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                                           FERNANDO ESTEVE MORA

El delirio, pero no en sentido figurado sino en el clínico. Ese es el efecto más claro de la nueva epidemia que está afectando a la élite política y mediática occidental. Sufren la inmensa mayoría de sus miembros de alucinaciones, que, claro está, para ellos no lo son. Son tan reales como los videojuegos a que han dedicado sus ratos de ocio desde que estaban en las escuelas o las películas del "señor de los anillos" que han visto repetidas veces. Les leo, les oigo, y no puedo dejar de pensar que "entienden" el mundo como una película, como un videojuego, donde Putin es, a los ojos de su delirante mente como Sauron y los  rusos dispuestos a pisotear con sus pezuñas la "comarca"  de los pacíficos hobbits de Europa Occidental son como los infinitos orcos creados por los efectos especiales en las pantallas.

Sí. No exagero nada de nada. Creen, están convencidos de que los rusos nos van a invadir. Y frente a esta aterradora y delirante alucinación de poco o  nada sirve remitirse a los "hechos". Hechos como las declaradas líneas-guía de la política exterior rusa bien conocidas desde la Conferencia de Munich en 2007 en la que Putin explicitó lo que viene repitiendo desde entonces que quiere Rusia, es decir, una  arquitectura estable de paz y seguridad europea en que se reconozca el derecho de Rusia a su seguridad que ponga fin de una vez a las descaradas y barriobajeras maniobras que Occidente instrumentó para aprovecharse del colapso que supuso el fin de la Unión Soviética. Y, por supuesto, ese objetivo no pasa por la invasión de Europa Occidental.

Por supuesto que no es necesario ser un iluminado o un delirante como ellos para no estar de acuerdo con la interpretación rusa de lo sucedido en Europa desde la caída de Telón de Acero. Es perfectamente legítimo, aunque creo que un poco ingenuo,  pensar que la política de apertura de la OTAN que permitió que entraran en ella Polonia, Hungría, Rumanía,  Letonia, Lituania, Estonia, Chequia, Eslovaquia, Finlandia, y otros en la OTAN, a la vez que se rechazaba el que Rusia entrara en esa alianza, no fue una política de hechos consumados contra una Rusia en sus horas más bajas. Es decir, que cabe legítimamente pensar que "los rusos" son unos paranoicos.  Y, por supuesto, Putin no tiene porqué "caerle" bien a nadie. A mí por ejemplo, mucho muchísimo me tendrían que dar para que aceptara vivir en la "Rusia de Putin" siquiera una temporada, pero de ahí a imaginar que Putin quiere invadir España y sustituir a la señora Ayuso al mando de la Comunidad de Madrid (lo cual, ahora que lo pienso,  quizás no sería algo que lamentar) hay, para mí, un tan larguísimo trecho que me resulta imposible transitar aún con la imaginación.

Pero quizás merezca la pena ceñirse a otros hechos , estos objetivos, como única forma de despertar a los políticos y  periodistas de su delirio. Aunque es más que dudoso dado el nivel que está alcanzando su deterioro mental.

Veamos. Llevo casi quince años explicando Economía de los Conflictos Violentos en la universidad. Me conozco bastante bien los distintos modelos y teorías, que con base en la historia y los modelos sobre el comportamiento, explican el uso de la violencia en las interacciones humanas. Y puedo señalar que carece totalmente de sentido la histeria en que los políticos y periodistas occidentales se han metido y quieren meternos al resto de las gentes.

No. No hay ninguna razón objetiva que pueda causar que Rusia nos invada o incluso nos ataque, a menos repito que sea como reacción a un ataque nuestro hacia ella. Y es que,  para qué querrían los rusos lanzar un ataque contra Europa Occidental. Porque el primer principio de la explicación de las guerras es que estas se hacen para algo. Y, ¿qué es lo que los rusos querrían tanto que tenemos nosotros para arriesgarse a meterse en una guerra para arrebatárnoslo a los europeos? Por más vueltas que le doy no encuentro nada que merezca que nos hagan la guerra. Estaba claro, por ejemplo, que de nuestro país les gustaba mucho la Costa Brava y, antes de las sanciones, venían muchos a disfrutar de ella, pero imaginar que se lancen a conquistar Europa para tostarse al sol en Salou creo que es mucho imaginar, o más bien, alucinar, ¿no? En general, uno puede pensar que a los rusos lo que les sobra es  tierra, espacio, recursos pues su país es hoy por hoy (hasta que EE.UU.no invada Canadá y Groenlandia) el país más extenso de la Tierra, y lo que necesita es capital humano, capital físico y tecnología para desarrollar todos esos recursos. Recursos que los europeos tenemos y que les podríamos prestar y beneficiarnos de ello. 

Pero, entremos en el  paranoico y delirante  modo de pensar (que no de argumentar) de nuestros dirigentes políticos y mentales y preguntémonos  la simple y definitiva cuestión de que con qué medios podrían los rusos llevar adelante sus diabólicas amenazas de hacerse con  Europa occidental o parte de ella. El caso es que, como se comprueba  cotidianamente, ni siquiera les está siendo nada  fácil conquistar un país pequeño y débil demográfica y económicamente como lo es Ucrania. ¿Me pueden explicar entonces  estas élites políticas y mediáticas que dirigen nuestras vidas cómo demonios se las podría arreglar un país como Rusia, cuya población no llega a los 140 millones de habitantes conquistar y luego controlar una Europa Occidental donde, como señalaba el antirruso político polaco D.Tusk, viven más de 500 millones? Y eso sin contar el poder militar, económico y demográfico de los aliados de Europa, o sea, los otros países "occidentales" como  EE.UU., Australia, Japón tan antirrusos como los europeos.

Carece de sentido, de todo sentido imaginar como realista una invasión de Europa por parte de Rusia a la que debamos prepararnos haciendo más tanques y sacando de nuevo la "mili" obligatoria y demás políticas de "defensa". O mejor dicho, carece de sentido imaginar una guerra entre Occidente y Rusia que no devenga en una III Guerra Mundial. Pero esa guerra no sería de invasión, sería de exterminio total y mutuo.

Lo dicho: "razonar" partiendo de la hipótesis de una amenaza real de que Rusia se ponga a atacar así por las buenas a Europa  es para mí un delirio. Un delirio que, cómo no, tiene sus costes y sus efectos económicos. Los 800.000 millones de euro que la UE se plantea invertir en "defensa" para defenderse de la imaginaria amenaza de conquista rusa "tendrán que salir de algún lado", ¿no? De momento, los delirantes mandamases de Bruselas han decidido que el sacrosanto Tratado de Maastricht y todas las reglas de austeridad y control fiscal que no hace muchos años llevaron a la pobreza y la miseria a tantísimos griegos, españoles, portugueses, italianos e irlandeses pues ...que ya no valen, o sea que no eran tan sacrosantas en inviolables, costara lo que costara. Que, si es contra Rusia, pues que todo eso de los límites a los niveles de deuda o al déficit público pues que siguen en pie sólo que los gastos en armamento ya no se cuentan. Y esto sí que es delirante. 

Y, por supuesto, las previsibles consecuencias como la inflación, las subidas en los tipos de interés y sus efectos sobre el consumo y  la inversión privada, y el inevitable abandono de las políticas sociales y el dolor que ello provocará pues que estarán más que justificados si gracias a esos gastos en "defensa"  evitamos que los orcos rusos nos invadan.  Y, al final, así pasará. Y dirán que como no nos han invadido habrá sido por la "eficacia" de esos gastos. Delirante, de nuevo.

Pero, ¿por qué nuestros bienamados líderes políticos y mentales se han hecho de repente tan guerrero cuando nada objetivo les obligaba a ello, salvo los deseos de las industrias de armamento? En varias entradas en este blog, por ejemplo en estas: https://www.rankia.com/blog/oikonomia/5737651-guerra-economia; https://www.rankia.com/blog/oikonomia/6504786-tambores-guerra-europa, he tratado de explicarme esa nueva y delirante actitud militarista que ha entrado de modo tan brutal en las mentes de nuestros líderes. No me desdigo de lo que he dicho en ellas. Hoy quiero agregar una perspectiva más ante ese complejo asunto.

Proviene de un clásico, de Aldous Huxley, quien pocos años después de escribir la distopía Un mundo feliz, en 1937, escribió un ensayo titulado El Fín y los Medios, cuya lectura sigue siendo tan estimulante como cuando se publicó. En él, Huxley dedicó toda una parte al tema de la guerra. Pues bien, resulta sorprendente que cuando se pone a investigar el complejo asunto de las causas de la guerra, Huxley se descuelga con una sorprendente primera causa, que es, antes que las causas económicas, políticas, religiosas, raciales y demás, la siguiente: el aburrimiento:

"A muchas personas les agrada la guerra, porque les parece que sus ocupaciones, en tiempos de paz son humillantes, les frustran, o tienen simplemente un carácter negativo y aburridor...la vida en tiempos de guerra adquiere importancia y significado, de tal modo que el trabajo más aburridor se ennoblece en su carácter de "trabajo de guerra"...la vida en tiempos de guerra es (o por lo menos lo fue durante las guerras anteriores ) sumamente atrayente, por lo menos durante los primeros tiempos. Rumores, corridas, tumultos y los diarios atascados todas las mañanas con las noticias más emocionantes"

Esta tesis de Huxley: que el aburrimiento puede hacer atractiva la guerra la volví a encontrar en la obra de un grandísimo economista, Tibor Scitovsky, quien en su libro The Joyless Economy exploraba las paradójicas consecuencias que de la necesidad de nuevos tipos de estimulación cerebral se seguían por el hecho de vivir en una sociedad económicamente avanzada y protectora (las sociedades de los Estados del Bienestar) donde los riesgos y las tensiones de otras épocas habían perdido el mordiente, la urgencia y la capacidad de estimulo que habían tenido en el pasado.

Scitovsky, a partir de la Psicología y la Teoría de la Evolución, sostenía que nuestros cerebros estaban "programados" por la evolución a requerir  de estímulos, de retos, para funcionar adecuadamente. Por ello, el aburrimiento, la carencia de estímulos es una situación tan destructiva a la que nuestra mente trata de ponerle coto buscando cualquier cosa, actividad o comportamiento que "nos ponga", "nos de un subidón", nos estimule en una palabra. En otros tiempos no había que buscar estímulos, la dura realidad ya los proporcionaba incesantemente sin que se los quisiese, sin que se los buscase: las duras condiciones de la vida cotidiana  exigían a las gentes de entonces el estar siempre alerta siempre buscando cómo sobrevivir.

Ahora bien, con  el crecimiento económico y la dulcificación y pacificación de las costumbres se habría producido un completo trastocamiento de este esquema. El crecimiento económico de los dos últimos siglos había traído ventajas obvias como la abundancia de bienes y la tranquilidad y la seguridad para partes crecientes de las poblaciones de los países desarrollados; pero con ellas venía también la carencia de estímulos, el aburrimiento, el amodorramiento y el hambre de estímulos  y la creciente sensación de unas vidas sin sentido, sin estímulos auténticos suficientes que satisficiesen las necesidades de estímulo de sus cerebros. Obviamente, quienes más "sufren" de este spleen vital, de esta carencia de joie de vivre, de este aburrimiento existencial son los mejor situados en esas sociedades: los miembros de las élites que disfrutan de todos los bienes y todas las seguridades posibles serían también los más afectados por la ausencia de estimulación real una vez agotadas las estimulaciones "comprables"  en el mercado y por ello domesticadas en forma de turismo de aventura, coches más potentes, comidas exóticas, sexo rarito y demás cuya capacidad de estimulación tras el subidón inicial decrece rápidamente.

Pero queda la guerra. Como dice Huxley, al menos durante su preparación y sus primeras fases, la guerra proporciona una continua corriente de estímulos y potentes estímulos. Para Huxley ello explicaba la disminución brutal del número de suicidios en tiempos de guerra. La gente se olvida de sus pequeñas cuitas personales y sus minúsculas rencillas ante la existencia de dificultades generales y un enemigo común, las desigualdades y sus efectos se viven atenuadamente,  la sociabilidad y las relaciones interpersonales se expanden, la intensidad y la cantidad de las relaciones sexuales y afectivas crece ante las dudas acerca de la existencia de un futuro. Los médicos han observado que los indicadores de morbilidad y mortalidad para todo tipo de enfermedades caen en periodo de guerra. Sencillamente, en guerra, la vida recupera su sentido. La guerra, si duda, proporciona al cerebro lo que tanto ansía: una corriente de estímulos siempre excitantes y sin aparente fin. Por supuesto, y no hay que hacer mención a ello, hay un terrorífico !lado oscuro" que poco a poco se va insinuando conforme la lista de muertos, heridos y de destrucciones va creciendo. Como señalaba Scitovsky, si bien la carencia de estímulos es destructiva, su exceso también destroza a la mente. Quizás no haya mejor ejemplo de esto último que la guerra y los destructivos efectos psicológicos que acaba produciendo.

Pues bien. Cuando observo el no parar de reuniones y declaraciones, el ajetreo y el dinamismo  que se han apoderado de las vidas de los miembros de la elite política y mediática "gracias" a la amenaza rusa  no puedo sino acordarme de la tesis de Huxley y Scitovsky. Se diría que, por fin, estas gentes han encontrado "algo" importante, algo auténtica y realmente estimulante,  para ellos que, por su segura posición en el mundo,  ya lo han experimentado todo, que ya están de vuelta de todo, "Algo" tan nuevo y excitante como lo es la identificación de un enemigo y la preparación para hacerle la guerra. 

Y, ciertamente, poca duda cabe de  que las mensuales reuniones en Bruselas discutiendo interminablemente y repetitivamente asuntos de contabilidad de los presupuestos comunitarios  bajo la batuta de una persona tan apasionante como  la señora von der Leyen no debían ser demasiado estimulantes. Hoy, por contra, se nota una "alegría" en nuestros líderes, un espíritu nuevo, una ilusión por reunirse y hacer políticas "costosas pero necesarias" , un "nosequé", una nueva vitalidad en suma, que da gusto verla:  no paran quietos ni un momento. Pronto les veo a todos abandonando los aburridos trajes clásicos de toda la vida y adoptando en su lugar el "estilo" Zelensky....

Pero yo, puestos a preferir, preferiría que nuestras élites combatieran su malestar cultural y anímico  con otros medios, de otras formas menos económicamente insensatos que la guerra y la preparación para la guerra, al menos para quienes no sufrimos todavía de ese aburrimiento existencial que parece dar el poder y la riqueza. No sé. ¿Podrían quizás intentarlo con las drogas o participando en concursos como la "isla de las tentaciones"? Sería un detalle que gente como yo les agradecería.


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