No entiendo que haya quienes odian la Navidad, el más entrañable periodo del año desde que tengo recuerdos. Cuando era niño la disfrutaba, pues eso, como un enano. Posteriormente, formada ya mi propia familia, la disfruté a través de mis propios hijos y ahora, que ya han seguido su propio camino y viven lejos de casa la sigo disfrutando viendo como van regresando según se acercan estas fechas.
Pero no todo el mundo va a poder disfrutar de tan entrañables fechas.
Ha ocurrido hace unos días en un juzgado de Vizcaya, en el que a medio día se presentan llorando una señora, con sus cinco hijos, dos de ellos disminuídos psíquicos, una jovencita, una niña pequeña y un bebé en su cochecito. Todos llorando y sin saber qué hacer porque la señora, al regresar de uno de sus trabajos se encuentra con la comisión judicial y dos ertzainas que solo le permiten coger a toda leche dos o tres bolsas con ropa y les cierran la puerta en las narices.
La pobre jura y perjura que no tenía ni idea de que el lanzamiento estaba señalado para ese día y manifiesta que, aunque sabía que la vivienda se iba a subastar, el prestamista que le había enmarronado le había prometido que no llegaría el agua al río.
- Un tal Goiti nosequé, que me prestó solo tres mil euros y que me hizo firmar no se cuántos papeles y al final acabó reclamándome treinta mil euros un año después. No me pregunte usted más porque no tengo ni idea de cómo pasó.
-¿Y después de hacerle algo así, como se sigue fiando de él y no ha intentado remediar la situación?
- Estoy sola y no tengo dinero. Mira mi situación familiar, aquí la estás viendo. Si no me fío de él, de quién me voy a fiar si es a él a quien debo el dinero. La casa era de herencia y era lo único que tenía. No me queda nada.
- Pues aquí no podemos ayudarte. Tal como has venido aquí, vete al ayuntamiento y habla con el asistente social. Explícale sinceramente tu situación y dile que no tenéis dónde dormir. Ah, y al usurero ese dile que te permita entrar a recoger tus cosas.
Los que estamos en el ajo sabemos exactamente lo que le ha pasado a esta ignorante que se ha cruzado con Webenezer Scrooge en un momento de necesidad. Todos los morosos empedernidos son iguales, no hay más que enseñarles tres mil euros en billetes y lo único que preguntan es dónde hay que firmar. Eso el Sr. Scrooge lo sabe muy bien y si además conoce a algún notario sin escrúpulos pues ya está todo dicho.
Mucho me temo que este cuento va a ser muy distinto al de Charles Dickens y no va a acabar bien. A ver quién le cuenta a esta pobre señora que la Navidad es la familia unida y que, solo por eso, no lo tiene todo perdido.
POST DATA (24-dic): Bueno amigos, esta noche es Nochebuena y mañana es Navidad. Os deseo a todos los que sois o habéis sido lectores de este blog que disfrutéis con vuestras familias de estas fechas entrañables.