- Hola Don Pepito
- Hola Don José
- ¿Pasó usted ya por casa?
- Por su casa yo pasé
- ¿Y vio usted a mi abuela?
- A su abuela yo la vi
- Y por cierto, ¿qué hace usted en los juzgados con esa cara de ir a matar a alguien? Espero que no ande en pleitos que es una cosa muuuuy mala.
- Ando negro y muy cabreado. En estos momentos le prendería fuego al edificio entero y luego me iría a las Cortes a hacer lo mismo.
- Cooooño, eso parece serio, ¿qué le ha pasado? ¿qué le han hecho?
- Pues que últimamente me ha dado por leer mucho el blog de Tristán el Subastero, hasta el punto de que he llegado a creerme eso de que las subastas están abiertas a todos y que de ninguna manera eran el coto cerrado que todos nos suponíamos que eran.
- Vaya por Dios, ¿y no es así?
- Desde luego que no, ¡me cago en todo lo que se menea!
- Por Dios, Don Pepito, que me está usted asustando. Explíquese y déjese de tantos aspavientos.
- Está bien, disculpe, la culpa la tiene el Juzgado de Primera Instancia nº31 de Madrid, que han conseguido sacarme de mis casillas. Resulta que hace unas semanas nos enteramos que va a salir a subasta un piso muy cercano a casa y que es ideal para nuestra hija Julita, la que se casó hace dos años y que en unos meses nos va a dar nuestro primer nieto.
- Hooombre, que buenas noticias, don Pepito.
- Pues sí y el caso es que a raíz de eso empecé a leer el blog del dichoso subastero ese al que llaman Tristán y leyendo y leyendo llegué a la conclusión de que por qué no iba yo a poder aspirar a comprar ese piso si tengo el dinero necesario y me muero de ganas de que Julita venga a vivir a nuestra vera. De manera que dicho y hecho, la semana pasada pedí permiso a don Germán y me acerqué al juzgado mencionado a ver el expediente judicial para asegurarme de que no me meto en más líos de los necesarios.
- Vale, ¿y?
- Pues que me dijeron que dónde me creía que estaba, que los expedientes no los sacan al público hasta una semana antes y que hasta luego Lucas, que me fuera y no molestara más.
- Bueno, tampoco es tan grave. Supongo que cada juzgado tendrá sus normas.
- El caso es que el lunes pasado volví a pedir permiso a don Germán y me presenté en juzgado y le pregunté a la misma persona de la semana anterior, quien me dijo de muy malos modos que cómo se me ocurría ir un lunes, que era uno de los días en los que ellos están ocupados celebrando subastas. Que me fuera y volviera un martes, un jueves o un viernes. No valieron de nada todos mis ruegos ni mi petición de que hicieran una excepción dado que yo no era subastero y no conocía las normas. Al final la tipa subió el volumen de voz y me repitió lo mismo pero de forma que lo oyeran todos los presentes. Avergonzado, me tuve que ir.
- Mecachis, esas no son formas de tratarle, don Pepito.
- Y lo peor es que me quedé una hora sentado a la puerta del juzgado y allí no se celebró ni una subasta. De vez en cuando salía alguien del juzgado y hacía los llamamientos de subasta pero todas quedaban desiertas y no se celebró ninguna en todo el tiempo que estuve allí.
- Bueno y qué más.
- Pues como el martes pasado no pude venir, al final lo hice ayer jueves y cuando llegué me encontré con que el sistema para ver los expedientes es diabólico. Solo permiten verlos en la antesala del juzgado, un espacio de dos metros cuadrados en el que han encajado una sola silla y donde solo permiten que haya un subastero, mientras el resto de interesados deben permanecer esperando su turno en el pasillo.
- Uff, esto ya empieza a ponerse crudo.
- Y lo peor es que a mi me tocó delante a un subastero al que los demás tienen contratado para que les examine los expedientes, de manera que tres horas después allí seguía el hombre, dejándose las pestañas con un expediente tras otro. Al final desistí y me fui, porque todavía tenía a otro detrás de ese.
- Motivo por el cual ha venido usted hoy viernes.
- Si, Dios maldiga mi suerte. Hoy he vuelto por cuarta vez a este juzgado que no tengo la intención de volver a pisar en todos los días de mi vida.
- Pues qué le ha pasado.
- Lo primero, que tras la lección de ayer, hoy me he plantado en el juzgado a las nueve en punto para asegurarme de que era el primero y de que no me pasaría lo mismo de ayer. Y resulta que el horario al público en este juzgado no empieza hasta las nueve y media, por lo que he tenido que esperar media hora sin atreverme a moverme de la puerta por si llegaba otro avispado y se me colaba. Lo segundo, que resulta que este juzgado es de esos que Tristán llama del Lado Oscuro porque no permiten examinar los expedientes judiciales sino que solo te dan una fotocopia del edicto y otra de la certificación de cargas.
- ¿Y eso no es suficiente?
- Pues según Tristán el Subastero no es suficiente porque si en el expediente se hubiera hecho algo mal, la subasta se podría suspender incluso tras haber pagado todo el dinero e incluso a veces tras tenerla inscrita en el Registro de la Propiedad. Hay que fijarse en que las notificaciones estén bien hechas y en algunas otras cosas que yo desconozco.
- ¿Y entonces?
- Pues nada, que se me ocurrió protestar y con muy malos modos me dijeron que eso era lo que había. Todo a gritos, para que se enteraran bien todos los presentes. Entonces recordando mis derechos pedí hablar con el secretario del juzgado y me dijeron que muy bien, que presentara un escrito pidiendo cita. Así que ajo y agua, así de bien está ahí la cosa.
- Bueno, tranquilo, ya pasó.
- De ninguna manera, porque es que, además, aparte de que las fotocopias estaban fatal hechas y apenas se leía nada, resulta que tampoco ponía en ninguna parte a cuánto ascendía la deuda que reclamaba el acreedor y resulta que, según el hijoputa de Tristán, ese es un dato muy importante porque si el precio de adjudicación es inferior al 50% del tipo, algo más que probable en esta subasta, el juzgado solo la aprobará si al menos cubre toda la deuda reclamada. ¿cómo voy a hacer una puja que cubra el total de la deuda reclamada si no me permiten conocerla?
- Jo, vaya pandilla.
- Así que vuelta a discutir con la funcionaria, que a esas alturas ya me odiaba abiertamente y que simplemente me dijo que así eran las cosas en ese juzgado y que le fuera a protestar al maestro armero.
- ¿Y ahora?
- Ahora me voy a ciscar en todos los muertos de cierto subastero que yo me se y además juro por mi vida que no vuelvo a poner los pies en un juzgado si puedo evitarlo y que de ninguna manera vuelvo a pensar en acercarme a una subasta ni por asomo. No es que sean un coto cerrado de los subasteros, es que por lo que he visto, hasta ellos las tienen que pasar putas en este negocio.
- Y otra cosa, estoy de acuerdo en que los contratos tienen que cumplirse y en que los acreedores tiene que cobrar sus créditos y que si los deudores no quieren o no pueden pagarlos, el juzgado tiene que tener la capacidad que le otorga la Ley para llevar a cabo una Venta Judicial Forzosa, es decir una subasta, de los bienes del deudor para la satisfacción de sus deudas. Pero me parece una vergüenza que eso no se realice con todas las garantías de que el ejecutado va a recibir por sus bienes subastados el mejor precio posible y si los juzgados se dedican a echar a escobazos a los pocos que nos atrevemos a interesarnos por las subastas difícilmente habrá mucha competencia entre postores ni subirán las pujas.
- ¿Y a dónde va ahora?
- A la cafetería a hincharme a churros a ver si se me pasa el berrinche.
- Adiós don Pepito.
- Adiós don José.