Hace tres mil años había un reino en el sur llamado Tartessos mientras que en el norte astúres, cántabros y vascos talaban árboles y pescaban y en el resto de la península los celtíberos se saqueaban unos a otros. Luego nos fuimos a conquistar Roma acompañando a un general genial llamado Aníbal, pero la cosa terminó mal y acabamos siendo conquistados por Escipión el Africano. Al final no nos fue tan mal y acabamos hablando latín y todo, hasta que los problemas de falta de autoridad de la capital que estaba tan lejos como Roma hicieron que vinieran otros brutos llamados visigodos, los germanos más viajeros que, encantados con el sitio, decidieron quedarse. Y de ahí venimos. Celtas, íberos, latinos y godos, todos follando como locos unos con otros para formar el capital genético que hoy somos los españoles.
El resto de la Historia ha sido un batiburrillo que da vértigo. A los 200 años de instalarse los visigodos llegaron unos talibanes fanatizados y nos dieron de hostias, convirtiendo en esclavos a todos los que no se convertían a su religión. La mitad nos fuimos al norte y el resto se convirtieron al Islam o se quedaron como población semi-esclava durante ochocientos años, que es lo que tardamos en echarles. Luego descubrimos el planeta tierra y lo poblamos, difundiendo nuestra cultura y nuestra lengua, mientras nuestros reyes nos metían durante los siguientes ciento cincuenta años en las guerras de religión europeas, de las que salimos jodidos y escaldados. Tranquis que ya me voy acercando al final.
Tras otros ciento cincuenta años de relativa calma y prosperidad en los que se produjo un cambio de dinastía, tropecientas guerras exteriores y alguna guerra civil, ya entrado el siglo XIX llegaron otra vez los de fuera a hostiarnos, con la complicación de que simultáneamente iniciamos otra especie de guerra civil (siempre nos gustaron las guerras civiles) y tras echar a los foráneos nos metimos de lleno en un siglo lleno de guerras civiles, pronunciamientos, cambios de régimen y todo tipo de follones que culminaron en la más incivil de todas las guerras civiles.
Y ahí estamos ahora, cuarenta y cinco millones de descendientes biológicos fruto de los folleteos de aquellos celtas, íberos, latinos y germanos, que hemos tenido una historia puteada y sangrienta, que hemos echado al moro y luego hemos difundido nuestra cultura y lengua por medio planeta y hemos degollado juntos a los herejes y nos hemos degollado entre nosotros, que tenemos todos el mismo origen y la misma cultura. Y este domingo pasado por la tarde todos nosotros latíamos con el mismo corazón y fueron nuestras gargantas las que en todos los pueblos de nuestra geografía y en muchísimas ciudades del extranjero en el mismo segundo de la noche vociferaron estentóreamente una misma palabra, una con dos consonantes y mil vocales: GOOOOOOOOOOOOOOOL.
Nunca me ha gustado el fútbol y tampoco doy demasiada importancia histórica a haber ganado el Mundial, que se lo llevará el viento. Lo que me interesa y me intriga muchísimo es este fenómeno que ha sido capaz de que millones seres con el mismo origen coincidiéramos con el mismo anhelo en el mismo instante.