Que la energía es un factor fundamental que influye en la salud de la economía en particular, y de todo el planeta y el medio ambiente en general, se trata de algo indiscutible. Desde la primera crisis del petróleo en 1973 el mundo moderno tiene conciencia de lo delicado que resultaría una restricción de la entrada de flujos energéticos en una determinada nación y de lo insostenible que resultaría seguir un modelo de patada hacia adelante para evitarlo.
Mi preocupación sobre el impacto que ejercería un estrangulamiento de la oferta energética en aquellos países más dependientes de la energía extranjera es patente a través de varios artículos en este blog, especialmente del país en el que sobrevivo, Hispanistán. Paralelamente, he tratado de estudiar y comprender como una crisis de oferta de la fuente energética más utilizada en el mundo, el petróleo, puede estar explicando las crisis económicas de países productores que se enfrentan a la debacle que supone la disminución de su renta petrolera, particularmente Argentina (I y II) y México. Así mismo, he tratado de inferir que puede estar pasando en el plano físico en esa loca carrera por perforar la corteza terrestre que se lleva a cabo tanto para buscar petróleos ultraprofundos de rendimiento energético más que discutible, como desenmascarando al shale gas para desmentir que se trata de la nueva panacea energética que, ni nunca ha existido ni nunca existirá (I y II)
Así las cosas, cualquiera que se limite a buscar información en este humilde blog pensará que soy un pesimista integral. Pero resulta que las etiquetas de este blog no llaman a engaño. Un análisis cuidadoso de los tags muestra el pilar central que sostiene mis convicciones.
En efecto, si hay un tema que se trata mucho aquí, ese es el de las energías renovables.
Como dije muchas veces, la panacea energética no existe, pero creo las renovables podrían ser un buen sucedáneo. Sencillamente no existe alternativa real, viable, económica e inagotable que pueda competir con ellas. A la fusión nuclear le quedan muchos años de desarrollo. Y cuando sea una realidad descubriremos que no es tan bonita como nos muestran. Se tratará de una generación centralizada que no podrá aportar todos los tipos de energía, cara, en manos de pocos paises y sí, también radiactiva. Una versión "light" de la nuclear de fisión que languidece actualmente.
Mientras tanto el petróleo, la mitad de la energía que consumimos y que no sólo sirve para mover los transportes a gran escala, sino que se integra en la cadena alimentaria de una forma brutal (se podría decir que los cultivos modernos deben 3 de cada 4 calorías al petróleo), parece que llega a su cénit de producción o ha llegado recientemente. Pues bien, si uno se cree la idea del peak-oil hay básicamente tres posturas que se adoptan a partir de su reconocimiento:
- Estamos jodidos. Es el fin de la economía YA tal y como la conocemos y volveremos a Olduvai, a la Edad de Piedra donde sólo 10 millones de humanos podrán sobrevivir.
- No pasa nada chicos, el mundo es happy flower, las petroleras tienen muchas patentes compradas, como el coche de agua y el motor de energía inagotable. Para cuando el petróleo se acabe ya tendremos otras soluciones.
- Existen alternativas para el mix energético actual y se están implementando. Pero mientras el nuevo modelo energético se materializa, la transición energética será algo dolorosa.
1. Estamos jodidos, volveremos a Olduvai.
La primera posibilidad me parece una teoría respaldada por quien no conoce ni el poder de las renovables ni los paupérrimos índices de eficiencia en el uso de la energía hoy día. En resumen la teoría de Olduvai es esto.
Del poder de las renovables ya tienen una idea a través de este blog. Que la mayor fuente de electricidad de España sea la eólica y que nada menos que el 43% provenga de las renovables, a pesar de ser la electricidad una energía que no es la más importante en el mix final, no ha sido por casualidad. Ha habido mucho esfuerzo detrás, mucha investigación y promotor luchando por una transición del modelo energético que está en marcha en todo el mundo, incluso en los países menos desarrollados.
En cuanto a que nuestro consumo de energía es en extremo ineficiente es algo indiscutible. Daré sólo algunos ejemplos:
Conducimos coches de 2.000 kilos con motores con un rendimiento no superior al 20% para ir a trabajar la mitad de las ocasiones en labores administrativas que podrían ser realizadas cómodamente en casa sin desplazarse más que una vez a la semana. Si la gasolina subiera repentinamente a 2,5€/litro, ¿qué margen de actuación tenemos para adaptarnos? Sencillamente, un margen enorme. Y eso sin contar con que el Estado podría disminuir impuestos sobre hidrocarburos de considerarlo necesario, racionar el uso de energía superflua (sí, una gran parte del consumo de energía es superflua), dictar medidas de rehabilitación energética integral de edificios, obligar a utilizar fuentes autócotonas, etc. Existe una panoplia de soluciones que podrían ser tomadas en caso de emergencia. Esas soluciones tendrían posibilidad de darle el vuelco necesario a la situación porque la física, la termodinámica al fin y al cabo, nos dice que existe mucho margen de eficiencia tecnológica y que el problema no es ingenieríl, sino de la escasez devoluntad humana. Eso sí, se necesitaría de muchos años para volver a una situación "saludable"
2. No pasa nada, Dios (o las petroleras) proveerá
Creer que ante una reducción de los flujos energéticos las cosas se arreglarán solas porque sí es puro optimismo antropológico. Ni las petroleras son omnipotentes ni tienen la capacidad o el deseo de anteponerse a los problemas futuros de la humanidad. Por otra parte, la termodinámica nos dice que no existe el motor de agua ni el móvil perpetuo. Les sugiero una visita a youtube buscando estos términos, algunos videos son verdaderamente hilarantes.
Sencillamente hace falta energía, y mucha, para mantener la máquina tal y como funciona actualmente. Cuando la oferta de petróleo caiga, pongamos, un 20%, y ello vaya en conjunción con una más que probable devaluación del dólar para sanear el balance de deuda americana, el petróleo se disparará de precio y el resto de los fósiles también, por pura simpatía. Los países más dependientes de la energía extranjera, que es lo mismo que decir los que menos piensan colectivamente a largo plazo, los más brutos, los que tienen menos suerte o sencillamente aquellos en los que la democracia no ha llegado al estadio de distribuir la soberanía energética entre sus ciudadanos, sufrirán de lo lindo mientras encuentran un nuevo punto de equilibrio. España será uno de ellos.
¿Significará eso que moriremos todos tres o cuatro veces? No, la crisis vendrá y será gigantesca, la inflación nos comerá vivos, el desempleo subirá y estaremos aún más apretados. Pero la vida seguirá. ¿De qué forma y con que nuevos estándares? Pues depende de lo velozmente que se lleve a cabo la necesaria transición energética en cada entidad política.
3. La transición energética dolerá, pero será
Ante una crisis de oferta de hidrocarburos algunos países lo pasarán peor que otros.
Por ejemplo, Islandia, que provee de electricidad y energía térmica al 99,99% de sus ciudadanos con energías renovables propias y sólo importa el 20% de su energía para mover los vehículos (lo que significa que su dependencia energética TOTAL es sólo del 20%), tendrá muchas menos dificultades en afrontar la crisis que otra isla europea también tocada por la crisis financiera con dureza, Chipre, la cual tiene una dependencia energética superior al 100%, por extraño que parezca. Mientras Chipre se pone las pilas y no para aprovechar sus cuantiosos recursos solares, sufrirá, y mucho, las restricciones energéticas.
Regiones y países con menor desarrollo tecnológico notarán mucho más el impacto pues necesitan la energía para comer y los márgenes de explotación energéticos ya son bajos. Desgraciadamente, países con economía subdesarrollada pero dependientes del petróleo, como muchos de África, serán los grandes perdedores y morirán millones de personas de inanición.
Pero la humanidad se sobrepondrá porque cuenta con el dinamismo, la inventiva y el margen necesario para sobreponerse como especie a la crisis energética culmen.
Mi tesis favorita es, como habrán podido adivinar, la tercera. Muchos países ya tienen en marcha programas que, no por casualidad, se llaman de transición energética, de entre los que Alemania merece un destacado lugar. El nombre no está puesto de casualidad. Realizar una transición de un modelo energético a otro no significa sólo emitir menos CO2, genera hidrógeno renovable para inyectarlo en la red térmica, cerrar nucleares o montar muchas plantas solares. Significa sobre todo preparar a a la economía para una crisis de oferta de hidrocarburos comprados en el exterior que seguro llegará, sea una crisis repentina o gradual, mediante el desarrollo tecnológico y la sustitución de las infraestructuras energéticas por otras que aprovechen las energías renovables.
Irónicamente, los países productores de petróleo tendrán mucho que temer. Economías potentes con buenos ejércitos pero gran voracidad energética y una historia imperialista demostrada como Estados Unidos o Rusia, y sospecho que también China, tardarán más tiempo que otros países más pequeños en avanzar con esfuerzos redoblados hacia esa deseada transición que, en muchos casos, ya está en marcha. Y mientras llegan y no, sus ciudadanos se cabrearán y querrán petróleo, de grado o a la fuerza. Países con grandes reservas petrolíferas y sistemas de gobierno discutibles como Venezuela, Arabia Saudí o Irán serán requeridos para satisfacer esa voracidad energética y en último grado serán invadidos, como la historia nos demuestra con no pocas guerras promovidas en el pasado por esta exclusiva razón. Y se producirán movimientos geopolíticos que pondrán los pelos como escarpias, esperemos que la cosa no pase a mayores. Es decir, habrá millones de muertos en guerras. Pero si nadie hace explotar la temida bomba, todo seguirá su curso más o menos normal. Ese curso normal será el de la supervivencia de la especie humana y su cultura actual ante cualquier adversidad, sea la que sea, gracias al avance de la tecnología.
Como pacifista convencido creo que la transición hacia ese nuevo modelo energético es la mejor forma de evitar la debacle y el entrar en una espiral autodestructiva buscando la última gota de oro negro. Y me parece que, dado que muchos países importantes o con peso específico se toman muy en serio esa cuestión y realmente están dando pasos para conseguir este objetivo, el requerimiento principal se está cumpliendo: tener voluntad. Desgraciadamente el ritmo que se le está imprimiendo a esta transición no es el que me gustaría, por lo que creo que bastantes millones de personas inocentes morirán sin remedio. Eso sí, la civilización resultante de este bache será más sabia y seguro que más sana.
Si no se creen lo que les cuento, y desean tesis más catastrofistas sin salir de Rankia, el gran Claudio Vargas tiene otras. Espero, y seguro que el también, el tiempo me dé la razón a mí y no a él.