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Participaciones del usuario Antoine - Política

Antoine 09/03/21 18:20
Ha respondido al tema Año 2014
 El día que acabó la crisis, Juan José Millás.Un buen día del año 2014 nos despertaremos y nos anunciarán que la crisis ha terminado. Correrán ríos de tinta escritos con nuestros dolores, celebrarán el fin de la pesadilla, nos harán creer que ha pasado el peligro aunque nos advertirán de que todavía hay síntomas de debilidad y que hay que ser muy prudentes para evitar recaídas. Conseguirán que respiremos aliviados, que celebremos el acontecimiento, que depongamos la actitud crítica contra los poderes y nos prometerán que, poco a poco, volverá la tranquilidad a nuestras vidas.Un buen día del año 2014, la crisis habrá terminado oficialmente y se nos quedará cara de bobos agradecidos, nos reprocharán nuestra desconfianza, darán por buenas las políticas de ajuste y volverán a dar cuerda al carrusel de la economía. Por supuesto, la crisis ecológica, la crisis del reparto desigual, la crisis de la imposibilidad de crecimiento infinito permanecerá intacta pero esa amenaza nunca ha sido publicada ni difundida y los que de verdad dominan el mundo habrán puesto punto final a esta crisis estafa —mitad realidad, mitad ficción—, cuyo origen es difícil de descifrar pero cuyos objetivos han sido claros y contundentes: hacernos retroceder 30 años en derechos y en salarios.Un buen día del año 2014, cuando los salarios se hayan abaratado hasta límites tercermundistas; cuando el trabajo sea tan barato que deje de ser el factor determinante del producto; cuando hayan arrodillado a todas las profesiones para que sus saberes quepan en una nómina escuálida; cuando hayan amaestrado a la juventud en el arte de trabajar casi gratis; cuando dispongan de una reserva de millones de personas paradas dispuestas a ser polivalentes, desplazables y amoldables con tal de huir del infierno de la desesperación, entonces la crisis habrá terminado.Un buen día del año 2014, cuando los alumnos se hacinen en las aulas y se haya conseguido expulsar del sistema educativo a un 30% de los estudiantes sin dejar rastro visible de la hazaña; cuando la salud se compre y no se ofrezca; cuando nuestro estado de salud se parezca al de nuestra cuenta bancaria; cuando nos cobren por cada servicio, por cada derecho, por cada prestación; cuando las pensiones sean tardías y rácanas, cuando nos convenzan de que necesitamos seguros privados para garantizar nuestras vidas, entonces se habrá acabado la crisis.Un buen día del año 2014, cuando hayan conseguido una nivelación a la baja de toda la estructura social y todos —excepto la cúpula puesta cuidadosamente a salvo en cada sector—, pisemos los charcos de la escasez o sintamos el aliento del miedo en nuestra espalda; cuando nos hayamos cansado de confrontarnos unos con otros y se hayan roto todos los puentes de la solidaridad, entonces nos anunciarán que la crisis ha terminado.Nunca en tan poco tiempo se habrá conseguido tanto. Tan solo cinco años le han bastado para reducir a cenizas derechos que tardaron siglos en conquistarse y extenderse. Una devastación tan brutal del paisaje social solo se había conseguido en Europa a través de la guerra. Aunque, bien pensado, también en este caso ha sido el enemigo el que ha dictado las normas, la duración de los combates, la estrategia a seguir y las condiciones del armisticio.Por eso, no solo me preocupa cuándo saldremos de la crisis, sino cómo saldremos de ella. Su gran triunfo será no sólo hacernos más pobres y desiguales, sino también más cobardes y resignados ya que sin estos últimos ingredientes el terreno que tan fácilmente han ganado entraría nuevamente en disputa.De momento han dado marcha atrás al reloj de la historia y le han ganado 30 años a sus intereses. Ahora quedan los últimos retoques al nuevo marco social: un poco más de privatizaciones por aquí, un poco menos de gasto público por allá y voilà: su obra estará concluida. Cuando el calendario marque cualquier día del año 2014, pero nuestras vidas hayan retrocedido hasta finales de los años setenta, decretarán el fin de la crisis y escucharemos por la radio las últimas condiciones de nuestra rendición. 
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Antoine 25/08/20 22:03
Ha respondido al tema Un simple ejercicio
yo ya llevo pagando como 35 o 38 años.Lo que ocurre, supongo que es bueno y no malo, que con lo que llevo pagando todos esos años se han construido hospitales (la tasa de mortalidad infantil ha descendido), se han construido escuelas y pagado profesorado (ha disminuido la tasa de analfatebismo), se han hecho autovías (que todavía recuerdo como para ir desde Andalucía a Madrid tardabas 7 u 8 horas detrás de una inmensa cola de camiones), se han hecho aeropuertos para que todos los jóvenes de ahora viajen y conozcan nuevos países, ....Pues que no me digan que el sistema de pensiones es insostenible, después de haber dejado un 80% de mi valor generado, en aportaciones al "Tesoro Público", durante esos 35 o 38 años.Es lo que quería decir, que aquí hay más zánganos que hormigas.O dicho de otra forma, que no hay suficientes hormigas para tanto zángano.Un saludo.
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Antoine 08/09/15 22:28
Ha respondido al tema Catalunya-España 2015 (cosas que pasan)
A medida que se acercan las elecciones autonómicas, cobra importancia el dilema de todo burgués catalán a quien asusta el giro independentista del presidente Mas. A este burgués, ya sea industrial, comercial o laboral (éste, hoy, mayoritario), le disgusta la incertidumbre que provoca el proceso soberanista. Incluso el que desearía la independencia duda de que Cataluña se mantuviera en la Unión Europea o reingresara a corto plazo. Y cuando mira a los hechos, le duele reconocer que la experiencia de los últimos 38 años no garantiza que Cataluña se convierta en Austria o Dinamarca, pues en calidad de gobierno hoy se asemeja más a Portugal. Al fin y al cabo, quienes no han sabido construir una autonomía mejor que las demás, ¿por qué iban a superarse al transformarla en Estado independiente? El burgués catalán también teme los vaivenes que puedan sufrir su negocio y su puesto de trabajo. Y le irrita que le acusen de tímido; a él, que ha arriesgado su fortuna en mil batallas. Todo para que, en caso de seguir adelante el proceso, quienes hoy le acusan se apropien los posibles beneficios. No le faltan motivos para desconfiar. A lo largo de la historia, el estamento que más ha promovido el independentismo no ha sido la burguesía ni el proletariado radical, sino la clerecía. Obviamente, no está formada sólo por clérigos, aunque muchos líderes del independentismo sí hayan vestido el hábito, de Pau Claris a Lucía Caram o Teresa Forcades; ni aunque todos los estamentos eclesiásticos hayan estado implicados en todos nuestros conflictos de soberanía. Ni, lo más importante, aunque el papel de la nueva clerecía siga teniendo mucho de religioso, pues maneja más creencias que ideas. Para Samuel Coleridge, son clerisy quienes viven de crear, preservar y diseminar la cultura nacional. En la Cataluña de hoy, eso incluye a funcionarios, escritores, académicos y demás profesionales dedicados a una amplia serie de actividades, que abarca desde escribir poemas a diseñar balanzas fiscales, desde dar clases de bachillerato a presentar noticias o producir teleseries. Esta clerisy contribuye a la riqueza de las naciones cuando se centra en las ideas y no en las creencias. Pero, como todo grupo humano, tiene sus propios intereses. En tiempos de agitación, esos intereses chocan con los de la burguesía. Como apunta Deirdre McCloskey, durante los dos últimos siglos la clerecía occidental ha aprovechado toda crisis política o económica para vender ensoñaciones antiburguesas, desde el nacionalismo al comunismo. Gracias a que la burguesía le asegura el sustento, la clerecía puede dedicarse a preparar aventuras mientras “toma café al lado del Sena”. Gusta de la aventura porque, a diferencia de la burguesía, tiene mucho que ganar y poco que perder. Con la independencia, la clerecía catalana multiplicaría la demanda de sus servicios, como ya lo logró con la Administración autonómica. Hasta el mismo proceso soberanista le resulta rentable, pues, cuanto más tormentosas son las relaciones con el resto de España, más se venden muchos de sus productos. De libros a tertulias. Al contrario que los de la burguesía, que se venden menos. Por eso, a la clerecía le interesa agitar las aguas; mientras que la burguesía desea calmarlas. Ésta teme por el valor y la seguridad de sus inversiones, sus ingresos y sus empleos, todos ellos en duda hasta que una Cataluña independiente lograra estabilizarse política, económica y socialmente. Además, la clerecía sabe que su capital humano es flexible. De triunfar la independencia, sus esfuerzos serían recompensados con altos cargos en el nuevo Estado. De fracasar, los clérigos tienen las espaldas cubiertas con sus trabajos en el sector público. Algunos incluso se reubicarían en el nuevo paisaje trabajando a favor del consenso. Cuenta a su favor el que, en pro y como precio del apaciguamiento, los Madrid de todos los Estados suelen estar más que dispuestos a cooptar clerecías díscolas. Cierto que no todos sus miembros son cínicos buscadores de rentas. Al contrario: en toda Iglesia hay canónigos y creyentes, y es mejor canónigo quien es un fiel creyente. Además, muchos canónigos de la cultura trabajan para el proceso soberanista de forma voluntaria. Pero, ya les mueva el dinero, el prestigio personal o la fe auténtica en el proyecto, lo relevante es que la clerecía alcanza su esplendor cuando lidera una empresa de emancipación nacional, una empresa que da pánico a la burguesía. Esta contraposición de intereses es esencial para entender el devenir de Cataluña. Nadie conoce los costes y beneficios agregados de la independencia, pero sí empieza a estar claro que se reparten de forma desigual incluso entre los propios catalanes. Unos pagan y otros ganan. Nadie conoce los costes y beneficios agregados a la independencia, pero sería un reparto desigual Así es ahora y así parece haber sido en el pasado. Como cuenta John Elliott, también en 1640 es la clerecía quien exacerba el conflicto, despertando pasiones y sublevando a amplias capas de la población. Hasta que sube la fiebre popular, y muchos líderes de la nobleza y la burguesía se percatan de que es peor el remedio que la enfermedad. De forma parecida, el enfrentamiento con la clerecía revolucionaria ayuda a entender que sea la burguesía catalana quien promueva el golpe de Estado que rompe en 1923 el pacto constitucional, así como el gran misterio de que apoye en 1936 el alzamiento militar contra la República. Sin embargo, pese a estas experiencias históricas, la confrontación entre nuestra burguesía y nuestra clerecía aún pasa inadvertida. Se habla con profusión del choque de trenes entre el Estado español y una alianza catalana de burgueses (CDC) y trabajadores (ERC, CUP). Pero se margina que dentro del tren catalán late un conflicto tanto o más fuerte. Por un lado, una clerecía que no precisa colaborar con otros españoles en su día a día para ganarse el pan o el prestigio. Por otro, burgueses y currantes que viven de vender mercancías, que no ilusiones, y que están mucho más imbricados profesionalmente con el resto de España. Sólo estos últimos están pagando la cuenta. Permanecen callados porque, al contrario que los clérigos, el mucho hablar daña su medio de vida. Pero no tomen como inconsciencia su silencio, comprensible ante un Madrid que, para conservar el poder, suele estar dispuesto a componendas que potencian a la clerecía. Benito Arruñada es catedrático de Organización de Empresas de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y Victor Lapuente Giné es autor de El retorno de los chamanes (Ed. Península), de próxima publicación. http://elpais.com/elpais/2015/09/03/opinion/1441288486_677683.html
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