Como no hay dos sin tres, he decidido añadir un nuevo relato y para ello he elegido el enviado por la web amiga Accesosubastas.com, que pondrá los pelos de punta a más de uno.
Se trata de una finca rústica con casa que tenía una hipoteca y varios embargos posteriores, uno de ellos del propio subastero mallorquín, que vendió la casa sin haberla cobrado del todo. Por lo visto los compradores se habían separado y dejado de pagar la hipoteca.
El subastero tenía un cliente potencial, así que decidió ponerse manos a la obra poniendo de acuerdo a los propietarios, al comprador y a todos los acreedores. De los embargos, tres eran de la AEAT, (Hacienda, para entendernos) y cuando el subastero consiguió el saldo pendiente, acudió al notario con todos los datos.
El plan era el siguiente: El comprador hace una hipoteca sobre la finca, el banco hipotecante prepara un cheque para cada acreedor y otro para los propietarios, se paga y listo, cada mochuelo a su olivo.
Y así fue. El notario leyó describiendo todas las cargas, los comparecientes declararon haber cobrado en el acto mediante cheques que se protocolarizaron, el funcionario de la AEAT se comprometió a cancelar sus tres embargos, los representantes de las otras entidades acreedores se pusieron de acuerdo con la gestoría del banco que hizo la nueva hipoteca para facilitarles los documentos para las cancelaciones y, aparentemente, todo quedó atado y bien atado, je-je.
Un año después el director del banco hipotecante le llama a nuestro amigo subastero contándole que quedaba un embargo de la AEAT sin cancelar porque el funcionario de turno se había equivocado al calcular el saldo acreedor pendiente y que, por tanto, no había habido dinero suficiente para cancelar los tres embargos.
La venta se produjo hace tres años y el problema aún colea en los juzgados.