Es sobradamente sabido que asistir a subastas en las que la deuda reclamada es muy grande es perder el tiempo. A los bancos les da exactamente igual cual sea el valor de la vivienda que se subasta, que ellos van a machete hasta el total de la deuda. En esto no actúan como el resto de los subasteros (los bancos también son subasteros) ni como los acreedores particulares, quienes estudiamos con mucho cuidado las circunstancias de cada vivienda y, especialmente su valor, antes de afrontar cada subasta.
Si, por ejemplo, un piso vale cien mil euros, a nadie en su sano juicio se le ocurriría pujar hasta noventa mil. Excepto a los bancos, que les da lo mismo porque disparan con pólvora del rey y ya estamos los ciudadanos para rescatarles de sus errores e incompetencias.
Concluimos, por tanto, que si la deuda es muy elevada lo mejor es dejar la subasta desierta y no andar perdiendo nuestro tiempo.
Sin embargo yo tengo la peregrina idea de que en algún momento algún banco muy ahogado por las deudas va a ser razonable y va a preferir mi dinero contante y sonante a adjudicarse una subasta de futuro incierto. Así que, con semejante teoría estrafalaria, de vez en cuando me presento y participo en alguna de estas subastas imposibles.
Por ejemplo, hace unos meses intenté comprar un piso de VPO muy majo y cuyo precio oficial era de 149.000 euros. Naturalmente el banco nunca podría venderlo a un precio mayor que el oficial, pero yo, que soy un subastero sin escrúpulos, tenía pensado venderlo por bastante más.
La deuda era de 125.000 euros, pero yo albergaba la esperanza de que un banco tan arruinado y necesitado de capital como Bankia podría preferir mi dinero, fresco como una lechuga, a los miserables cincuenta o sesenta mil euros que el banco malo les daría por este activo si se lo adjudicaban.
Grave error el mío. Mi primera y única puja fue de noventa y cinco mil euros, a la que siguió la de Bankia de ciento veinticinco mil, directamente y sin anestesia. Adjudicado a la parte actora en calidad de ceder...
¿Van ustedes a apurar el plazo para ceder el remate o lo ceden en este momento a la SAREB?
A la SAREB, Señoría. Lo pueden poner directamente a nombre de la SAREB
Eso es lo que oyeron mis atónitos oídos en el mismo acto de la subasta. Subasta, por cierto, en la que yo fui el único pringado que asistió. Se podría decir que Bankia había pujado contra mí con mi propio dinero porque no hace ni dos años que la hemos rescatado entre todos los ciudadanos.
¿Alguno de los sufridos lectores de este blog es economista y me puede explicar por qué Bankia prefiere la miseria que le va a dar la SAREB por esta vivienda a mi dinero, mucho más molón?
¿Y creéis que aprendí la lección y que no ha vuelto a suceder?
Pues os equivocáis. Ayer mismo estaba dudando entre asistir a la subasta de un chalet pareado de los alrededores de Madrid o subirme a la sierra a practicar mi deporte favorito. Lo más probable sería que la subasta fuese otra pérdida de tiempo pues el chalet valía unos ciento ochenta mil euros y solo el principal de la deuda ya era de ciento veintiocho mil, a los que se sumaban treinta y cinco mil para intereses y costas. Otra subasta imposible.
El chalet era muy majo, con piscina y muy mejorado por el demandado, el típico obseso que gasta en arreglos cada euro que ahorra. Además, estaba vacío. Ahí estaba mi codicia llamando de nuevo a la puerta, toc, toc, toc... ¿Y si esta vez tiene razón Tristán y los del banco se arrugan? El acreedor es nada menos que una de las cajas más endeudadas de España, precisamente muy de actualidad en las páginas salmón por su rescate estratosférico. Tan endeudada que... ¿quién sabe?
Al final venció la codicia y... bingooooooooo.
Me lo adjudiqué en 116.000 euros, doce mil por debajo de la deuda principal y cuarenta y siete mil por debajo de toda la cantidad reclamada. Y como la adjudicación ha sido firme mañana mismo remato.
¡¡Guau!!