Me di cuenta en seguida de que Ignacio era listo como un zorro y poco de fiar, pero no me imaginé que además fuera un kamikaze atolondrado. No le dije que no hubiera carga anterior o que ésta estuviese pagada sino que la tenía controlada, lo que no es lo mismo.
No es lo mismo decir que tienes controlada una carga anterior que decir que no existe o que está pagada. No es lo mismo.
Empecemos por el principio:
Hace unos días salió a subasta un piso muy mediocre situado en un barrio pésimo de Madrid. La deuda era de unos veinte mil euros y tenía una hipoteca anterior de otros cuarenta y cinco mil. El piso no valía más de setenta mil y salía con un tipo de subasta de unos doscientos mil. Una de esas gilipolleces que los bancos cometieron en la pasada década.
Entre lo del barrio pésimo y lo de la carga anterior, la garantía de que la subasta iba a quedar desierta era del cien por cien.
Pero quiso la casualidad que me llamara uno de los gestores de un fondo de inversión de esos que llaman "buitre" que le ha comprado un paquete de miles de hipotecas a un banco español y que me ofreciera el piso por veinticinco mil euros con la garantía de que no me reclamarían la hipoteca anterior, que también era de ellos. Esto me ocurre de vez en cuando, pero generalmente solo me ofrecen producto malo y caro.
Yo había descartado asistir a esa subasta aunque solo fuera porque visitar ese barrio ya es peor que patrullar de noche por Bagdad pero la oferta así planteada se volvía más suculenta. No obstante, como me he vuelto muy señorito y hay productos que ya no quiero ni regalados y además hacía unos días que el tal Ignacio me había contactado diciéndome que le daba igual lo que le ofreciera con tal de que fuera barato, decidí enseñarle la carnaza para ver si mordía el anzuelo.
Y vaya que mordió. El tipo resultó ser un híper activo de las inversiones inmobiliarias. Visitó el inmueble -que estaba vacío- dos o tres veces, habló con todos los vecinos y reunió tanta información que hizo inútil mi desagradable visita. Así que me la ahorré. Al fin y al cabo el del fondo de inversión me había dado mucha información de la buena, completamente corroborada por Ignacio el Animoso.
El plan trazado entre el gestor del fondo buitre y yo era que antes de la subasta me entregarían un documento por el que el titular de la hipoteca anterior se comprometía a no reclamármela en el caso de que yo o mi cliente nos adjudicáramos la subasta. El pacto era pujar veinticinco mil euros y esperar a que la adjudicación fuera firme.
Y eso es todo. A partir de ese momento la miserable naturaleza humana hizo aflorar la codicia de Ignacio el Hijoputa, quien empezó a preguntarse qué había hecho yo para merecer los diez mil euros que le iba a clavar. Se olvidó de golpe de que sin mí nada hubiera sido posible y ya solo se acordaba de que el dinero y el trabajo los había puesto él.
Y como el tal Ignacio es muchas cosas pero no un cobarde, el día anterior a la subasta me mandó a freír espárragos y al día siguiente se presentó a la misma y se adjudicó la pieza por los veinticinco mil euros pactados con el acreedor. Con dos cojones.
Que pereza me dan estas cosas y que repelús me producen algunas personas. Por un lado para interesarse en las subastas hay que ser intrépido y desear mucho obtener grandes descuentos en las inversiones, pero por ese mismo motivo se cuelan algunos mostrencos que se pasan de codiciosos y no tienen reglas.
Dicen que los dioses vuelven ciegos a quienes quieren perder. Solo así se explica que Ignacio el Kamikaze no se diera cuenta de que el documento en el que el acreedor se comprometía a no reclamarme la hipoteca anterior solo le obligaba conmigo y no con cualquier otro. De hecho ya están avisados y se les hace la boca agua de pensar que le van a poder reclamar a este gilipollas los cuarenta y cinco mil euros de la carga anterior.
Además, como el piso está vacío estoy por acordar con cierta okupa que tengo en otro piso que se cambie de domicilio pagándole la mudanza. Seguro que le interesa porque en el otro piso tiene los días contados. Jejeje, esa sí que sería una jugada redonda.
Seguro que ahora me llama e intenta arreglar las cosas...
Ignacio el Tonto, ahórrate la llamada.