A colación de estas deslocalizaciones, vamos a hablar de un fenómeno que se plasma cada día con más fuerza: La competencia fiscal entre paises. La globalización también ha llegado hasta el punto de que la oferta y la demanda de fiscalización de los paises atrae flujos de capital de unos a otros Estados. Quizás debemos ya dejar atrás los conceptos de rico insolidario, evasor y otros adjetivos leídos comúnmente, y comenzar a darnos cuenta de que demonizando su comportamiento, no conseguiremos nada mientras en los países vecinos ofrezcan condiciones fiscales más favorables para nuestros ricos. No digo que sea un mejor o peor escenario que el antiguo "pague Ud, según la legislación vigente o vaya a la cárcel", posiblemente sea más injusto. Pero es la cruda realidad, hoy en día es más bien un "pague Ud, según la legislación vigente en España (con 17 legislaciones vigentes autonómicas donde elegir) o vaya a pagar según la legislación vigente en cualquier otro país que le ofrezca mejores condiciones". Algo así como el viejo "Busque, compare y si encuentra algo mejor deslocalícese."
Lo que hasta ahora era una cuestión ética y de solidaridad para con los más pobres del mismo Estado, cada vez más deberíamos tratarlo como una cuestión de Mercado y de globalización fiscal.
Por ello los países más pobres que graven menos las fortunas de los ricos de los paises vecinos, los atraerán en mayor o menor medida (léase Malta, Irlanda, Uruguay, Belize o los mismísimos países del Este). Enriqueciéndose así sus arcas públicas que les permitirán ser cada vez menos pobres. Se crea así una cierta redistribución de mercado de la riqueza, solo que debemos cambiar el chip del nacionalismo para entenderla y pensar más en la globalización, también en temas de fiscalidad.
Algunos dirán que tradicionalmente los países fiscalmente más atractivos no son precisamente pobres sino todo lo contrario, pero preguntémonos cuál es la principal fuente de su riqueza... ¿Qué nivel de riqueza tenían años antes de legislar con fiscalidades ventajosas países como Mónaco, Luxemburgo o Suiza?
Quizás no sea un escenario más justo, o sí, pero la globalización nos lleva a ello. Nos guste o no. Se nos ocurren infinidad de ejemplos de justicia discutible que podríamos llegar a comparar: ¿Es justo que los que cultivan fruta en Europa, en ausencia de leyes proteccionistas, pierdan cuota de mercado a favor de agricultores africanos o sudamericanos que cobran menos por sus productos? ¿Es justo que se paguen 3, 6 o 12.000 € por m2 de una vivienda? ¿Es justo que se pague por una acción de una empresa 10 o 100 veces su valor fundamental? ¿Es justo que los impuestos de un rico de un país A se deslocalicen en favor del erario de un país B que le cobra menos? La realidad del Mercado a veces eclipsa a la Justicia.
Pero ¿el Mercado deja de lado a la Justicia, o la entiende de modo distinto? Sería discutible si es más justo que un europeo deba abandonar su actividad como trabajador o empresario en favor de trabajadores y empresarios más pobres del segundo y tercer mundo. También sería cuestionable que un trabajador de la Volkswagen en Navarra pierda su puesto de trabajo en favor de un parado en Eslovaquia o Rumanía donde se levantan nuevas fábricas de automóviles. O si fue justo para el trabajador alemán que quedó en el paro tras la deslocalización de Volkswagen hacia Navarra. Dependerá básicamente del color del cristal con que se mire. Si pensamos globalmente, la Ley del Mercado a menudo redistribuye en cierta forma la riqueza del planeta.
Mientras algunos siguen indignados insultando a legisladores y a ricos por sus contubernios impunes, quizás deberíamos aceptar una realidad multinacional donde la ética o la inmoralidad la encontraremos en la propia Ley de libre Mercado. Una Ley que, paradójicamente puede redistribuir la riqueza del planeta más eficientemente que la propia Política. Y los flujos de las fortunas en busca de fiscalidades menores no son una excepción.
Nos guste o no, el escenario global fiscal va en esa dirección. Poner puertas al campo siempre ha resultado muy difícil. Una SICAV o la condonación o supresión del impuesto de donaciones, por poner unos ejemplos, ya no son malignas estrategias hechas por ricos y para ricos. Son la evolución natural para evitar absurdas puertas en el campo. Y la globalización ha hecho de las fiscalidades de todo el planeta un gran campo.