catastrófica la caída. Estados Unidos entraría en una recesión agravada por el incremento de los tipos de interés asociado a la caída del precio de sus activos y la dificultad de seguir con las importaciones de bienes y servicios que le son tan imprescindibles tras tantos años de disfrute de su posición imperial.
Si así pasara, EE,UU, dejaría tras de sí la segunda fase imperial y entraría en la tercera y última : la de su declive . Obsérvese que no podría responder internamente a su penuria por la debilidad de su base industrial. Recurrir a su poder coercitivo para apropiarse de los bienes y servicios que necesitase tampoco sería una opción fácil o incluso viable dada esa debilidad de su base militar -industrial, En suma, puede decirse que entraríamos en un `periodo caótico de transición a un nuevo poder imperial...que obviamente lo sería China. Para serlo, sólo le bastaría liberalizar sus mercados financieros y dar los pasos para que su moneda, el renmimbi sólidamente fundado en la capacidad industrial china sustituyese al dólar como moneda de reserva e intercambios internacional, como el dólar sustituyó hace un siglo a la libra . Así sería o -quizás- será el final de Imperio Americano.
A menos, claro está, que esa pesadilla para los EE.UU. no se haga realidad. Y es a eso a lo que dicen que van a dedicarse "los de Trump", a hacer todo lo posible para que esa pesadilla americana no se haga real. Y es con respecto a ese objetivo, no a otros, como se ha de evaluar las políticas que instrumente la Administración Trump.
Y es que, desde esta perspectiva,, las aparentemente erráticas,. prepotentes y hasta absurdas políticas que pretende seguir Trump cobran un nuevo sentido, manifiestan una lógica interna. Veamos algunos de sus puntos.
1º) La defensa del dólar. Perdida la enorme capacidad industrial que los EE.UU. tuvieron en las décadas posteriores a la II Guerra Mundial, el poder norteamericano se asienta ya solamente, como consecuencia de la desindustrialización y financiarización de la economía estadunidense, sobre la centralidad del dólar en las relaciones económicas mundiales. Como acabo de señalar, esa financiarización se manifiesta en un PIB muy elevado pero esconde una fragilidad sistémica. En consecuencia, han de evitarse cualesquiera circunstancias que puedan desencadenarla. No es por tanto sorprendente que Trump haya amenazado a los países BRICS con la guerra económica contra ellos caso de que persistan en sus sueños de desdolarizar sus relaciones económicas. Esas amenazas se han extendido a los países arabes y a otros asiáticos. También este cuidado en no provocar "efectos mariposa" se manifiesta en su objetivo de revertir las "estupideces" (desde este punto de vista, claro está) de la administración Biden que, en su política de guerra económica contra Rusia, la ha dejado a Rusia fuera del sistema SWIFT y ha amenazado a los países que comercien con Rusia con hacer lo mismo. No hay que ser un genio para darse cuenta que este uso del dólar y del sistema de pagos internacionales basado en el dólar para atacar económicamente a un país amenaza la reputación y la credibilidad del dólar como depósito de valor y como medio de pago, y es por ello un riesgo que para unos frágiles EE.UU. no merece la pena correr. Por cierto, que los países europeos se estén ahora mismo planteándose requisar o sea, apropiarse de los activos propiedad del Banco Central de Rusia denominados en euros y que están en Bégica, Trump ha señalado que eso es una cuestión que no le atañe ya que esa política lo que pone en riesgo es la reputación y credibilidad del euro y no la del dólar,
2º) El recomponer la autonomía industrial estratégica de EE.UU. Ello exige que las empresas norteamericanas que se deslocalizaron desde en la gran globalización de los años 90 del siglo pasado vuelvan físicamente a territorio norteamericano. No basta con que sean norteamericanas pues, como ha mostrado Rusia en la guerra económica que está librando con Occidente, el respeto a las patentes y la propiedad intelectual es, en este tipo de guerras, la primera víctima. No, la seguridad exige el control del proceso de producción y por lo tanto la renacionalización física de las cadenas de valor.
Desde esta perspectiva, carece de sentido que se acuse a "los de Trump" de idiotas por no darse cuenta de que los aranceles que pretende imponer a las importaciones de casi todo el mundo afectan negativamente a los productos de sus propias empresas en el exterior. Eso es obvio y llevaría a calificar de absurda a la guerra arancelaria que dice pretender llevar adelante Trump si el objetivo de esta fuese solamente corregir el défict comercial estadounidense, pues resulta obvio que una guerra comercial perjudicaría a todas las economía incluída la norteamericana.
Pero las amenazas de guerra comercial deja de ser tan absurda si, en vez de verse con una perspectiva macroeconómica (sus efectos sobre el PIB de los EE.UU., el crecimiento o la inflación, que todos probablemente serán negativos ) se contempla con una perspectiva microeconómica ( el efecto sobre las decisiones de inversión empresariales).
En efecto, si lo que pretenden Trump y los suyos, como aquí se sostiene, es que "América" vuelva a ser el mismo tipo de poder imperial que un día lo fue, es decir, si pretenden que los EE.UU vuelvan a la primera de las fases del modelo imperial de que se ha tratado en las entradas anteriores, entonces hay que darse cuenta de que de lo que se trata es precisamente de eso: que las propias empresas norteamericanas sufran por tener sus cadenas de valor repartidas por todo el globo, lo que les incentive a volver a instalarse en los EE.UU. recomponiendo así la hoy débil base industrial del poder imperial americano. Y más aún, desde este punto de vista, la aleatoriedad de las amenazas de Trump, el que ponga unos aranceles sobre países como Méjico o Canada y luego los quite, y luego los vuelva a poner, no introduce sino incertidumbre a la hora de que las empresas que quieran vender en el mercado norteamericano estimen que les interesa centrar toda o la mayor parte de su producción allí. Recuérdese que la incertidumbre es uno de los factores más negativos en la toma de decisiones de inversión.
Y no es nada casual que el principal objetivo de Trump haya sido hasta ahora Méjico y Canadá. Son miles las empresas americanas localizadas en esos países. Trump, como dijo, lo que preferiría es que Canadá "aceptase" ser el estado 51 de los EE.UU. Con Méjico esa alternativa de generar base industrial por absorción no vale dado que los mejicanos no tienen el pedigree anglofrancés de los canadienses.
Por supuesto que esa política tiene sus costes. Muy probablemente, los consumidores norteamericanos sufran a corto y medio plazo por la inflación que los aranceles provocarán, a menos que -como confían los economistas asesores de Trump, sean las empresas que exporten a los EE.UU. quienes para no perder sus posiciones en los mercados norteamericanos acepten ser quienes paguen los aranceles rebajando sus precios para no perder cuota de mercado, que es algo que ya pasó por cierto en la anterior presidencia de Trump.
3º) Restablecer las relaciones con Rusia. Para cualquiera con dos dedos de frente, o sea, para todo el mundo que no sea periodista europeo y de la élite política europea, es incomprensible que EE.UU. haya echado en brazos de China a Rusia, Es un sinsentido absoluto. Los neocon norteamericanos vendieron hace años la confrontación con Rusia imaginando que la debacle económica y militar rusa llevaría al desmembramiento de Rusia de modo que los EE,UU, podrían controlar esos nuevos y pequeños estados que surgirían de la desaparición de Rusia y, de este modo, "rodear" a China por el Norte, que sería su objetivo estratégico central.
El fracaso de esa política dado que Rusia no se ha debilitado sino todo lo contrario en la presente guerra obligaría a EE.UU. a alterar su política de confrontación con Rusia para tratar de introducir una cuña que cuartee el todavía no fraguado bloque chino-ruso.
No es posible evaluar hoy si estas tres políticas tendrán el éxito que Trump busca, si conseguirá restaurar a los EE.UU. en una nueva primera fase imperial. Pero lo que parece estar claro es que se trata de unas políticas congruentes con el objetivo perseguido,
En este asunto hay algo que me asombra. Y es el desprecio y la displicencia en los medios europeos hacia las "habilidades cognitivas" de Donald Trump y de su gente fundados en los malos modales y la grosería y chabacanería de que hacen gala. Cierto, "los de Trump" no destacan por sus formas y su buen gusto, pero de ahí a deducir, como hacen las elites culturales y políticas europeas, siempre tan pagadas de sí mismas, que no sólo son unos patanes sino también unos estúpidos a la hora de entender lo que está pasando en el mundo y, sobre todo, lo que les está pasando a ellos en el mundo, hay un abismo.
Pues bien, aunque lo más probable es que no hayan leído a Ferdinand Braudel, a Immanuel Wallerstein y a Giovanni Arrighi, me da que Trump y los suyos saben muy bien lo que estos autores han estudiado, sabido y enseñado, algo que parece que ya no se enseña en la facultades de Economía, y es que la financiarización de una economía imperial o hegemónica sin una base militar industrial más que sólida es el primer paso a su declive por mucho que las cifras del PIB no lo muestren. Desde la Baja Edad Media, el mundo Occidental ha sido testigo de cómo el desplazamiento del centro financiero respondía a la pérdida relativa en la capacidad de ejercer el poder coercitivo. Génova, Amsterdam, Londres fueron los antecesores de Nueva York hoy, pero a nadie se le oculta que Shanghai puede sustituir perfectamente a Wall Street.
El miedo, el pánico de "los de Trump" es que en un entorno no sólo complicado sino complejo como es el que conforma ahora mismo el globalizado mundo, un acontecimiento o conjunto de acontecimientos (que en sí no tiene que ser de amplitud considerable, recuérdese el "efecto mariposa") puede desatar el infierno para los EE.UU., o sea, el fin de su mundo, el fin de su imperio.
En efecto, la situación hoy de los EE.UU. para "los de Trump" es la de una "fragilidad sistémica". "América" hoy sería un imperio con pies de barro. que podría venirse abajo con rapidez y facilidad. En efecto, si se produce algún efecto contagio entre los bancos centrales de los países exportadores netos a los EE.UU. a consecuencia de algún acontecimiento que ponga en duda la capacidad del dólar como medio de pago o de reserva de valor, esos bancos centrales y otros actores que llevan décadas acumulando dólares y activos financieros denominados en dólares, podrían empezar a venderlos en proporciones relevantes, generando un efecto bola de nieve que conduzca a una devaluación del dólar y al desplome de los precios de los activos financieros norteamericanos (deuda pública y corporativa, precio acciones ) que podría lleva a que el resto de los actores económicos con tenencias de activos nominados en dólares tratasen también de abandonar sus posiciones haciendo así catastrófica la caída. Estados Unidos entraría en una recesión agravada por el incremento de los tipos de interés asociado a la caída del precio de sus activos y la dificultad de seguir con las importaciones de bienes y servicios que le son tan imprescindibles tras tantos años de disfrute de su posición imperial.
Si así pasara, EE,UU, dejaría tras de sí la segunda fase imperial y entraría en la tercera y última : la de su declive . Obsérvese que no podría responder internamente a su penuria por la debilidad de su base industrial. Recurrir a su poder coercitivo para apropiarse de los bienes y servicios que necesitase tampoco sería una opción fácil o incluso viable dada esa debilidad de su base militar -industrial, En suma, puede decirse que entraríamos en un `periodo caótico de transición a un nuevo poder imperial...que obviamente lo sería China. Para serlo, sólo le bastaría liberalizar sus mercados financieros y dar los pasos para que su moneda, el renmimbi sólidamente fundado en la capacidad industrial china sustituyese al dólar como moneda de reserva e intercambios internacional, como el dólar sustituyó hace un siglo a la libra . Así sería o -quizás- será el final de Imperio Americano.
A menos, claro está, que esa pesadilla para los EE.UU. no se haga realidad. Y es a eso a lo que dicen que van a dedicarse "los de Trump", a hacer todo lo posible para que esa pesadilla americana no se haga real. Y es con respecto a ese objetivo, no a otros, como se ha de evaluar las políticas que instrumente la Administración Trump.
Y es que, desde esta perspectiva,, las aparentemente erráticas,. prepotentes y hasta absurdas políticas que pretende seguir Trump cobran un nuevo sentido, manifiestan una lógica interna. Veamos algunos de sus puntos.
1º) La defensa del dólar. Perdida la enorme capacidad industrial que los EE.UU. tuvieron en las décadas posteriores a la II Guerra Mundial, el poder norteamericano se asienta ya solamente, como consecuencia de la desindustrialización y financiarización de la economía estadunidense, sobre la centralidad del dólar en las relaciones económicas mundiales. Como acabo de señalar, esa financiarización se manifiesta en un PIB muy elevado pero esconde una fragilidad sistémica. En consecuencia, han de evitarse cualesquiera circunstancias que puedan desencadenarla. No es por tanto sorprendente que Trump haya amenazado a los países BRICS con la guerra económica contra ellos caso de que persistan en sus sueños de desdolarizar sus relaciones económicas. Esas amenazas se han extendido a los países arabes y a otros asiáticos. También este cuidado en no provocar "efectos mariposa" se manifiesta en su objetivo de revertir las "estupideces" (desde este punto de vista, claro está) de la administración Biden que, en su política de guerra económica contra Rusia, la ha dejado a Rusia fuera del sistema SWIFT y ha amenazado a los países que comercien con Rusia con hacer lo mismo. No hay que ser un genio para darse cuenta que este uso del dólar y del sistema de pagos internacionales basado en el dólar para atacar económicamente a un país amenaza la reputación y la credibilidad del dólar como depósito de valor y como medio de pago, y es por ello un riesgo que para unos frágiles EE.UU. no merece la pena correr. Por cierto, que los países europeos se estén ahora mismo planteándose requisar o sea, apropiarse de los activos propiedad del Banco Central de Rusia denominados en euros y que están en Bégica, Trump ha señalado que eso es una cuestión que no le atañe ya que esa política lo que pone en riesgo es la reputación y credibilidad del euro y no la del dólar,
2º) El recomponer la autonomía industrial estratégica de EE.UU. Ello exige que las empresas norteamericanas que se deslocalizaron desde en la gran globalización de los años 90 del siglo pasado vuelvan físicamente a territorio norteamericano. No basta con que sean norteamericanas pues, como ha mostrado Rusia en la guerra económica que está librando con Occidente, el respeto a las patentes y la propiedad intelectual es, en este tipo de guerras, la primera víctima. No, la seguridad exige el control del proceso de producción y por lo tanto la renacionalización física de las cadenas de valor.
Desde esta perspectiva, carece de sentido que se acuse a "los de Trump" de idiotas por no darse cuenta de que los aranceles que pretende imponer a las importaciones de casi todo el mundo afectan negativamente a los productos de sus propias empresas en el exterior. Eso es obvio y llevaría a calificar de absurda a la guerra arancelaria que dice pretender llevar adelante Trump si el objetivo de esta fuese solamente corregir el défict comercial estadounidense, pues resulta obvio que una guerra comercial perjudicaría a todas las economía incluída la norteamericana.
Pero las amenazas de guerra comercial deja de ser tan absurda si, en vez de verse con una perspectiva macroeconómica (sus efectos sobre el PIB de los EE.UU., el crecimiento o la inflación, que todos probablemente serán negativos ) se contempla con una perspectiva microeconómica ( el efecto sobre las decisiones de inversión empresariales).
En efecto, si lo que pretenden Trump y los suyos, como aquí se sostiene, es que "América" vuelva a ser el mismo tipo de poder imperial que un día lo fue, es decir, si pretenden que los EE.UU vuelvan a la primera de las fases del modelo imperial de que se ha tratado en las entradas anteriores, entonces hay que darse cuenta de que de lo que se trata es precisamente de eso: que las propias empresas norteamericanas sufran por tener sus cadenas de valor repartidas por todo el globo, lo que les incentive a volver a instalarse en los EE.UU. recomponiendo así la hoy débil base industrial del poder imperial americano. Y más aún, desde este punto de vista, la aleatoriedad de las amenazas de Trump, el que ponga unos aranceles sobre países como Méjico o Canada y luego los quite, y luego los vuelva a poner, no introduce sino incertidumbre a la hora de que las empresas que quieran vender en el mercado norteamericano estimen que les interesa centrar toda o la mayor parte de su producción allí. Recuérdese que la incertidumbre es uno de los factores más negativos en la toma de decisiones de inversión.
Y no es nada casual que el principal objetivo de Trump haya sido hasta ahora Méjico y Canadá. Son miles las empresas americanas localizadas en esos países. Trump, como dijo, lo que preferiría es que Canadá "aceptase" ser el estado 51 de los EE.UU. Con Méjico esa alternativa de generar base industrial por absorción no vale dado que los mejicanos no tienen el pedigree anglofrancés de los canadienses.
Por supuesto que esa política tiene sus costes. Muy probablemente, los consumidores norteamericanos sufran a corto y medio plazo por la inflación que los aranceles provocarán, a menos que -como confían los economistas asesores de Trump, sean las empresas que exporten a los EE.UU. quienes para no perder sus posiciones en los mercados norteamericanos acepten ser quienes paguen los aranceles rebajando sus precios para no perder cuota de mercado, que es algo que ya pasó por cierto en la anterior presidencia de Trump.
3º) Restablecer las relaciones con Rusia. Para cualquiera con dos dedos de frente, o sea, para todo el mundo que no sea periodista europeo y de la élite política europea, es incomprensible que EE.UU. haya echado en brazos de China a Rusia, Es un sinsentido absoluto. Los neocon norteamericanos vendieron hace años la confrontación con Rusia imaginando que la debacle económica y militar rusa llevaría al desmembramiento de Rusia de modo que los EE,UU, podrían controlar esos nuevos y pequeños estados que surgirían de la desaparición de Rusia y, de este modo, "rodear" a China por el Norte, que sería su objetivo estratégico central.
El fracaso de esa política dado que Rusia no se ha debilitado sino todo lo contrario en la presente guerra obligaría a EE.UU. a alterar su política de confrontación con Rusia para tratar de introducir una cuña que cuartee el todavía no fraguado bloque chino-ruso.
No es posible evaluar hoy si estas tres políticas tendrán el éxito que Trump busca, si conseguirá restaurar a los EE.UU. en una nueva primera fase imperial. Pero lo que parece estar claro es que se trata de unas políticas congruentes con el objetivo perseguido,