La noticia de estos días está siendo la nacionalización de YPF, y la consiguiente pérdida para Repsol. Pero lo que más ha llamado la atención es la virulencia con la que el gobierno se ha lanzado para defender los intereses de la empresa ¿Española?. Vamos a asumir que es una empresa española la que se está defendiendo, y entonces alegrarnos porque por fin el gobierno defiende algo de este país, aunque por lo visto con el mismo éxito que todas y cada una de las defensas que se han producido.
Todo el gobierno se ha volcado en aclarar que cualquier pérdida a Repsol tendrá consecuencias, y lo cierto es que esto está muy bien, si no fuese porque existen millones de españoles que están en una situación muy delicada y resulta que no ha existido ni una sola reacción por parte de los gobiernos ante las enormes pérdidas de los ciudadanos. Evidentemente esto no es una novedad, ya que hace tiempo que todos los gobiernos de todo tipo y color han confundido los intereses generales con los intereses de determinados grupos del general, olvidando todo lo demás. En este caso ya lo ha explicado con una claridad pasmosa Jesús Aguirre hoy mismo en unas declaraciones en las que califica de utopía la sanidad española, y afirmando sin ningún tipo de pudor que ahora que no estamos en campaña electoral los partidos políticos pueden decir la verdad y avanzar hacía el copago, (en realidad es repago).
El problema no es que la sanidad sea sostenible o no, ya que en definitiva en España estamos en el país de la OCDE que menos gastamos en sanidad, sino que el problema es que estamos en el país de la OCDE que menos gastamos en sanidad, lo cual provoca que existan numerosos negocios que se están perdiendo por fondos y determinadas personas. El problema no es que la sanidad sea sostenible o no, el problema es que los intereses de las personas hace tiempo que no cuentan absolutamente nada, a pesar de que estas personas son nuestros representantes.
Por esto siento envidia cuando veo como se trata de defender a Repsol, incluso desde la Unión Europea que ha emitido hoy también las declaraciones de apoyo y chantaje a Argentina para tratar de evitar la pérdida sobre los inversores. Estamos ante una Unión Europea que, al igual que gran parte de los países que la componen, tiene un déficit de democracia realmente alarmante y que tan solo reacciona cuando se ven amenazados determinados grupos, mientras pone a los ciudadanos a los pies de estos mismos grupos sin ningún pudor.
Lo realmente grave es que todas estas actitudes están llevando a la quiebra a muchos países a lo largo del planeta. Y debemos tener en cuenta que las quiebras de los países ocurren cuando los ciudadanos están ya en una situación límite, (teniendo en cuenta que los límites para los ciudadanos de distintos países no son los mismos). Es importante tener en cuenta este detalle ya que las quiebras tienen un curioso efecto secundario que comprobamos perfectamente en España y en otros países. ¡Se aprende una barbaridad!. De hecho esta es la principal crítica a la famosa teoría del Shock. Si bien es cierto que las sociedades aguantan durante un período de tiempo todos los ajustes propuestos bajo las amenazas y el miedo, también es inevitable que la gente se comience a interesar por los temas y al final acabe aprendiendo y sacando conclusiones.
Y esto es lo que ha ocurrido en Argentina, donde la deriva privatizadora, la entrega de todo el país a los intereses financieros con un sistema de paridad con el dólar incluido para beneficiar a los inversores estadounidenses que no corrían el riesgo de tipo de cambio de esta forma, ha acabado como todos sabemos en la quiebra de 2001. Tras esta situación se han tomado decisiones y se han revertido determinadas tendencias. En particular, y aunque las empresas siempre tendrán un elevado poder sobre el total de la sociedad, debe tenerse en cuenta que los ciudadanos comienzan a buscar información y su poder se reduce.
Por otra parte, los gestores tras las quiebras tendrán un mayor nivel de responsabilidad, una vez se haya disipado el efecto del “nunca va a pasar nada”. En este contexto es en el que creo yo que nos hemos encontrado con la polémica de Repsol.
En este sentido debemos entender todos que existe un concepto que es el de empresas estratégicas, que ha quedado olvidado en todos y cada uno de los lugares, (salvo curiosamente lugares como Francia o Alemania) y por supuesto debemos entender que el éxito de las empresas puede venir derivado de la creación o bien de sangrar a la sociedad.
La combinación de un país intentando salir de una situación de quiebra, ciudadanos que tratan de informarse, sectores estratégicos y empresas que tratan de maximizar sus ingresos a costa del resto de la sociedad normalmente siempre acaba de la misma forma, que es esta de que los gobiernos acaban reaccionando y tomando decisiones pensando aunque sólo sea mínimamente en los ciudadanos. Tanto por la sociedad y las presiones de esta, como porque al final se acaba sacando la conclusión inevitable de que hundiendo a los ciudadanos no existe la menor probabilidad de un desarrollo económico. Las formas y tiempos de este proceso son muy distintos, pero en estos procesos nos encontramos las medidas islandesas, el new deal de la gran depresión, los programas de Japón y en este caso la actuación contra las empresas extranjeras en Argentina que se enfrentarán a normas cada vez más duras, (al igual que en el resto del mundo), y que se pueden ir adaptando.
De hecho la gran duda de hasta donde se podrán seguir las políticas que están siguiendo tanto las empresas como los gobiernos, es hasta donde podrá aguantar la sociedad. En este sentido las tensiones son cada vez más claras en muchas partes del globo, incluido el caso de China.