Imagina por un momento que fueras gestor y que hubieras comprado las magnificas acciones por fundamental de ING a casi 30 euros ahora cotizando a 20 y de milagro, dime que haría un cliente de los fondos gestionados por ti
a) darte una palmadita en la espalda, tranquilo estoy ya que vamos a largo y me consuelo
b) salirse de tu fondo echando pestes y dirigiéndose a tu puesto de trabajo con un escopeta de caza para ajustarte las cuentas
piénsalo por un instante.
No sé si queriendo o sin querer, Javier describió a la perfección una de las principales ventajas de los inversores particulares que, sin embargo, raras veces aprovechamos: la presión del benchmark sobre los profesionales.
Los profesionales deben rendir cuentas una vez cada tres meses a dos tipos de personas tradicionalmente poco comprensivas con las pérdidas: los clientes y los jefes. A los primeros les interesa más la evolución del capital invertido sin más, mientras que a los segundo le interesa la evolución del capital respecto al bechmark, principalmente.
Como los gestores de fondos no pueden permitirse tener un performance inferior al del benchmark, suelen desprenderse de todos aquellos activos que durante el trimestre se estén comportando peor. No importa que hayan sido comprados a un buen precio. No importa que las perspectivas a largo plazo sean buenas. Si a corto plazo unas determinadas acciones se están portando mal, las venden sin miramientos. Esto genera más ventas entre gestores y la bola de nieve va aumentando.
Otra gran desventaja de los gestores profesionales, es que si su fondo se comporta mal por culpa de Telefónica o del Banco de Santander, no tiene que dar demasiadas explicaciones. Sin embargo, si ese mal comportamiento es debido a una o dos empresas desconocidas que tiene en cartera, le van a crucificar. Esto tiene una doble implicación: 1) los gestores tienden a refugiarse en valores grandes cuando todo va mal (no en todos los valores grandes, pero sí en la mayoría) y 2) en periodos negativos, las ventas en empresas pequeñas son rabiosas, incrementando aun más las pérdidas (más o menos lo que le pasa a Bestinver).
Estos comportamientos irracionales y que poco ayudan al capital de los partícipes, suponen una de las mayores ventajas del inversor particular sobre el profesional.
Cuando éstos venden sin importarles la relación valor/precio (centrándose exclusivamente en el comportamiento del precio a muy corto plazo), se generan descensos en los precios de las acciones y mucha volatilidad. El miedo se contagia de un gestor a otro y acciones de alta calidad van viendo cómo su cotización es cada vez menor. La diferencia entre valor y precio se incrementa, haciendo que dichas acciones presenten cada vez un mayor margen de seguridad. En el caso de las small caps, este efecto es devastador.
La ventaja de los inversores particulares está en que no tienen que dar explicaciones a nadie de la evolución trimestral de su cartera. Por tanto, pueden aprovechar las ventas irracionales y cortoplacistas de los gestores profesionales para comprar acciones de alta calidad a buenos precios. Mientras que un profesional puede perder su puesto de trabajo si ve caer unas acciones durante seis meses, ¿qué más le da a un particular?
Como sabéis, hay dos acciones en España que me gustan especialmente: FCC y ACS. Dos de un mismo sector, aunque con notables diferencias en el nivel de riesgo, mayor en la segunda que en la primera. Son dos empresas muy sólidas, muy bien dirigidas, con buenos dividendos, líderes en su sector y con una ciclicidad moderadamente alta (se han diversificado mucho).
A pesar de sus cualidades, sus cotizaciones no dejan de caer y es que, ante un escenario macro negativo de uno o dos años de duración, ¿quién quiere una constructora en cartera por muy buena que sea? Desde luego, nadie que tenga que dar explicaciones cada tres meses del performance de una cartera. Sin embargo, personas como Baldomero Falcones, EK, Florentino Pérez, los Albertos... sí parecen estar interesados en empresas de este estilo. ¿A caso creen que no van a caer más? Eso no lo sé. Lo que sí sé es que poco les importa ya que no tienen que dar explicaciones si el precio cae más durante los próximos dos años. De nuevo la inversión empresarial nos da lecciones maestras.
Todos los grandes inversores de la Historia han aprovechado los movimientos bajistas para cargar y los alcistas para descargar. Todos cumplen a la perfección el cliché “compra barato y vende caro”. A medida que el precio cae van comprando hasta que se les acaba la liquidez y, una vez “secos”, se sientan y esperan. Esperan con la tranquilidad de quien no tiene que dar explicaciones, mientras que compran buenas empresas a precios de ganga creados por las ventas de quienes sí tienen que dar explicaciones.
Sin embargo, los pequeños inversores particulares no solemos comportarnos así. Al contrario, intentamos medir el mercado como hacen los gestores profesionales. Centramos nuestras carteras en batir a un índice, en lugar de a satisfacer nuestras propias necesidades. Parece que nos obsesiona la ganancia a corto plazo. Nos ponemos las mismas trabas que condenan a los gestores profesionales a obtener rentabilidades mediocres. Y todo porque vamos a la Bolsa a comprar y vender cromos, sin dejarnos llevar por la tendencia natural de la economía.
Si obtener rentabilidades es uno de los trabajos más complicados del mundo, estaréis conmigo en que es poco inteligente imponernos dificultades que no tendríamos por qué soportar. Invertir a largo plazo, sin importarnos los movimientos cortoplacistas del mercado, nos permite aprovechar los errores de los profesionales y obtener rentabilidades superiores a las de éstos. Lo contrario, actuar como si tuviéramos que dar explicaciones cada tres meses, sería cometer los mismos errores que ellos.
Lo hemos comentado muchas veces por aquí: el mejor stop loss siempre ha sido y será el paso del tiempo. Y, como dicen nuestros amigos técnicos, nadie debería invertir sin stop.