Muchos subasteros que me conocen se sorprenden cuando les comento que no me interesa comprar plazas de garaje ni trasteros. El motivo de esa rareza tan particular es que dan tanto trabajo como un piso o un chalet pero el beneficio que dejan es mucho más reducido. Por no decir ridículo, en el caso de los trasteros.
Mi pereza por esos productos es tanta que a veces, cuando las subastan por separado de los pisos, soy capaz de dejarlos de lado y solo interesarme por el piso. Obviamente, siempre que haya plazas y trasteros a la venta en el edificio. Ya se que una vivienda se vende mejor si va acompañada de una plaza de garaje pero esquivo el problema diciendo a los compradores que no tengo plaza y que si quieren una siempre pueden comprar cualquiera de las que haya a la venta, que siempre suele haber y más actualmente.
El caso es que cuando alguien tiene una determinada forma de obrar, salirse de ese carril suele tener consecuencias y, en ese sentido, lo que me ocurrió la semana pasada es que me notificaron que había sido el feliz adjudicatario de un trastero de 4,5 m2 en un edificio lleno de trasteros a la venta y situado en el otro extremo de España.
La putada no es haberme adjudicado el trastero, sino habérmelo adjudicado en solitario, sin el piso que subastaban en el mismo edificio y que fue el causante de mi interés en esa Adjudicación Directa y el único motivo de que decidiera hacer una excepción para tratar de comprar juntos el piso y el trastero. Mira que me gustan poco las adjudicaciones directas y mira que me gustan aún menos los trasteros, pues esta vez me he llevado doble ración.
La única buena noticia del caso es que el trastero está vacío y que el precio de adjudicación ha sido de solo cuatrocientos euros. Los que están a la venta en el edificio se venden en más de dos mil, así que al menos parece que no voy a perder dinero, solo mi tiempo.
Y a vosotros, ¿Os gustan estas mini adjudicaciones?