Ya he comentado desde hace tiempo que toca un ataque frontal al sistema público de sanidad. A fecha de hoy parece que es demasiado evidente, de la misma forma que son muy evidentes los ataques a otros sectores. Para identificar los sectores, no tenemos más que fijarnos en los rasgos distintivos respecto a Estados Unidos y encontraremos un patrón. En definitiva; estamos tratando de instaurar la estructura económica de Estados Unidos, con la peculiaridad de que el hecho de que presente graves problemas muy obvios no supone ningún tipo de problema.
En cuanto a la sanidad, lo que está claro es que España destina muchos menos recursos a su sistema sanitario que los países en los que nos estamos fijando como referencia. También es más que evidente también que el sistema Español es mejor. Es cierto que todo el mundo dice que es insostenible, pero lo que no se acaba de entender es una gran contradicción. Si tenemos problemas de sostenibilidad con el sistema barato y mejor; ¿Qué ocurrirá con sistemas más caros y con unos resultados peores?.
Esta pregunta es tan evidente, que tan sólo se me ocurre una explicación al hecho de que no esté encima de la mesa. Es tan obvia que el hecho de que no se plantee, no puede ser otra cosa que el resultado de un ingente esfuerzo por negarla. Sin embargo, esto plantea una curiosa contradicción; si resulta que estamos ante ciertas campañas formando opinión al respecto, ¿Cómo es posible que trascienda y todos entendamos que el porcentaje del PIB destinado a sanidad es menor en España que en el resto de los países de la OCDE?. Es decir; ¿Cómo es posible que coexista el discurso de que la sanidad es insostenible, con la existencia de numerosos informes que dicen que es más barata y mejor que lo planteado?. Pues en realidad la respuesta a esta respuesta es relativamente sencilla y nos permite sacar unas cuantas conclusiones.
La primera razón, y muy obvia, es la eterna diferencia de enfoques en estos análisis. Es decir, En todos estos análisis, no estamos ante un análisis económico, sino que estamos ante un análisis de un negocio. Es decir, cuando se privatiza lo que sea, uno de los efectos es que se logra generar un negocio importante. Por tanto, privatizar suele ser la solución a todos los problemas, por la sencilla razón de que la solución es beneficiosa para los mercados, ya que se introduce la oportunidad de obtener determinados beneficios. Por supuesto esto se exagera para los “expertos” del ramo en cuestión. ¿Qué va a recomendar una fundación sanitaria que dependa de una entidad privada en el campo de la sanidad?.
Por tanto, en todos estos análisis tenemos la clave de la oportunidad, que no podemos olvidar de ninguna forma cuando tratamos de entender la bondad de una determinada propuesta. Pero curiosamente el concepto de oportunidad no está tan limitado como creemos, por la estructura del sector ahora mismo.
Por ejemplo, según los datos del banco mundial, (digamos que no demasiado sospechoso), en 2010, el gasto sanitario suponía en España un 9,5% del PIB. Este 9,5% del PIB suponen una cantidad nada desdeñable de casi 100.000 millones de euros, que es el potencial mercado para las empresas de sanidad. Cuanto menor sea la participación del estado, mayor será el mercado potencial que es un concepto que se suele usar en cada uno de los análisis de cualquier sector.
Este dato queda muy lejos del 17,9% que nos da para Estados Unidos, por lo que lo único insostenible que se nos puede ocurrir es que se nos ocurra tomar cualquier medida para acercarnos a este punto. Pero si estamos hablando de oportunidad de negocio, tenemos que plantearlo de otra forma:
¿Cuánto es el volumen de potencial de negocio en el campo de la sanidad privada?. Pues es sencillo entender que el negocio potencial casi se duplicaría, si se pasase de la estructura española a una estructura como la estadounidense. El volumen de negocio y posibles beneficios tienen la suficiente cuantía que explican perfectamente el hecho de que se olviden ciertos aspectos cuando se trata de introducir la posibilidad de negocio en dicho campo.
Una vez aclarada la razón por la que se acaba de producir confusión, tan sólo me queda tratar de explicar “como” se produce dicha confusión. Y es sencillo, porque se trata de usar dos premisas básicas:
Por un lado se trata de analizar la sostenibilidad directamente desde el ámbito de las cuentas públicas. Es decir, de alguna forma se trata de centrarnos en el esquema del estado, hasta el punto de que la discusión se centra sobre la sostenibilidad de las cuentas públicas. Evidentemente actualmente el estado tiene problemas para sostener el gasto sanitario y sobre todo tendrá problemas para soportar la gestión privada de un buen número de servicios. Sin embargo, el problema no es estrictamente de sanidad, sino que estamos hablando de un problema mucho más amplio en el que directamente la capacidad recaudadora del estado se ha reducido y los gastos en otros aspectos se ha reducido. Esto significa que la sanidad no es insostenible para el estado por si misma, sino que gestionada como está siendo gestionada dentro de un estado gestionado como está siendo gestionado es insostenible, (pero tanto la sanidad como lo que no es sanidad).
Y por otro lado nos encontramos con la sempiterna justificación de la ley de Say, que aunque ha sido ampliamente superada se sigue usando con demasiada frecuencia. Los negocios que se generan, suponen una oportunidad de inversión, lo que acaba generando actividad económica, lo que acaba generando riqueza y demanda. Claro que para esto tendremos que olvidar que los negocios que se generan son costes de otro lado. Y si lo que hoy se soluciona con 90.000 millones, mañana se soluciona con 150.000 en realidad tenemos una detracción de 60.000 millones desde la sociedad y del potencial negocio para todo aquel que no esté involucrado en un sector tan básico como la sanidad.