Estamos en un punto en el que cualquier conversación económica tarde o temprano llega a un punto en el que se acaba hablando de la productividad. Lamentablemente el uso del palabrejo parece no garantizar en absoluto el conocimiento de lo que significa este concepto, sino que más bien al contrario. De hecho es probable que incluso sea el desconocimiento o la ambigüedad lo que lleva a que este concepto sea un valor refugio ante una situación en la que la realidad está refutando con una firmeza implacable unos cuantos dogmas y planteamientos.
El principal problema es que productividad es una palabra que en si mismo no significa absolutamente nada, ya que es un nombre que necesita de apellidos para saber de que estamos hablando. Es decir, no es lo mismo la productividad media del factor trabajo que la productividad marginal del capital. Tampoco es lo mismo la productividad física de un factor, que la productividad monetaria. Por descontado, tampoco es lo mismo que se considere la productividad en el corto plazo, (definido como aquel espacio donde no se puede cambiar el factor contrario), que en el largo plazo. En general tenemos unos cuantos conceptos que se pueden combinar dando lugar a unas cuantas variaciones de la productividad.
Todos estos conceptos se usan indistintamente en los discursos, de forma que pasa lo que ocurre cuando denominamos de la misma forma un buen número de cosas distintas: un cacao de muy señor mío.
Para poner un ejemplo; bajando los sueldos de los trabajadores se logra incrementar la productividad monetaria del factor trabajo en el corto plazo, ya que inmediatamente se va a seguir produciendo lo mismo, pero cada euro invertido en trabajadores servirá para obtener mayor número de euros en producto final; (o al revés, el cociente entre el valor de la producción de una empresa entre el coste de los sueldos se incrementa por la reducción del denominador). Por supuesto, tal medida no afectaría en principio a la producción física, por lo que de esta medida la productividad en términos de producción no se tocaría. Además esto implicaría que se usase de forma más intensiva el factor que se abarate, (en el plazo suficiente para que se produzca la adaptación), de tal forma que acabaría produciendo una bajada de la productividad física del factor trabajo y un incremento de la productividad física del factor capital.
En este ejemplo no trato de hacer entender otra cosa que el hecho de que existan varias formas de aproximarse al concepto implica que para entender lo que se está diciendo, tenemos que conseguir más información. Evidentemente cuando nos cuentan que hay que incrementar la productividad, la primera pregunta que deberíamos tener en cuenta es ¿Cuál?.
Sobre todo porque a lo mejor se lían un poco las cosas, y resulta que en lugar de estar buscando la forma de producir mejor; lo que están es buscando la forma de obtener más rendimiento monetario del euro invertido en el factor trabajo aún a costa de producir de forma más ineficiente.
Y en todo este fregado es normal que se olvide el asunto común a sea cual sea la definición que usemos de productividad. Cualquiera de los valores que tengamos para medir la productividad, y en consecuencia, la productividad (sea cual sea la definición que usemos), no es otra cosa que el resultado de toda una serie de decisiones que afectan a dos parámetros clave: ¿Qué es lo que producimos?, ¿Cómo lo producimos?. El hecho de que los trabajadores sean de una u otra forma, supone diferencias marginales pero jamás podrá sustituir, ni compensar tan siquiera las diferencias entre estas dos cuestiones.
Midamos como midamos la productividad, si en España se producen tan solo bienes sin valor añadido, jamás habrá productividad monetaria. Además si no se genera valor añadido, tampoco habrá jamás inversión real, (que depende principalmente de que existan posibilidades de obtener un resultado en el futuro). Está claro que no producimos valor añadido, pero esto no es porque tengamos poca productividad. En realidad primero se define que es lo que se produce y luego ya veremos cómo. Estamos en un entorno en el que la demanda interna es nula, (y cayendo), y las exportaciones son principalmente las ventas de empresas filiales de grandes empresas europeas, que deslocalizan en España aquellas fases de su cadena que menos valor generan. Por pura definición apenas se producirá valor añadido mientras no se cambien las circunstancias económicas, (en el sentido de que sea propicio crearlo).
Pero es que además una vez determinado lo que producimos, siempre podremos elegir entre varias formas de producirlo. ¿Cómo harán las empresas?. Pues usando intensivamente el factor más barato y flexible. En este caso el trabajo. En realidad es algo que se aprende en primero de económicas: La productividad depende del precio de los factores y no al revés, porque es el precio el que determina cuanto de ese factor se usa, y en consecuencia la forma de producir y el resultado son las magnitudes de la productividad. Lo que nos lleva a la tontería de que lo que hay que hacer es ligar los salarios a la productividad. Que en definitiva, de ser cierto, nos llevaría a una situación en la que los salarios dependen de las decisiones de las empresas, lo que a su vez dependería de los precios de los salarios, mientras nos cargamos una ley económica básica que nadie ha cuestionado jamás.
Pero para acabar la tontería, en muchos ámbitos se suele hablar de productividad de una economía usando el cociente entre lo que produce y los trabajadores usados. En un contexto en el que se está buscando reducir la producción, (ajustes por todos lados), el numerador de la división se reduce; Cuando el numerador de una división se reduce, toca elegir entre que se reduzca el resultado, (disminuya la productividad), o bien se reduzca más el denominador. Que es lo que está ocurriendo actualmente: Se incrementa la productividad, (se mire por donde se mire) del factor trabajo por la reducción del denominador; o sea desempleo. Por tanto luchar contra el desempleo, tomando medidas que reduzcan la producción es materialmente imposible incrementar la productividad y tratar de mejorar la productividad, luchando contra el desempleo es matemáticamente incompatible con medidas que provoquen recesión.