Esta semana pasada hubo una subasta en Madrid que batió record de asistencia y de precio de VPO. Parece increíble, pero cada vez que sale un buen piso y que el tipo de subasta es ridículo, con una fianza enana, los postores se multiplican como setas y al final el precio alcanzado suele ser bastante más elevado que cuando el precio de salida es más normal. Da igual que los asistentes sean subasteros profesionales que saben, o deberían saber, que el precio de adjudicación nada tiene que ver con el de salida, sino solo con el valor real del objeto subastado. El caso cierto es que si el tipo es barato la subasta se llena de gente.
Atentos a esto los legisladores, que dejen de hostiarse entre sí y, si realmente quieren que las subastas sean un éxito de público y de recaudación, que bajen o eliminen las fianzas. Podrían hacer como en Inglaterra, que solo deposita fianza el adjudicatario, una vez celebrada la subasta.
Pero ese no es el tema de hoy. Lo que quiero contar es la historia de Carlos y Gema, felices adjudicatarios en 1.996 de un magnífico ático de 111 m2 construidos con una terraza nada menos que de 96 m2 (en este caso útiles), plaza de garaje de 20 m2 y trastero, VPO del ayuntamiento de Madrid. O sea, un bomboncito de piso en Las Rosas, uno de los barrios nuevos, junto a la M-40.
Teniendo en cuenta el furor que hay hoy en día con los áticos -a la gente se le ha olvidado que son fríos en invierno y sofocantes en verano- se puede comprender que Carlos y Gema se sintieran los más afortunados del mundo. Pero como en las historia reales no siempre se acaba comiendo perdices, las cosas se estropearon entre ellos y el matrimonio se separó, quedándose con la vivienda Gema y la hija de ambos y debiendo irse Carlos, a buscar cobijo a otra parte. Eso sí, aunque no tenía derecho a seguir disfrutando del ático, debía continuar pagando escrupulosamente las cuotas hipotecarias si no quería que el banco se mosqueara y lo sacase en subasta.
Al principio fue así, Carlos continuó pagando su mitad de la hipoteca y las cosas marcharon más o menos regular, hasta que un día Gema decidió que ya era hora de que su novio Pedro se fuera a vivir con ella al ático. No se sabe seguro si fue solo por esto o si ayudó el que un día Gema, que tiene lengua de serpiente, le soltara a Carlos que Pedro tenía la cartera, la polla y el coche más grandes y mejores que los suyos. El caso es que de buenas a primeras Carlos decidió dejar de pagar su parte de hipoteca y se sentó tranquilamente a esperar acontecimientos.
Gema y Pedro pronto se dieron cuenta de que si ellos pagaban la cuota, le estarían pagando la casa a Carlos (a ver quien es ahora el que la tiene más larga, pensaría este) y que si la dejaban de pagar el banco se la quitaría. Menudo dilema. Como esta es una historia española, al final pudo la inquina y no llegaron a ningún acuerdo y la semana pasada se escribió el capítulo final, por cierto de forma sorprendente.
Las VPO suelen comprarse bastante baratas en subasta porque, aunque se pueden comprar a precio libre, tras la subasta siguen calificadas de protección oficial y, por tanto, sigue siendo complicado venderlas. Suelen interesar a los subasteros que las quieran mantener como inversión rentable en alquiler o para aquellos cuyos clientes las quieran para vivir en ellas. Por eso no suele haber demasiada competencia y se pueden comprar relativamente baratas.
En concreto ésta salía a 103.000 euros y la fianza era de 31.000, nada si lo comparamos con el valor de la vivienda. Como he dicho, la subasta batió record de asistencia de postores, que apenas cupieron en la sala. Entre ellos estaban Gema y su novio Pedro, que asistieron solo para enterarse del precio de venta, conscientes de que la mitad del sobrante sería para ellos. Andan detrás de comprarse algo a medias y este dinerillo les vendría muy bien para la entrada. Se conoce que el españolito de a pie no escarmienta nunca.
Para ir abreviando, que hoy es domingo, el precio de adjudicación llegó a la friolera de 271.000 euros y según avanzaba la subasta a Gema se le salían los ojos de las órbitas. Como la deuda completa con el banco era solo de 42.000, su mitad del sobrante iba a ser aproximadamente de 114.500. Y pensar que ella se había llegado a temer que la subasta quedara desierta por culpa de la crisis.
Al ser una vivienda de protección oficial, Gema no habría podido venderla antes de la subasta, a menos que hubiera transcurrido el tiempo fijado en el reglamento. Sin embargo en la subasta cualquiera puede comprarla al precio que sea. Moraleja: Si quieres vender tu casa de protección oficial, simplemente deja de pagar la hipoteca y cruza los dedos.
Postdata: Yo no asistí a la subasta pues no me gusta perder el tiempo, pero me han contado que había una cámara de Intereconomía Televisión. ¿Será que van a utilizar las imágenes grabadas para ilustrar el programa sobre las subastas y los subasteros que creo que van a emitir el sábado 15 de mayo a las 21,30 horas en el programa llamado Crónica-7?