Esta semana santa, por gusto, releí un libro de los que siempre da gusto tener cerca: “Beating the Street”, de Peter Lynch. La primera vez que tuve el placer de leer este libro fue hace ya más de 12 primaveras, siendo yo un estudiante convencido de que el camino de Lynch era sencillo y ancho, y sin entender cómo podía haber tanta gente que no lo entendiera. No hicieron falta muchos años para darme cuenta de que ni las cosas eran tan sencillas, ni tan complicadas como otros quieren hacer que sean.
Beating the Street es un gran libro. Se lee deprisa, no tiene grandes fórmulas matemáticas, no tiene un lenguaje complicado. Tampoco tiene el secreto de la gallina de los huevos de oro. Aunque se acerca. Lynch está más preocupado durante cada página en cambiar la mentalidad del inversor que en explicarle qué son los mercados financieros. En decirle: no hay cuchara.
Pero “Beating the street” es también un libro para novatos (novatos da igual la experiencia que se tenga en bolsa) y nunca lo pondría entre mis libros favoritos. ¿Por qué? Pues porque hay muchísimos libros mucho mejores, que dicen lo mismo, bien dicho y además explican formas de invertir. Ahí tenemos por ejemplo “Margin of Safety”, de S. Klarman, o el propio “Inversor inteligente”, de B. Graham, por citar dos referencias del value investing.
Y además, con perdón al maestro Lynch, debo decir que está equivocado en una cosa fundamental. En algo enorme. En algo en lo que un genio como Lynch no podría equivocarse. Aunque otros muchos genios caen en el mismo error (P.Tudor Jones, por ejemplo, o G. Soros). Y es que se empeñan en asegurar que lo más importante en los mercados financieros es “desaprender”. Lynch asegura que envidia a la gente que se acerca por primera vez a los mercados porque tienen menos que “desaprender”.
Entiendo a dónde quiere llegar, por supuesto. No quiero sacarlo de contexto. Pero la idea subyacente es equivocada. Es evidente que no hace falta ser un nóbel para triunfar en los mercados financieros. Es más, ser premio nóbel de economía no asegura el éxito, y ahí está el ejemplo del Long Term Capital Management.
Pero lo curioso es que casi todos los grandes inversores míticos tienen una formación financiera espectacular. Citando solo algunos, siempre con track record demostrado:
George Soros, graduado en London School of Economics. Jim Rogers, graduado en la Universidad de Yale y por el Balliol College, de Oxford. Ray Dalio, graduado por la Long Island University y MBA en Harvard Business School. Benjamin Graham, se graduó de Columbia, a los 20 años. Warren Buffet, graduado en la Universidad de Nebraska, y en Columbia Business School. Bill Gross, graduado en la Duke University y CFA. John Paulson, graduado por la New York University Stern School of Business y MBA en Harvard Business School. Seth Klarman, graduado por la Cornell University y por Harvard Business School. F. García Paramés, Licenciado en la Universidad Complutense y Máster del IESE. Edouard Carmignac, licenciado por la Universidad de París y MBA en Columbia Business School. P. Tudor Jones, graduado por la Universidad de Virginia y admitido en Harvard (aunque no asistió porque “no le iban a enseñar nada”). J.M. Keynes (un gran inversor, además de economista), licenciado en la Universidad de Cambridge. A. Kostolany, no estaba graduado, pero era universitario. Tuvo que abandonar sus estudios en la Universidad de Budapest. El propio Peter Lynch, era graduado en el Boston College y MBA en Wharton.
En el párrafo anterior están representados suficientes tipos diferentes de inversores y de estilos. En todos coincide una cosa: éxito en los mercados financieros. Ah, sí, y graduado en universidades de prestigio (algunos se costearon los estudios con becas y trabajos alternativos). Así que todos tuvieron mucho que desaprender, según Lynch.
Todo lo anterior no es una defensa de los universitarios, sino de la formación. Formación entendida como se desprende del interior del Gaudeamos Igitur.
Insisto, entiendo a dónde quiere llegar el autor, pero no me gusta cómo lo expresa, porque puede engañar. Es cierto: no todos los licenciados en Wharton son excelentes inversores. Pero excelentes inversores salen de Wharton.
No todos los graduados, sea donde sea, son grandes inversores. Pero la mayoría de grandes inversores, son graduados.
A dónde quiero llegar, en realidad, es a subrayar una vez más que la formación es fundamental para afrontar con éxito los mercados financieros. Y formarse no es leerse el libro de Murphy. Ni el de Graham. Ni tampoco ir a la Universidad de Oxford.
Formarse exige una evaluación continua. Exige reconocer que nunca se sabe lo suficiente. Que siempre hay algo nuevo. Una nueva visión, una nueva idea. Humildad. Dejar que otros, que quizá sean más jóvenes, te enseñen algo nuevo. Exige unas cualidades que siempre van ligadas al éxito en los mercados financieros.
Las cosas en los mercados no cambian, eso es cierto: el “esta vez es diferente” es una frase peligrosa. Pero también es una frase de doble filo. Porque las cosas en los mercados siempre cambian y siempre es diferente. Lo que no cambia es el comportamiento humano.
En ningún curso, sea quien sea quien lo imparta, sea en Oxford, la Complutense o en la Universidad de Navaltorrijo de abajo, en ninguno te van a enseñar a triunfar. Pero en todos puedes aprender algo, por poco que sea. Esto no significa que haya que acudir a todos. Hay que ser muy selectivo, porque algunos cursos son peligrosos y pueden enseñarnos cosas que sí que hay que desaprender. Pero si nos enseñan que lo que hay que hacer es desaprender, ya es algo importante. Fundamental.
En realidad, cuando nos damos cuenta de eso, no es la cuchara la que se dobla, sino tú mismo.