Quinta observación mensual correspondiente a agosto 2019
Ninguna de las reglas de gestión del plan dio señal de compra o de venta en agosto:
Sexta observación mensual correspondiente a septiembre 2019
La rentabilidad acumulada ha superado el objetivo de rentabilidad establecido para el mes. En el momento de la observación, el día 24-09-2019, la rentabilidad acumulada era del 9,24%, frente a una rentabilidad objetivo del 9,00%. De acuerdo con las reglas del plan, debemos reducir el riesgo vendiendo una unidad de inversión.
En su momento, definimos las reglas de funcionamiento del nuestro plan.
Lo más importante de un sistema de inversión es el cumplimiento de las reglas establecidas.
Más allá del acierto o fracaso de una actuación concreta, el respeto a las reglas constituye un ejercicio de disciplina mental y la disciplina mental es básica para el control de las emociones que nos llevarán a tomar decisiones irracionales y generalmente erronéas.
En la gran mayoría de los casos, las “excepciones a las reglas” dictadas por nuestra heurística serán contrarias a nuestro objetivo: obtener la mejor rentabilidad posible con el menor grado de riesgo deseado y aceptando la incertidumbre irreductible de aquello que no podemos controlar. Debemos evitarlas a toda costa.
Hoy vamos a dedicar la parte “filosófica” del artículo a una primera aproximación a nuestro instrumento de inversión, los índices bursátiles.
En toda la presentación de Kike Junior apenas he hablado de “en qué” íbamos a invertir nuestro porcentaje de renta variable, esa gran cuestión que consume la mayor parte de las energías y esfuerzos de la mayoría de los inversores. Detrás de esta actitud hay un planteamiento minimalista de centrarme en lo esencial y en lo más controlable.
Lo esencial de los retornos de una inversión está en la distribución por clases de activos, tanto la inicial como su gestión posterior. Lo más controlable está en los costes. El resto son añadidos que son poco o nada relevantes si seguimos las tendencias generales del mercado, o si los hacemos relevantes desconectándonos del consenso del mercado se tornan mucho más azarosos e imprevisibles de lo que piensan quienes lo hacen.
El objetivo básico de nuestra actuación debe ser reducir al máximo posible la inevitable incertidumbre que rodea el comportamiento futuro de la bolsa. Y para ello lo mejor es comprar “la” bolsa, no una parte de ella que supuestamente puede hacerlo mejor que el conjunto pero que nada garantiza el que pueda hacerlo.
Al seleccionar valores, regiones, sectores o smart beta estamos incrementando el grado de incertidumbre para bien o para mal, comprando “lotería”. Esto no es malo si somos conscientes de estar incrementando el riesgo debido a la introducción de un componente adicional de azar en busca de una mayor rentabilidad y estamos dispuestos a asumir sus consecuencias. Lo sucedido con los fondos de Cobas desde su lanzamiento hasta el momento de escribir estas líneas, tema aludido en la entrada anterior, lo ilustra bien.
Una vez asumido el planteamiento de que vamos a comprar “la Bolsa”, con mayúsculas, no una parte de ella, la cuestión es determinar, por un lado, como se concreta esa idea abstracta de “la Bolsa” y por otro si merece la pena hacerlo desde el punto de vista de la rentabilidad y del riesgo.
La búsqueda de un instrumento que nos permita cuantificar la evolución del conjunto del mercado, eliminando el ruido emocional provocado por la fluctuación de precios de cada una de las acciones, se plasmó en la creación de los índices, una idea de Charles Dow quién creó a finales del siglo XIX el primer índice bursátil, el Dow Jones.
Dadas las limitaciones existentes entonces, el índice se diseñó de una manera muy sencilla como un simple promedio de cotización de un conjunto de valores. Algo bastante tosco y escasamente representativo, aunque suficiente para lo que quería Dow, conocer de manera aproximada la tendencia del mercado en cada momento.
A medida que el Dow Jones se popularizó, se evidenciaron sus limitaciones. Para subsanarlas se incrementó el número de empresas de 12 a 30, se crearon otros índices, aunque el original apellidado como Industriales siguió siendo el más popular, y se introdujeron mecanismos de ajuste para que las empresas más importantes ponderaran más. Pero seguía siendo un índice poco representativo del conjunto de la bolsa al abarcar sólo un país, un número muy reducido de valores de alta capitalización y un método de cálculo en el que se sacrificaba la exactitud en aras de la sencillez.
En los años cincuenta del pasado siglo se creó en Estados Unidos un índice que subsanaba en gran parte estos inconvenientes, el Standard&Poors con 500 empresas cuyo peso en el índice es proporcional a su capitalización. En paralelo, las diversas bolsas de cada país empezaron a crear y difundir la información de sus propios índices. En España se creó el Indice General de la Bolsa de Madrid en una fecha tan temprana como 1940 y, lo que es más asombroso, uno de los primeros, sino el primero, de los índices totales de la historia, asunto este, el de los índices totales del que hablaremos más abajo.
El punto de partida teórico de los índices por capitalización es irreprochable: tenemos que medir la repercusión en el precio de los flujos de inversión de la bolsa, no el precio en sí mismo de las cotizaciones; una empresa más grande va a mover más flujos de inversión y por ello ser más significativa en la rentabilidad del mercado en su conjunto que una empresa pequeña.
Tampoco es un método perfecto, porque lo relevante no es la capitalización total de la empresa, debido a que los “dueños”, los accionistas de referencia que controlan los grandes porcentajes de capital, apenas mueven su participación. De ahí que los índices por capitalización introduzcan ajustes para que sólo pondere aquella parte que se está negociando efectivamente (el llamado free float).
A finales de los sesenta, el desarrollo de las tecnologías de la información facilitaba mucho el procesamiento de los datos del mercado, aparte de incrementar la fiabilidad de los resultados obtenidos. Era factible con un coste relativamente bajo el crear y actualizar índices calculados con una única metodología y referenciados a cada una de las bolsas de países desarrollados del mundo lo que permitía su agregación tanto por regiones como a escala mundial. La tarea la abordó Capital International, filial de Capital Group que era (y sigue siendo aunque menos) una de las grandes gestoras de fondos a escala mundial, quien dio su nombre a los índices que iba a crear. Dichos índices comenzaron a calcularse tomando como punto de partida las cotizaciones de cada bolsa a 31-12-1969.
En 1986, el banco de inversión Morgan Stanley se hizo cargo de la gestión de los índices que se rebautizaron como Morgan Stanley Capital International, en siglas MSCI. En 2007, la sacó a bolsa, de tal manera que ahora MSCI es una compañía cotizada que figura y pondera en sus propios índices y cuyos mayores propietarios son gestoras de fondos que utilizan, entre otros, sus índices como referencia y que controlan la mayoría de su capital a través de sus fondos de inversión. Una situación muy curiosa.
Fuente: finance.yahoo.com
Hay dos grandes índices mundiales, el MSCI World original con base 100 a 31-12-1969 y el MSCI All Countrys World (ACWI) de fecha de creación mucho más reciente, 31-12-1987. Este último incluye los países emergentes de creciente peso en la bolsa mundial impulsado básicamente por el crecimiento del mercado chino. En principio, el ACWI es más representativo, pero tiene el inconveniente para estudios históricos de abarcar un período de tiempo más breve.
MSCI no tiene el monopolio de la oferta de índices. Los pioneros, Standard&Poors, se han centrado mucho en el mercado norteamericano y su índice mundial es muy poco representativo, de sólo 400 grandes empresas. Financial Times desarrolló sus propios índices, los llamados FTSE (Financial Times Stock Exchange) con los datos de las cotizaciones de la bolsa de Gran Bretaña. La propia bolsa británica controla en la actualidad la elaboración de estos índices a través de una filial, FTSE Russell, que los ha internacionalizado, elaborando además de los británicos diversos índices regionales y mundiales, entre ellos el FTSE All World con un universo muy similar al ACWI.
La idea inicial de los índices era el mero seguimiento de los precios de las acciones, ponderados por capitalización ajustada según lo indicado anteriormente. Este planteamiento, que es el de los diversos índices manejados en los medios de comunicación (S&P 500, Eurostox 50, Ibex, etc), tiene un serio problema, el de los dividendos. Los dividendos se descuentan de la cotización, lo que supone una rentabilidad adicional que no está siendo reflejada por el índice. Además, su reinversión permite obtener otra rentabilidad adicional derivada de la revalorización y de los dividendos de las acciones procedentes de la reinversión.
Para resolver este problema y aproximar más la rentabilidad medida por el índice a la rentabilidad real, MSCI creó los llamados índices totales en donde incorporan a la cotización del índice, además de la evolución de los precios, el efecto de la reinversión de los dividendos. Estos índices se denominan Total Return (TR)
La existencia de retenciones en origen (withholding tax) descontadas del dividendo en el momento de su cobro, hace en la práctica inviable el reinvertir el importe bruto por lo que hay dos posibles modos de construir un índice TR, obviar la retención en origen en los cálculos, lo que nos da una rentabilidad teórica poco realista o tenerlos en cuenta, lo que nos proporciona una rentabilidad que sigue sin del todo real porque obvia los costes, pero que se ajusta mucho más a la realidad. El primer método da lugar a los índices TR Gross y el segundo a los TR Net. En la práctica, lo habitual es usar el TR Net.
Y, finalmente está el asunto de la divisa de denominación. MSCI ofrece los datos en las divisas más importantes y en Local, es decir, la evolución de las cotizaciones en la divisa del mercado en la que cotizan. El elegir entre Local o una divisa determinada depende de para qué lo vamos a usar. Para medir la rentabilidad de la bolsa como tal, es más representativo usar la cotización local, mientras que para medir rentabilidades reales tendremos que usar la divisa que corresponda.
La diferencia en términos absolutos de rentabilidades es muy llamativa entre los índice Price, de sólo precio, y los TR Net, sobre todo en períodos amplios.
En una futura entrada profundizaremos en el análisis de la evolución del índice desde su creación hasta el momento actual.