No es mi caso.
Me dedico profesionalmente a las subastas judiciales desde 1991 y desde entonces he participado en cientos de ellas. Durante los primeros años noventa había en Madrid unas cien subastas diarias, a veces más y el número fué declinando hasta que en la época dorada de la economía española -la primera mitad de la actual década- el número de subastas se redujo considerablemente, llegando a la ridícula cifra de dos o tres subastas judiciales diarias, a veces ninguna. Eso llegó a ser así porque la economía española iba estupendamente.
Durante aquellos años en que apenas hubo subastas, dí un giro profesional a mi vida y amplié el radio de acción de mis intereses, aunque nunca dejé de estar pendiente de las pocas subastas que había, tanto en Madrid como en las comunidades autónomas colindantes.
Lamentáblemente la situación ha cambiado drásticamente y durante el pasado año se han producido miles de demandas judiciales por falta de pago de las cuotas hipotecarias. Y claro, el número de subastas se ha disparado y pronto llegaremos de nuevo a las cifras de 1993 y 1994.
Resuenan las trompetas y los subasteros volvemos a vernos por los pasillos de los juzgados.
Las cosas vuelven a ser como antes.