Estoy leyendo estos días el magnífico trabajo que Henry Kamen escribió sobre La Inquisición española, ya sabéis, ese tribunal traído a Castilla por Fernando el Católico para perseguir a los conversos y que luego se extendió por toda España y se mantuvo para impedir la penetración del Luteranismo y que por inercia aún estuvo varios siglos tocándonos las narices.
Es imposible resumir aquí todas las cosas sorprendentes que estoy leyendo, pero hay algunas reseñables por la continuidad que veo que han tenido en los tribunales civiles actuales.
Por ejemplo:
"(...) la detención iba acompañada de la inmediata confiscación de los bienes del acusado. Se hacía un inventario de todo lo que poseía éste o su familia, que era retenido por los funcionarios de la Inquisición hasta que se tomara una decisión sobre el caso (...) Si el caso de un preso no se oía o decidía durante años interminables, el secuestro de sus propiedades suponía verdaderos sufrimientos para las personas a su cargo, privados de golpe de sus medios de vida e incluso de sus hogares. Mientras el acusado permaneciera en prisión, los gastos de su mantenimiento y las costas judiciales eran sufragados con sus propiedades secuestradas, que por regla general eran subastadas públicamente pieza por pieza.
Eso de que el caso de un preso no se oía o decidía durante años interminables era tan cierto como que el Arzobispo de Toledo Bartolomé de Carranza y Miranda fue detenido por la Inquisición el 22 de agosto de 1.559 y hasta abril de 1976 no se dictó sentencia. Y eso que sus delitos no debieron de ser tan graves cuando solo se le condenó a abjurar de ciertos "errores" y se le conminó a retirarse al monasterio de Orvieto.
Por lo visto eso de la lentitud de la Justicia no es solo cosa de ahora. Ahí tenemos el caso
(...) del doctor Jorge Enríquez, médico del Duque de Alba, que cuando falleció en 1.622, testigos secretos afirmaron que su cuerpo había sido enterrado de acuerdo con los ritos judíos. La consecuencia fue que toda la familia de Enríquez, sus parientes e incluso sus criados fueron a parar a la cárcel, y encerrados allí dos años hasta que fueron absueltos por falta de pruebas"
Y finalmente, ahí tenemos a fray Luis de León, famoso como teólogo y celebrado como uno de los mejores poetas de España, que a la edad de 34 años fue elegido para ocupar una cátedra en salamanca, despertando así la envidia y hostilidad de sus rivales, que le difamaron por ser de origen converso y le acusaron de exponer proposiciones teológicas peligrosas. En marzo de 1572 fue puesto bajo custodia.
"Al principio los prisioneros estaban animados porque creían ciegamente en la justicia de su causa y en la benevolencia del Santo Oficio; pero pronto habrían de verse desengañados. Para fray Luis de León fue el comienzo de un encarcelamiento que duró cuatro años, ocho meses y diecinueve días. Aislado completamente del mundo exterior en los calabozos del tribunal, en Valladolid (...) esperó que se le hiciera justicia, pero ni ésta venía, ni se le hacía ninguna promesa de un próximo juicio (...) Finalmente fue sentenciado a una reprimenda.
Pero como no hay mal que por bien no venga, al menos la poesía española sacó algo positivo de tan mala experiencia pues al salir fray Luis saludó la libertad de esta manera:
Aquí la envidia y mentira / me tuvieron encerrado, / dichoso el humilde estado / del sabio que se retira / de aqueste mundo malvado, / y con pobre mesa y casa, / en el campo deleitoso, / con sólo Dios se compasa, / y a solas su vida pasa / ni envidiado ni envidioso.
Por otro lado, leer las malas experiencias que mis compatriotas tuvieron en el pasado con la Justicia me ha recordado el triste caso de Jesús, cuya casa fue subastada el pasado mes de noviembre de 2.011 y comprada y pagada por mí Y QUE AÚN NO HA COBRADO EL MUCHO DINERO QUE LE QUEDÓ DE SOBRANTE, a pesar de que la tasación de Costas es firme desde el pasado marzo de 2.012 y a pesar también de que no había embargos posteriores que reclamaran ese dinero.
Se trata, pues, de más de lo mismo, de una Justicia española lenta y negligente. Salvando las distancias ideológicas, son increíbles las semejanzas existentes entre aquella Inquisición incompetente, ciega y sorda con los sufrimientos que provocaba su actuación y esta Justicia actual, igualmente incompetente, ciega y sorda con las consecuencias de su propia incompetencia.
Por eso me carcajeo cuando ahora escucho a algunos jueces que, en su guerra con el gobierno que intenta hacer algunas reformas, hablan de que su única guía es el "servicio al ciudadano".
Como si eso les importara un comino.