En cuanto se supo la semana pasada que la fiscalía iba a acusar a Messi de haber defraudado más de 4 millones de euros enseguida el asunto se convirtió en trending topic en Twitter y no se dejó de hablar de ello durante dos o tres días. Los titulares tremendistas de la prensa española le decían de todo menos bonito, desde llamarle atracador hasta decir que nos había robado cuatro millones a todos los españoles.
Y es acusado de atracarnos precisamente él, que aporta a la caja común unas mil veces más que la media española. Claro que aquí hay un atraco, el que la Agencia Tributaria comete con este señor, quitándole millones de euros cada año y todavía ahora obligándole a que se rebusque en el bolsillo si quiere evitar ir a la cárcel. Es, simplemente, vergonzoso.
Y que conste que a quien lo dice ni le gusta el fútbol ni ha visto más de tres partidos enteros en toda su vida, precisamente las tres finales que ha ganado la selección española. Y ni siquiera Messi es un deportista que me caiga especialmente simpático, al contrario, me parece un patán ignorante que no solo ha sido incapaz de aprender catalán en todos los años que lleva allí viviendo sino que ni siquiera se expresa bien en castellano, que ya tiene delito. Pero lo cortés no quita lo valiente.
Ya he comentado en alguna ocasión que la progresividad fiscal es muy injusta pues si todos los contribuyentes tributaran el mismo porcentaje respecto a sus ingresos se conseguiría que los que más ganasen pagaran mucho más dinero sin necesidad de que unos tributen al 56% mientras que otros solo lo hacen al 20%. La sangría es insoportable. Lo idóneo sería que a los ingresos totales se les descontase un mínimo personal y familiar para los gastos básicos y que sobre el resto se tributase un moderado 25%. Ah y me olvidaba de proponer una enmienda constitucional para que ninguna persona física pueda verse obligado a contribuir con más de un millón de euros por IRPF. Pasar de ahí es usura tributaria.
Estos días de junio siempre son muy tristes. Nos toca hacer las declaraciones de la renta y no hay mes de junio que no me pille un berrinche de los gordos. Y lo peor de todo es que hasta hace un par de años solo me quejaba del sablazo de Hacienda pero ahora de lo que me quejo es de que todos estos sablazos por lo visto no hayan servido de nada pues se conoce que la pasta se la gastaron en fiestas y ahora, a pesar de tanta rapiña parece ser que estamos arruinados. ¿Puede alguien decirme dónde se ha ido nuestro dinero?
Para eso también tengo respuesta pues la Agencia Tributaria no es la verdadera atracadora sino solo una mediadora entre los acogotados ciudadanos paganinis y los verdaderos atracadores, que son todos esos gorrones sociales que agarrados a la pancarta no hacen más que pedir y pedir. Lo quieren todo y todo gratis. Ya no se contentan con disfrutar de una sanidad, una educación y unas autovías gratuitas, ahora también quieren que la vivienda se la paguemos entre todos y, ¿por qué no? que también les den la renta social básica, universal y "por la patilla".
Estos tipos se han hecho adictos al dinero público, que nunca proviene de su bolsillo sino del de los demás. ¿Votarían a quien les dijera que el hombre adulto y sano debe responsabilizarse de su propia vida mediante su esfuerzo personal y no aprovechándose del esfuerzo del vecino? ¿A quien les aclarara que si queremos un bien o un servicio tenemos que pagar por él porque no hay nada gratis? Ni de coña le votarían, más bien al contrario, estos gorrones tumbarán uno tras otro a todos los gobiernos que intenten limitarles la mamandurria.
De manera que los gobiernos socialdemócratas de derecha e izquierda se mantuvieron hasta ahora a base de aumentar los impuestos hasta límites inimaginables y después, cuando incluso los impuestos confiscatorios se revelaron insuficientes todavía se mantuvieron vivos a base de endeudarse masivamente, confiscando también los impuestos que pagaran las generaciones venideras, quienes además de sus propios gastos también tendrán que pagar nuestros derroches.
Conclusión, los gorrones sociales de hoy están disfrutando del dinero de nuestros hijos y nietos.
Alguien tendría que pararles los pies.