Estoy comenzando a escribir las primeras palabras y aún no estoy seguro de contra quién dirigirlas, si contra el estafador o contra el estafado, porque si bien me indignan, y mucho, los golfos que se abren camino estafando al prójimo, no me indignan menos los subnormales que se dejan estafar por éstos.
Y aún peor en el presente caso, cuando el tontaina deja escaparse al estafador vivito y coleando.
La historia comenzó hace unos seis años en Aranda de Duero, cuando Valentín, el propietario de uno de los magníficos restaurantes de la villa, decidió convertir sus ahorros en ladrillos y compró sobre plano dos pisos (3ºA y 3ºB) que estaban siendo construidos por una constructora local, con la idea de que se los entregan convertidos en un único piso de unos 200 m2.
Ignoro la confianza que el tal Valentín pudiera tener en el constructor, otro tipo llamado Agustín, pero el caso es que le pagó trescientos mil euros como quien le da a un vecino dos euros para que le compre el periódico.
Todo esto con bastante antelación a la entrega de llaves.
Y el caso es que cuando se las entregaron y fueron a firmar la compraventa a la notaría se descubrió el pastel de que la casa estaba ya puesta a nombre de un tal José María, socio de la constructora, quien además no solo había escriturado a su nombre el piso sino que además había puesto el piso como garantía de un crédito hipotecario de ciento noventa y tres mil euros.
¡Vaya pandilla de golfos!
¿Y qué creéis que hizo valentín cuando saltó la liebre?
¿Se fue corriendo al juzgado de guardia a denunciar a los estafadores?
¿Presentó una querella?
Nooooooooo.
Simplemente les creyó cuando le dijeron que se trataba de un error y se sentó a esperar a que solucionaran el papeleo para poder inscribir a su nombre.
Y es que hay gente que si hubieran nacido en Esparta habría ido directamente a parar a un pozo.
Sin embargo otro vecino a quien le ocurrió exactamente lo mismo se puso burro y ahora disfruta tranquilamente de su propiedad.
Pero Don valentín no.
Para este señor la frase "los mansos heredarán la tierra" es más que un futurible muy lejano en el tiempo.
Por eso cuando una semana antes de la subasta se encontró al constructor comiendo en su restaurante, en vez de echarle a patadas y puñetazos, se limitó a preguntarle cuánto faltaba para tener resueltos sus problemillas para poder escriturar.
Y es que los hay que no aprenden.
Y por eso, cuando yo hablé con él la semana pasada y le conté que su casa estaba siendo subastada en el Portal de Subastas el tipo no acababa de creerme.
Me contó que aunque tenía las llaves de la casa y la había metido medio amueblado, nunca se había decidido a trasladarse definitivamente allí porque él era muy legal y no quería hacerlo hasta haber resuelto las escrituras.
Hay que ser primo.
El resto os lo podéis imaginar.
Pero no del todo, porque por lo visto Valentín no es el único tontaina de este relato.
Si os fijáis en la pestaña de "Información General" de la subasta, estos son los datos:
Tipo de Subasta: 365.939 euros
Cantidad reclamada: 199. 896,05 euros
Puja mínima: 109.781, 70 euros (ya he comentado en alguna ocasión que esto se lo saca el secretario de la manga)
Tramos entre pujas: 10.000 euros (otra tontería que se ha sacado de la chistera el aprendiz de secretario)
Pues bien, el primer y único postor de esta subasta lo primero que ofreció fueron 199.781,70 euros, cifra formada por los tres primeros dígitos de la cantidad reclamada y los cinco últimos dígitos de la puja mínima.
Un error muy comprensible que ha costado muy caro.
Obviamente, el postor quería asegurarse el tiro ofreciendo una puja que cubriese la deuda para asegurarse que el juez la aceptase aunque no cubriera el 70% del tipo de subasta. Sin embargo cometió ese error de principiante y no le quedó más remedio que subsanarlo añadiendo otros diez mil euros para poder cumplir con la chorrada de los tramos entre pujas impuesta por el secretario judicial, aprendiz de mago.
Y así llegamos a los 209.781,70 euros que fueron la puja más alta.
Y es que hay errores que valen su peso en oro.
¿Y sabéis lo mejor?
Que el sobrante no va a ir a parar al castrato Valentín, sino a su verdugo, el tal José María, único titular de la finca registral y demandado en la ejecución hipotecaria.
Y es que yo siempre he dicho que esto del ladrillo no es para tontos.