El muy hijo de puta se te acerca y te dice que o le das tres mil euros o entra en la subasta y te sube treinta mil.
Cuando yo empecé profesionalmente en este negocio, esto era aún frecuente en las subastas judiciales y eran pocos los que no lo habían sufrido alguna vez. La inmensa mayoría de los subasteros iban a las subastas a comprar (si podían) por derecho, pero aún quedaban algunos elementos indeseables que solo iban a poner el cazo, expresión empleada para estos casos.
En este otro artículo explico con detalle este lado oscuro de los subasteros.
Es muy fuerte que hayan transcurrido casi 20 años y que todavía queden algunos elementos que crean que en este mundillo se puede vivir sin trabajar, gorroneando del trabajo de los demás. Ha ocurrido en Santander, donde un marrullero de estos ha sido detenido por intentar alterar el precio de una subasta. El desgraciado le echó aún más morro porque se había presentado unos días antes a los copropietarios de una parte indivisa que iba a salir a subasta, lógicamente interesados en adquirir la otra mitad y les había amenazado con subirles las pujas si no le daban nada menos que entre 20.000 y 30.000 euros. Es más, su amenaza fue más lejos cuando les dijo que si lo compraba él, después de la subasta instaría una nueva subasta, esta vez de la vivienda completa, y les echaría a la calle, ¿se puede ser más bravucón?
Y además de bravucón, idiota. Porque hace falta ser besugo para concertar una cita posterior en la que claro, la Guardia Civil ha pillado con las manos en la masa, ¡que se joda!
Se les podría haber presentado ofreciendo sus servicios para ayudarles a adjudicarse la subasta pero no, siguiendo sus malos instintos, que hay quienes han nacido para hampones, el tío prefirió tirar por el camino de la amenaza y la extorsión. Le deseo lo peor porque es la gentuza de esta calaña quienes provocan comentarios como este (último párrafo).
A mí mismo, sin ir más lejos, hace unos meses se me acercó un anormal que se ha metido muy recientemente a subastero y pretendió que le diera dinero bajo la amenaza de mejorarme la postura en una subasta que yo me había adjudicado provisionalmente por debajo del 70% del tipo. Por lo visto el muy gilipollas había hablado con el demandado y antes de decidirse quería comprobar si me podía sacar algo. Al pobre idiota le expliqué brevemente, en términos muy sencillos, lo muy errónea que era su actitud. Y lo entendió a la primera.