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EL FRACASO DE PROBITAS, UN ÉXITO PARA EL MERCADO
Jesús García
15/07/2004
Los que contrataron acciones inexistentes de Probitas en el mercado gris se han debido quedar pedaleando al borde del precipicio a la vista de que el subyacente ha muerto. No es posible liquidar sobre un vencimiento inexistente. Cabe la triste posibilidad de empapelar la habitación o la oficina con los contratos mientras la miel se convierte en hiel en los labios, a sólo dos días de la salida a Bolsa.
Los comerciales de los bancos colocadores, que habían prometido el oro y el moro y habían dicho a sus clientes que pidieran un poquito más por si acaso la demanda era excesiva, tienen tiempo de dar marcha atrás igual que han hecho los propietarios de Probitas, a los que les ha podido el pánico del mercado soberano.
La demanda de los profesionales ha fallado. Era una prueba de fuego poner en el mercado el 50% de una empresa de estas características y riesgos y colocar el 65% en un tramo internacional, el 25% en el institucional y el resto, tan sólo un 10%, en el minoritario. Este tipo de OPVs sólo las salva los minoritarios, a juzgar por lo que ha pasado en otras ocasiones, pero éstos también han dicho “nones”.
El quid, como siempre, ha estado en los precios. El hecho relevante escrito en clave eufemística habla de la alta volatilidad de los mercados y la situación desfavorable de los mismos, así como “la imposibilidad de fijar el precio para las acciones +(...)”. Sin duda, el rango de precios ha sido considerado excesivo por una mayoría de analistas y el desliz de establecer el mínimo minorista en la banda alta de 2,7 y 3,3 euros ha desencadenado aún más si cabe la controversia por no decir el cabreo de la parroquia.
Aunque la posibilidad de que la OPV saliera adelante era alta, finalmente se han cumplido los peores augurios. El proceso de book building ha resultado lento y tedioso, repleto de órdenes condicionadas, y de ningún modo por lo mejor. El famoso descuento del 30% sobre el precio del que habló el presidente de la empresa Víctor Grifols no ha sido considerado por los previsibles compradores.
El gozo en un pozo de la familia Grifols. Se trata, una vez más, de la típica operación en la que accionistas y colocadores se confunden. Empieza a ser un clásico en Bolsa. Una transacción en la que el Santander, antes de iniciarse la OPV, amplió su participación del 11,6% al 21,7% sin desembolsar un euro como pago por no obtener la rentabilidad pactada -un 15% sobre las inversiones- cuando entró en Probitas allá por 2001, según consta en el folleto. Igual pasó con el Deutsche Bank, que acordó una rentabilidad mínima cuando aterrizó en la empresa sanitaria.
La paralización de la salida a Bolsa echa por tierra las posibilidades de recuperar parte de sus inversiones para ambos socios. Por otro lado, en la mesa queda la amortización de parte de un crédito de 225 millones de euros que se iba a hacer gracias a la OPS. En el folleto se da cuenta de éstas y otras limitaciones y riesgos de la compañía que, sin duda, han sido observadas con lupa por los profesionales.
El mercado de las OPVs ha sufrido una sacudida tras esta rebelión de la Bastilla, en un día tan señalado, dejando claro que no se pueden ofrecer duros a seis pesetas y que tras la pérdida de confianza sufrida tras la lluvia de ofertas que vinieron con la euforia y el boom de Internet, los ahorradores y los profesionales han ganado en madurez.
Que se posponga una OPV de estas características es, sin duda, un éxito para el mercado, que destierra a quien no le merece confianza.