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                                         FERNANDO ESTEVE MORA
(cont.)
Dicho de otra manera, la situación económica privilegiada que tuvo "América" tras la II Guerra Mundial le permitió de modo, digamos que, "natural", sin violencia, convertirse en un imperio de tipo "luxemburguiana", es decir, un imperio que tiene por objeto hacerse con los mercados mundiales para sus empresas;  a la vez que, gracias al sistema monetario creado en Bretton Woods, los EE.UU. se constituían también como imperio de tipo "leninista" en la medida que al ser el emisor de la moneda usada en los intercambios internacionales y la moneda de reserva para todos los países, como señaló Triffin, había "hambre de dólares".(https://www.rankia.com/blog/oikonomia/5356922-guerra-por-siberia-interpretacion-actual-ucrania-economia-marxista)

Todos los países en aquellos tiempos estaban dispuestos a hacer lo que fuese para obtener esa moneda salvo en cierta medida los de la órbita soviética y China) pues necesitaban dólares para, por un lado,  comprar los bienes y servicios que sólo EE.UU. estaba en condiciones de producir y, por otro,  guardar  dólares como reservas. Para ello pedían préstamos a los EE.UU., vendían sus activos a las empresas norteamericanas (inversión externa) y les alquilaban sus bases al gobierno estadounidense (habría que contar aquí también con los dólares procedentes de la ayuda externa norteamericana a sus países aliados como por ejemplo el famoso Plan Marshall).

Estados Unidos, además, en la medida que controlaba el sistema de pagos en dólares disponía, adicionalmente de una arma económica de indudable efectividad en la medida que puede excluir a un país al que quiera sancionar de la red de pagos internacionales (como ha hecho con Rusia) obligando a ese país a tener que recurrir a ineficientes mecanismos de pagos por sus compras y ventas en los mercados internacionales, como los intercambios bilaterales y el  trueque.

Era un mundo en que, en términos contables, los EE.UU tenían un superávit comercial y por cuenta corriente  y un déficit en la cuenta de capital, pero cuya lógica profunda venía dada por ser la fase ascendente de un nuevo poder imperial, la fase de constitución de un imperio de nuevo cuño, un imperio en la sombra, un "shadow empire" , no menos efectivo y autoritario que los viejos y visibles imperios del pasado.

Ahora bien, y como sucede en todos los imperios, con el curso del tiempo, poco en este caso, los países de la periferia imperial, es decir, lo europeos, y después los asiáticos como Japón y Corea empezaron a beneficiarse económicamente de la existencia de un imperio: inversiones externas, paz y seguridad jurídica en las transacciones, moneda internacional común y estable, fruto de las instituciones internacionales creadas en Bretton Woods (FMI, Banco Mundial, BIRD, ..) si bien  todas controladas con mano firme por el poder imperial.  Y entonces sucedió lo inevitable. Y es que el desarrollo de esas economías periféricas  supuso la paulatina erosión del superávit comercial norteamericano con  las turbulencias consiguientes a lo largo de los años 60 y que condujeron -como ya se ha dicho- al final del sistema del patrón cambio oro en 1971.

Pero la libre flotación del dólar, perdida el ancla con el oro, no corrigió las cosas como era de esperar por otro lado. El resultado ha sido que  desde 1975 los EE.UU nunca han vuelto a tener ningún superávit comercial ni por cuenta corriente (salvo en 1981 y por circunstancias excepcionales) . la razón evidente es que para los EE UU.,  como es de esperar le suceda a un poder imperial, los mecanismos correctores que obligan a otros países a corregir sus posiciones de déficit comerciales sencillamente no cuentan, y no cuentan porque el dólar como moneda del poder imperial de uso generalizado  (y casi obligado  en el imperio, al menos para algunas mercancías como el petróleo y el gas natural) no se puede  devaluar  frente a las monedas de los países dominados pues siempre es demandado, tanto cuando la economía mundial va bien pues aumenta el comercio internacional y con él la demanda de dólares como medio de transacción, como cuando las cosas van mal económicamente y se busca un activo seguro ante la incertidumbre, pues ¿qué puede haber más seguro que los activos denominados en la moneda del país imperial?

Desde una perspectiva más amplia, la pervivencia de esos desajustes estructurales en el comercio exterior norteamericano no señalaban otra cosa que los EE.UU. se habían instalado en la la segunda fase por la que pasa todo imperio: la fase en la que el centro de un imperio puede permitirse "disfrutar" de su posición imperial, En otras épocas, los centros imperiales   disfrutaban  de su posición hegemónica cobrando tributos de los países que dominaban. En el caso del imperio norteamericano, la forma particular en que ese fenómeno se ha manifestado  ha sido un exceso continuado y enorme de importaciones de bienes y servicios sobre sus exportaciones de esos mismos ítems. dicho de otra manera, los EE.UU. han pagado el exceso de "cosas" útiles y costosas de producir que importaban exportando, a cambio,  papel, su papel moneda y deuda denominada en dólares, de nulo coste de producción.

Pero, como también  ha ocurrido en otros imperios históricos, ese disfrute no ha sido gratuito. Ha venido acompañado de su debilitamiento económico en términos relativos y su debilitamiento industrial en términos absolutos.

Y aquí no se debe olvidar que la contabilidad "engaña" en términos geopolíticos. Que la economía de los EE.UU, haya perdido su base industrial y se haya convertido en una economía de servicios en la que descolla un enorme sector financiero dedicado  proporcionar servicios de intermediación financiera para gestionar el enorme volumen de deuda que está en manos de no norteamericanos como consecuencia de los continuados déficts exteriores puede parecer un cambio estructural típico de una supuesta evolución de la estructura económica.

Pero no es así. Un imperio no puede subsistir sin base industrial que sostenga autónomamente su base militar-industrial  pues siempre siempre, en último término, un imperio ha de ser capaz  de ejercer un poder coercitivo para disciplinar a los posibles competidores. La pérdida de la base industrial que posibilita la autonomía militar estratégica de un imperio augura  su declive, su caída, sea cuál sea su poder económico medido contablemente (https://www.rankia.com/blog/oikonomia/5574604-kalashnikovs-langostas-gallinas-introduccion-geoeconomia

Y es ése el miedo que desde el final de la guerra fría acecha a los EE.UU. y a sus élites gobernantes. Su victoria sobre la URSS en los años 80 del siglo XX fue, bien mirado, un espejismo, pues la URSS como poder imperial alternativo no tenía entidad para competir con los EE.UU. Tras su triunfo contra los soviéticos se agazapaba ya, sin embargo, ya el nuevo candidato a hegemón, China, que se convirtió en 20 años en el nuevo taller del mundo. Lo hizo, por cierto, con ayuda, paradójicamente no sólo de los propios gobiernos norteamericanos que, paulatinamente, permitieron a la economía china acceder a los mercados internacionales/imperiales de muchas empresas industriales y tecnológicas norteamericanas que deslocalizaron su producción en la ola globalizadora del final del siglo pasado. Y es que, como es natural, los intereses del estado norteamericano no son enteramente coincidentes con los de las empresas de propiedad estadounidense. Estas buscan beneficios privados; aquel, el poder imperial. Y sucedió, como era de esperar, que las empresas norteamericanas en la persecución de sus beneficios jugaron a ir de "free riders" a comportarse olvidándose que la continuidad de su posición en los mercados y sus beneficios, como empresas norteamericanas, dependen en buena medida de la perpetuación del poder imperial norteamericano. El resultado de todo ello es que, según parece, incluso el todavía poderoso complejo militar-industrial norteamericano es incapaz de producir armamento sin contar con productos "made in China" aunque sea en empresas norteamericanas radicadas allí. No hay que ser un experto en geopolítica para darse cuenta de que tal situación de dependencia estratégica señala el comienzo del declive del imperio americano. Cambiar ese rumbo no es tarea fácil sino costosa  y sin duda exigía un cambio radical que, a lo que parece es lo que pretende hacer ese aparente botarate que es Donald Trump.   De eso claramente es de lo que va su famoso eslogan, su "Make America Great Again". 

Pero antes de analizar lo que pretende hacer Trump para enderezar  el proceso hacia el fin del imperio americano, cabe preguntarse porqué un poder imperial como los EE.UU. en su segunda fase no sólo toleraron sino que incentivaron el surgimiento de China como potencial poder rival. Cabe imaginar que esa actitud benevolente hacia China por parte de los EE.UU. como país es explicada por el cortoplacismo de sus líderes obnubilados por la idea de que el siglo XXI iba a ser el siglo americano tras su triunfo frente a la URSS. Esta posición venía  justificada en el corto plazo por la idea de que, en la medida que China se había convertido en el poseedor de ingentes activos financieros denominados en dólares fruto de sus excedentes exportadores a los EE.UU. carecía de incentivos en echar por tierra el papel del dólar en la economía mundial pues ello le afectaría muy negativamente. Esta situación vino en llamarse "equilibrio del terror financiero", una situación definida porque los bancos centrales de China (y otros países) estuviesen dispuestos a seguir acumulando dólares y activos financieros (deuda pública y corporativa americana) como pago a los continuos déficits comerciales estadounidenses por miedo en que si sacasen al mercado esos dólares y esos activos cayesen sus precios (el dólar se devaluase) , su riqueza se despreciase, se revaluasen sus monedas y sus sectores exportadores sufriesen un golpe radical.

Pero las cosas han ido dejando se estar tan claras conforme China ha empezado a  desprenderse de sus dólares y activos denominados en dólares comprando con ellos activos reales (tierras, puertos, minas, etc.) en Asia, África y América del Sur. Cierto, todavía ninguna moneda es rival del dólar y ningún mercado financiero puede medirse en profundidad, flexibilidad y seguridad con el norteamericano. Pero señales de que el yuan u algún grupo de monedas (las de los países BRICS) pueden empezar a sustituir al dólar empiezan a surgir. 

(continuará)
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