Hay que ir a Marte. Y a la luna. Y planear el asalto de alguna luna joviana. No hacen falta muchas más razones. La especie humana lleva el impulso primitivo de la exploración en lo más profundo de su código genético.
Por economía y por instinto humano: Tenemos que ir a Marte (I)
En mi anterior defensa de un viaje a Marte en pos del progreso humano sostuve que la eterna cuestión del coste de las misiones espaciales marcianas se pagaría, con creces, con lo producido por la innovación, la investigación y el desarrollo tecnológico que generará el propio programa espacial.
Resulta difícil de entender para quien no tiene más ambiciones que tomarse una cerveza mientras tontea con el último juego de ordenador en su flamante portátil nuevo, especialmente diseñado para acelerar las funciones de video y de conexión en tiempo real con otros jugadores al otro lado del Océano.
¿Para qué ir a Marte, o de nuevo a la Luna? ¿Para qué gastar dinero en aventuras espaciales que aparentemente no conducen a ningún beneficio para la humanidad?
Y es aún más duro de explicar para los que nos emocionamos con cada cielo estrellado donde podemos divisar nuestros próximos objetivos errando por el Sistema Solar: Ares (Marte) y quien sabe si más adelante algún satélite de Jovis (Júpiter). Después de todo, somos pocos los que disfrutamos de este tipo de visiones.
Wanderers - a short film by Erik Wernquist from Erik Wernquist on Vimeo.
No me digas que no empatizas igual cuando ves a la colonizadora en esa última escena de Wanderers sonreír ante la visión de los anillos de Saturno desde su dirigible flotando en la atmósfera.
¿No? Pues para ti va este post, el último argumento que necesitas para apoyar la aventura marciana: El viaje a Marte no es sino una inversión para tu ocio.
Resulta que se ha descubierto recientemente que el primer ordenador que se envió al espacio sigue vivito y coleando... tras haber pasado un periplo en toda regla. Después de haber estado unos días cumpliendo su misión en el espacio se hundió junto con el Apollo 3 en las profundidades del Océano Pacífico junto con el módulo lunar. De allí fue rescatado por un portaaviones de la armada de los Estados Unidos y acabó finalmente vendido como chatarra.
Sí, chatarra. Aquí puedes leer la historia completa en español.
El programa Apollo fue una verdadera odisea. Exigió que los mejores científicos e ingenieros de Estados Unidos dieran lo máximo de sí mismos durante los años sesenta, y todo ello con un presupuesto más bien discreto para los estándares actuales. Estamos hablando de ir a la Luna, amigo, y desde entonces no hemos vuelto. Hace ya más de 40 años del último viaje. En 2009 la NASA celebró un simposio en el cual se estimó que el costo total del programa Apollo del año 2005 fue de unos 170.000 millones de dólares. Comparando esta cifra con el presupuesto federal que en 2005 fue de 2,4 billones (europeos) de dólares, el programa Apollo equivaldría al 7% de ese presupuesto. Como el programa duró aproximadamente 15 años, desde mediados de 1960 hasta 1975, se puede decir que el programa Apollo consumió el 0,47% del PIB anual del país durante su existencia, aunque es un ratio que sobreestima los costes pues durante el año con más consumo de capital, 1966, apenas se llegó al 0,5% del PIB. Un consumo que en realidad es inversión pura en I+D+i, pues como resultado no sólo se obtuvo el hito de poner por primera vez a la especie humana fuera de casa, sino que además se obtuvieron hitos notables como el cohete más poderoso que jamás hubiera existido, el Saturn V, entre otros muchos adelantos.
Cabe recordar que en la actualidad la inversión en I+D+i de Estados Unidos es de en torno a un 2,8%, por debajo del 4,2% de Israel y Corea del Sur o del 3,5% de países nórdicos como Dinamarca o Suecia. Gran parte de esta I+D+i se destina a actualizaciones de iphones, desarrollo de aplicaciones móviles para pedir comida a domicilio y juegos de ordenador donde un superhombre carga con siete armas, por mencionar sólo uno de los muchos destinos "menos nobles" que tiene actualmente la inversión en i+d de un país en concreto.
Pues bien, antes del programa Apollo los ordenadores tenían más o menos este aspecto:
ENIAC, la considerada primera computadora como tal. Descubierta para el público en 1946, tenía 17.468 tubos de vacío, 7.200 diodos de cristal, 1.500 relés, 70.000 resistencias, 10.000 condensadores y cinco millones de soldaduras. Pesaba 27 Toneladas, medía 2,4 m x 0,9 m x 30 m; utilizaba 1.500 conmutadores electromagnéticos y relés; requería la operación manual de unos 6.000 interruptores, y su programa o software, cuando requería modificaciones, demoraba semanas de instalación manual.
El TX-0 (“Transistor eXperimental - 0”) fue el primer ordenador de tareas generales programable que contaba con transistores electrónicos en lugar de tubos de vacío.
Más hitos informáticos históricos en Timeline of Computer History
Por mucha potencia que tuviera el Saturn V, la NASA era consciente de que no podía llevarse un ordenador tan voluminoso y pesado a la Luna. Requería de una potencia bastante superior, un tamaño y un peso muy inferior a lo que se daba en la época y un diseño capaz de afrontar que el ordenador tuviera incluso que llegar a hacerse cargo del control de la nave en ausencia de órdenes por parte de Houston. El reto era colosal para los ingenieros del MIT... pero lo lograron. En 1963 la nave Apollo 3 contaba con el primer ordenador con circuitos integrados de la historia.
El microchip debe su existencia al programa Apollo.
Se suele decir que la década de los setenta fue prodigiosa en lo que al desarrollo de la electrónica y la computación se refiere. ¿Entendéis ahora por qué? Se ha llegado a adelantar tanto en este campo que muchos perciben la época actual, en comparación, como una era de estancamiento secular. No es de extrañar, por tanto, que quien entiende que los saltos de gigante de la tecnología humana han provenido directamente de los esfuerzos por conquistar el espacio, reclamen con gran insistencia el viaje a Marte... desde hace tiempo.
No somos capaces ni de llegar a imaginar que beneficios y de qué clase traerá para el progreso humano un periplo marciano. Algunos apuntan que serán la medicina y la biotecnología las grandes beneficiadas por la necesidad de proteger a los astronautas de la radiación cósmica y sus consecuencias, como el cáncer.
¿Saldrá una vacuna para el cáncer tras haber visitado dos veces el Monte Olimpo?
Otros sitúan el foco de la innovación futura, de nuevo, en la computación y la electrónica. Tal y como pasó en los años 40 gracias a Turing, ya están sentadas las bases teóricas de la computación cuántica, quizás sea el momento de pasar a presionar con un buen chute de presupuesto a los institutos tecnológicos para obtener el primer ordenador cuántico de la historia, que además será el primero ordenador marciano.
Quien sabe lo que vendrá. Pero podemos estar seguros gracias al precedente del humilde ordenador con microchips del programa Apollo que las consecuencias serán gigantescas para la Tierra y sus habitantes, los cuales hoy día se niegan mayoritariamente a contribuir a financiar una carrera espacial. Una carrera espacial que es la que le ha hecho posible contar con un portátil con circuitos integrados con excelentes condiciones de conectividad y formidable potencia de cálculo para jugar cómodamente online destrozando virtualmente a oponentes del otro lado del mundo con siete armas distintas.
Maybe it's a little early. Maybe the time is not quite yet. But those are the worlds, promising untold opportunities, beckon silently. They orbit the sun, waiting.
The pale blue dot, Carl Sagan.