Por lo visto los mineros españoles no son los únicos cuyo oficio ha quedado obsoleto. Muy pronto los prestamistas van a acompañar en el olvido a los palafreneros, telegrafistas, deshollinadores, serenos, curtidores, pregoneros, colchoneros, barquilleros, campaneros, etc.
Hace unos días me encontré con un ex-subastero muy metido últimamente en préstamos privados y me contó que ese mercado ya está muerto. Nadie quiere saber nada de prestar dinero si el inmueble hipotecado es la vivienda familiar del deudor y mucho menos con los intereses de demora actuales limitados al 12%.
"Al doce por ciento ya prestan los bancos a sus clientes prime y a nosotros nos llegan personas a quienes los banqueros no les dejan ni pasar al despacho, ¿como les vamos a prestar con ese interés y con semejante riesgo?"
Lo peor de esta noticia no es lo de los prestamistas sino lo de algunos de sus usuarios, que se van a quedar sin esa fuente de financiación. Al contrario de lo que se suele pensar, la inmensa mayoría de los préstamos privados no se realizan entre un usurero y su víctima, aunque de esos también los hay y aquí he traído muchos ejemplos, sino que la inmensa mayoría de esos créditos existen para solucionar problemas puntuales de liquidez de pequeños empresarios que prefieren pagar por una vez altos intereses y salvar su negocio o su patrimonio que perderlos por una mala racha temporal.
Bueno, pues esa posibilidad se les ha acabado.