¿Cómo ha podido suceder que a estas alturas de su vida, Tristán el Subastero, de profesión desalmado desahuciador, haya devenido en uno de esos okupas a los que tanto ha criticado desde esta página?
Porque estaréis conmigo en que eso no es normal.
Pues es cierto.
Hace unos días he okupado una vivienda de la que no solo no soy el propietario sino que no lo voy a ser hasta al menos dentro de nueve meses, teniendo el cuenta que por ahora solo soy un simple adjudicatario provisional que solo ha depositado una fianza en un juzgado gestionado por incompetentes de primera categoría.
La explicación no es sencilla.
Resulta que unos días antes de las vacaciones de agosto participé y me adjudiqué provisionalmente la subasta de un piso situado en uno de esos edificios de realojo (hard VPO) en los que los tontainas progres que nos desgobiernan mezclan un diez o veinte por ciento de ciudadanos gitanos con otro diez o veinte por ciento de ciudadanos inmigrantes y con una mayoría mínima de españoles con rentas mínimas o sin rentas.
Estos edificios suelen ser un cachondeo y no importa lo nuevos que sean que a los tres o cuatro años ya parecen la misma pocilga en la que muchos de sus vecinos vivieron siempre.
El vandalismo está a la orden del día y solo unos pocos pagan sus cuotas de la comunidad de propietarios por lo que no dan a basto para ir reparando lo que las pequeñas bestezuelas imberbes de algunos de los vecinos (precisamente los hijos de los que no pagan) van rompiendo.
Y finalmente, como resultado de lo anterior, algunas viviendas comienzan a quedarse vacías y son okupadas inmediatamente por familiares de algunos vecinos. De nuevo, precisamente, de los vecinos que no pagan y que más daños producen a la comunidad.
En resumen, un encanto de edificio.
El lugar ideal donde criar a tus hijos.
Pero resulta que yo no participé en esa subasta para criar a mis hijos en esa casa, sino para especular. Comprar y vender.
Además, aunque fui quien más ofreció en la subasta, lo cierto es que la compré por poco dinero.
Lógico, nadie quiere comprar vivienda en edificios en los que vivan gitanos.
Todos somos muy progres y muy guays hasta que llega el momento de comprar casa.
Entonces enseguida sacamos la lupa y empezamos a juzgar a los demás.
Y me estoy yendo por las ramas.
El caso es que la adjudicación no quedó firme.
Y, dado el juzgado de que se trata, no va a adquirir firmeza hasta por lo menos el próximo mes de diciembre o el de enero.
Pero nadie me va a mejorar la postura porque el demandado le entregó las llaves al banco y luego desapareció allende los mares, de manera que esos hijoputas a los que tanto les gusta birlarle las adjudicaciones a los honestos subasteros no van a tener medios de hacerlo en este caso.
Y me fui de vacaciones sin miedo a que los malos me okuparan el piso porque el banco tuvo la precaución de tapiar la puerta de entrada.
Sí, he escrito tapiar.
Es decir, que sales del ascensor y en vez de dos viviendas solo hay una porque la otra está completamente tapiada con cal y canto. Así, a lo bestia. Es algo que empieza a ser común en esta España que se vandaliza por momentos.
Así que me fui muy tranquilo de vacaciones.
Y la semana pasada, visitando un piso que salía a subasta, me encontré a otro subastero que me preguntó si ya había entrado en aquel piso que compré los últimos días de julio.
Que va, compañero, si la adjudicación no quedó firme y ni siquiera lo he rematado.
Ah, pues resulta que alguien ha tirado la tapia que había porque, como sabes, yo tengo allí un piso en alquiler y hace unos días vi que el tuyo ya no tenía muro que lo cubriera.
¡¡Hostiaaaaas!! Se me han coladoooo.
¿Os imagináis, queridos lectores y amigos, el susto que me llevé?
Ahí mismo dejé al otro subastero con la palabra en la boca y salí echando leches a ver qué había pasado.
Y por el camino iba jurando que nunca más en mi vida iba a comprar un piso en un edificio en el que hubiera gitanos.
Sí, lo lamento, entiendo que queda fatal así escrito en negro sobre blanco pero lo cierto es que eso era exactamente lo que iba mascullando entre juramentos e insultos a este gobierno de mariquitas que es incapaz de hacer respetar la Ley.
Y cuando llegué al piso los vecinos me contaron lo siguiente:
¿Sabéis lo elegantes que se ponen los gitanos cuando van de boda?
¿Lo habéis visto en los programas de Cuatro?
Pues resulta que la primera semana de septiembre se presentaron en la vivienda tres o cuatro señores, bien trajeados y encorbatados y un par de señoras elegantemente vestidas (o eso creían ellas) diciendo que eran ejecutivos del Banco del Santander, que el banco se había adjudicado la subasta de esa vivienda y que iban a proceder a entregarle la posesión a los nuevos inquilinos.
¿Os imagináis a ese grupito, todos vestidos de domingo, con su oro por todas partes y convencidos de que daban el pego como empleados del banco?
Naturalmente no engañaron a nadie.
Además, allí están hartos de okupas. Los odian tanto como yo.
De manera que mientras el albañil tiraba la puerta uno de los vecinos llamó a la policía y ésta llegó cuando ya estaban en la fase de descerrajarla.
O sea, que me salvó la campana.
El agua no llegó al río.
Y ahí estaba yo, con cara de lunático, escuchando el relato de los vecinos mientras los engranajes de mi cerebro funcionaban a toda pastilla.
Hechos:
- La casa no es mía
- La adjudicación no es firme
- Ni siquiera he pagado su precio
- Cuando lo pague el juzgado aún tardará meses en entregarme la documentación que me convierte en propietario
- Ya no hay tapia que la proteja
- La cerradura ya ha sido toqueteada
- Ya ha habido un primer asalto okupa
- Lo volverán a intentar
Un sudor frío recorría mi espina dorsal mientras pensamientos negativos se agolpaban en mi cabeza.
Solución, para que la okupen ellos la okupo yo.
Y eso es lo que he hecho, ni más ni menos.
Y además he colocado una puerta acorazada con cerradura anti-bumping de 17 puntos que espero que ni el susurrador de cerraduras pueda descerrajar, al menos no en menos de dos o tres horas de duro trabajo.
Pero ni a mi peor enemigo le deseo la semana que ha transcurrido desde que me enteré de los hechos hasta que finalmente pude tirar la puerta anterior y colocar la nueva.
Simplemente no he dormido.
Ah y pienso mantener mis juramentos.