Ningún país experimentó nunca una transformación económica como la que ocurrió en Japón entre los años 1953 a 1973. La economía nipona creció a unas tasas anuales impresionantes, impulsada por su Gobierno a través de los ministerios de Comercio Internacional e Industria y de Hacienda principalmente.
El Gobierno japonés diseñó un plan de crecimiento económico a largo plazo digno del mismísimo Sun Tzu. Así, éste elegía las industrias estratégicas que liderarían el crecimiento económico del país y, por medio de concesiones de licencias a la importación y de préstamos fáciles, dirigía la inversión privada hacia estas industrias. Además, el Gobierno japonés protegería a estos sectores frente a la competencia exterior para que pudieran afianzarse en el mercado doméstico. Una vez afianzadas en el mercado nipón, las empresas estratégicas (siempre apoyadas por el Estado) comenzarían su expansión exterior hasta derrotar a sus competidoras extranjeras en su propia casa. La ayuda incesante del Gobierno japonés supuso que los directivos de estas empresas comenzaron a ignorar la rentabilidad de sus inversiones, centrándose exclusivamente en ganar cuota de mercado y en la expansión internacional.
Uno de los elementos más curiosos de la economía japonesa era el de los KEREITSU. Estos eran grupos de empresas aliadas organizadas alrededor de un banco poderoso que tenía fuertes participaciones en sus accionariados. Gracias al Kereitsu, las empresas no se financiaban con acciones ni con bonos sino que lo hacían con préstamos concedidos por su banco principal. De esta forma, los directivos nipones no se preocupaban de la opinión de los mercados sobre sus decisiones estratégicas. Dicho de otra forma, las empresas niponas no tenían que mostrar una rentabilidad respetable a corto plazo para financiarse a precios razonables.
El elevado proteccionismo del Estado durante las cuatro décadas anteriores al pinchazo de la burbuja, tranquilizaba a los ciudadanos japoneses, los cuales no se preocupaban de la calidad de los créditos que concedían sus bancos pues, en caso de catástrofe, "papá Estado" intervendría y nunca permitiría que perdieran su dinero.
Pero papá Estado estaba más preocupado con el crecimiento de su economía que con la seguridad financiera de sus ciudadanos. Así, decidió liberalizar el sector bancario para que los bancos tradicionales (muy conservadores), presionados por la nueva competencia, decidieran tomar mayores riesgos, concedieran más créditos que impulsaran la inversión y, finalmente, colaboraran en el crecimiento económico. La calidad de los préstamos y de las inversiones bancarias cayó en picado pero el incremento de su volumen ayudó a hinchar enormemente la economía japonesa.
Así, a principios de los 90, la capitalización de la bolsa japonesa era mayor que la de la bolsa americana, aunque la población norteamericana y el PIB norteamericano duplicaban a la población y PIB japoneses. Las grandes empresas se vendían a PERes de 60 veces y más. A esto debemos añadir un aumento sin precedentes del precio de la tierra. Esta fiebre especulativa se estaba financiando por las empresas financieras a unos tipos ligeramente superiores a los del mercado.
Estas circunstancias tan extraordinarias y anormales, generaron una crisis tan, o más, extraordinaria y anormal. De hecho, desde 1991, durante 16 años de crisis económica, el PIB japonés en términos reales sólo ha mostrado números rojos en tres años: 1997 (-0,70), 1998 (-1,30) y 2001 (-0,80). Es una crisis sin crisis. El problema se debía a que las tasas de crecimiento japonesas eran bajas y no bastaban para satisfacer toda la capacidad económica del país.
En este entorno de crisis, el Gobierno japonés decidió actuar (aunque lo hizo bastante tarde). Primero subió los tipos para intentar frenar el crecimiento y evitar el crack (les salió mal). Después bajaron los tipos de interés al mínimo para potenciar el gasto y la inflación (les salió mal). Por último, intentaron reanimar la economía a través del gasto público (¡keynes para todos!) pero el envejecimiento de la población impidió al Gobierno seguir con estos planes de forma sostenible ya que dichos fondos se necesitaban para garantizar las pensiones (les salió mal). Y así desde 1991 hasta 2004.
Pero en los últimos años el Gobierno japonés parece que ha descubierto el motivo real de la crisis: la pérdida de confianza de los japoneses en su sistema financiero. Esta es la clave. Así que las últimas medidas han ido dirigidas a sanear los bancos y recuperar la confianza. Para ello, todas las medidas han buscado crear inflación para subir tipos y así: 1) presionar al ahorrador japonés a gastar e invertir so pena de pérdida de valor temporal del dinero y 2) mejorar los márgenes bancarios, hacerlos rentables y que recuperen la confianza perdida.
JAPÓN Y LA INVERSIÓN A LARGO PLAZO
Como hemos visto, la crisis japonesa es muy especial. No por ello podemos pensar que nunca va a volver a repetirse, pero hay que reconocer que es una anomalía dentro de la Historia Económica mundial. Factores familiares como el incremento del precio de la tierra y el envejecimiento de la población se mezclan con factores tan raros como los Kereitsu, el "extraño intervencionismo" (por llamarlo de alguna manera) del Gobierno japonés, la falta de respeto a los mercados financieros por parte de los directivos japoneses, la falta de confianza en el sistema bancario, la falta de rentabilidad y de criterio de los bancos... en fin, muchos más aspectos anormales que normales.
Y en este entorno tan anormal, tenemos el único caso en la historia de las economías de los países desarrollados en el que la Bolsa baja durante más de cinco años. ¿Es esta la prueba de que el "Comprar y Mantener" es una estrategia peligrosa, "inmadura" o errónea? Yo creo que no. Y creo esto porque en circunstancias normales (es decir, si todo ocurre como ha ocurrido desde que las Bolsas son Bolsas y el capitalismo es capitalismo) el "Comprar y Mantener" funciona. Así de claro. Sólo una vez (en el caso de Japón) esta estrategia no ha funcionado y fue en un caso extremadamente raro y con unos factores propios de un país concreto como Japón (con el kereitsu como máximo exponente). Esto no quiere decir que no se pueda volver a repetir. Simplemente demuestra que lo que pasó es muy raro y que vuelva a pasar es aun más raro (porque todos los gobiernos y economistas lo han estudiado hasta la saciedad).
Por tanto, no podemos rechazar el "Comprar y Mantener" por haber fallado en una irregularidad. Cualquier otra estrategia de inversión a corto y medio plazo tiene muchísimos fallos en un entorno de absoluta normalidad. En entornos de anormalidad absoluta (como en el caso de Japón) ya ni hablamos. Análisis Técnico, Elliot, Análisis Fundamental cortoplacista, Market Timing con la Economía, Rotaciones de Carteras... todos fallan a diario pero, a diferencia de lo que ocurre con el "Comprar y Mantener", se toma como algo normal y no por ello se rechaza cada método. Sólo el "Comprar y Mantener" ha resultado infalible en un entorno normal. Ningún otro método de inversión ha demostrado ser tan rentable y tan fiable. Ninguno. Y el que diga lo contrario que lo demuestre.
JAPÓN Y EL INVERSOR EN VALOR
La crisis japonesa es un claro ejemplo de irracionalidad. Cuando los directivos ignoran la rentabilidad, la seguridad de las inversiones, la salud financiera de su empresa, los márgenes y la operatividad sostenible, la pervivencia de las empresas peligran. Si esto lo hace el sistema bancario impulsado por un Gobierno irresponsable, genera una crisis que lleva ya 16 años.
EL inversor en valor debe juzgar la estrategia y la rentabilidad de sus empresas. Debe valorar la preocupación por la creación de valor por parte de los directivos. Debe estudiar la estructura financiera de las empresas. Debe analizar, en definitiva, cómo está llevando la empresa el equipo directivo y si con sus decisiones se puede logran un crecimiento razonable y sostenible durante el largo plazo.
En caso negativo, el inversor en valor debe recordar los hechos de Japón y buscar inversiones más seguras. En caso positivo, el inversor en valor debe comprar las buenas empresas a precios razonables y dejar que el tiempo corra a nuestro favor. Esta es mi estrategia de "Comprar y Mantener". "Comprar y Mantener" buenas empresas, rentables, sólidas y bien dirigidas, con las lecciones de la Historia Económica bien aprendidas, siendo una de ellas la más repetida en este blog: "Comprar y Mantener es una estrategia ganadora siempre, excepto en casos de puntualísima gravedad y anomalías CASI irrepetibles". Porque, si las crisis son del tipo habitual, el "Comprar y Mantener" bate a cualquier otra estrategia. Esto es un hecho IRREFUTABLE.
NOTA FINAL
Lo he repetido y lo volveré a repetir: la única estrategia que ha demostrado ser válida a lo largo de los siglos de funcionamiento de las Bolsas es el "Comprar y Mantener".
Si los conocimientos financieros del inversor son elevados y dispone del tiempo necesario, puede buscar buenas empresas a buenos precios que, en el largo plazo, puedan reportar beneficios superiores a la media. Si, por el contrario, los conocimientos financieros del inversor son escasos, "Comprar y Mantener" un índice es una estrategia muy rentable que durante toda la Historia de las Bolsas (salvo en el excepcional ejemplo de Japón) ha servido para batir con creces a la inflación. Sin duda, es el mejor fondo de pensiones (más rentable, más seguro y más barato) del ahorrador medio y no porque lo diga yo, sino porque la Historia de la Bolsa así lo demuestra.
PD: Os recomiendo el artículo de Bolsabanana sobre Nick Leeson. Un buen ejemplo de cómo arruinarse especulando con el Nikkei. Desde aquí mi enhorabuena a Bolsabanana por su estupendo blog. :)