Dos hermanas con ganas de prosperar deciden comprar un piso para alquilarlo con la genial idea de que sea el propio inquilino quien les vaya pagando la cuota mensual de la hipoteca. Pero como no tienen apenas ahorros deben hipotecar tanto la casa adquirida como la casa de sus padres, en la que ambas continúan viviendo.
Lamentablemente el primer inquilino con el que toparon fue el típico carota que suele ir por la vida sin pagar un duro y enseguida tuvieron que demandarle. Encima tuvieron la mala suerte de que la demanda cayó en uno de los juzgados peor llevados de Madrid y el procedimiento duró dos años. Casi nada.
Y para rematar la faena, esos héroes callejeros llamados "indignados" han impedido dos veces el desahucio del inquilino moroso (ese hijoputa), de manera que para cuando han conseguido vaciar la casa, ya no les sirve de nada porque la subasta de la misma es inminente. Y lo peor es que se subastan ambas viviendas simultáneamente, la familiar y la otra, de forma que o les cambia la suerte o pronto se verán en la calle.
Pero ya no creen en la suerte.