Ya hemos comentado en anteriores ocasiones lo muy mantas que son los Juzgados de lo Social a la hora de organizar las subastas judiciales. No cuestiono su capacidad para juzgar acerca de los problemas laborales de los españoles, pero siempre que me he adjudicado una subasta en esos juzgados la misma ha acabado suspendiéndose por unos motivos u otros. Incluso en una ocasión me la suspendieron cuando ya tenía apalabrada su venta.
Los juzgados de lo Social de Madrid son tan malos que la única manera viable de comprar ellos es simular una venta inmediata, en cuanto en Decreto de Adjudicación está inscrito, para involucrar a un tercero de buena fe que, al amparo del art. 34 de la Ley Hipotecaria, impida la suspensión de la subasta y la devolución del bien subastado a su legítimo dueño. Conozco varios casos de maniobras semejantes, pero como a mí me parecen una sirvengonzonada, prefiero abstenerme de comprar y santas pascuas.
Pero lo que se subasta mañana en el juzgado de lo social nº4 de Madrid había llamado mi atención. Nada menos que dos pinturas, una de López Herrera, tasada en cuatro mil ochocientos euros y otra de Ureña, tasada en mil doscientos. Nunca se sabe con estas cosas, la subasta podía ser interesante.
Sin embargo, para mí no ha sido ninguna sorpresa, porque pocas cosas judiciales me sorprenden, cuando me he enterado de los dos hándicap que afectan a esta subasta:
- Las pinturas no están depositadas en ningún sitio, es decir, que ambas permanecen en la casa del deudor
- Su peritaje ni siquiera recoge una foto de las pinturas, ni su tamaño ni nada de nada.
Es decir, que hay que comprar a ciegas, sin saber de qué pintura se trata y, además, rogar porque al demandado no se le haya ocurrido la genial idea de cambiarlas de ubicación o de venderlas o de regalarlas o de pintarles una nueva capa de óleo, etc.
¡A que parece mentira! Pues es verdad, lo podéis comprobar llamando al juzgado de lo social nº4 de Madrid y preguntando por la subasta que se celebra mañana, 6 de marzo, a las diez en los autos 110/2011.