Ya estamos a jueves y me doy cuenta con horror que si no lo remedio ésta lleva camino de convertirse en la segunda semana seguida sin publicar contenido nuevo en el blog. Y eso no puede ser.
Disculpad que os haya tenido tan abandonados, pero es que he estado muy ocupado ganando dinero, que es mi primer objetivo cuando me levanto por la mañana los días laborables.
Sí, ganar dinero, lucrarse, eso tan denostado por algunos con mentalidad de funcionario-o-político-que-cree-que-el-dinero-cae-de-los-árboles y que tratan de evitar a toda costa que hagamos los empresarios pese a que es la única forma de que los pobres pringados que nos hinchamos a pagar impuestos financiemos sus locuras presupuestarias y a tanto yonki del gasto social como abunda por estos pagos.
En fin, cambio de tercio, que me embalo y acabo poniendo verdes de nuevo a Manuela Carmena, a Ada Colau y a sus compañeros de viaje por impedir en Madrid y Barcelona cualquier actividad que corra el riesgo de producir riqueza.
A donde quería llegar es a que en todas partes cuecen habas y que no hay nada que le de más rabia a cierto tipo de personas que el que existan emprendedores con capacidad (y huevos) para, arriesgando su propio capital, echar las redes y luego recogerlas bien cargaditas de rentabilidad.
Y esto es lo que les ha pasado a unos inversores aragoneses que hace unos meses pujaron y se adjudicaron la fábrica de harina de Sariñena por treinta y cinco mil euros.
Que sí, que el precio es irrisorio para semejante edificio y también para los molinos centenarios que contiene en su interior, pero lo cierto es que la subasta fue pública y si se pudo comprar a ese precio fue porque la falta de interés inversor era fácilmente descriptible.
Inmediatamente una asociación de defensa del patrimonio aragonés metió la nariz y reclamó que se iniciaran trámites administrativos para impedir que los adjudicatarios pudieran especular con lo que acababan de adquirir por la vía de catalogar el edificio y su contenido como bien patrimonial industrial aragonés.
En definitiva que unos inversores que se atrevieron con una subasta a la que ni el alcalde de sariñena quiso asistir, ahora ven como desde la Administración les boicotean el negocio y aquí no ha pasado nada.
Y es que estos no son buenos tiempos para los especuladores.