En los últimos tiempos la corrupción parece que se ha asentado como uno de los principales problemas para la sociedad española. Esta percepción viene derivada por la aparición incesante de numerosos casos, que afectan a casi todos los ámbitos y representantes. Tenemos casos, y actuaciones que son cuando menos indecentes, (y en la mayoría de los casos claramente delictivas) en el partido que está en el gobierno, con numerosas personas en el gobierno, la casa real, el poder judicial, los partidos en la oposición, (allá donde gobiernan), las grandes empresas, los sindicatos haciendo negocios con los ERE, la patronal…, y por supuesto, por mucha inmunidad que se le quiera dar, medio Ibex, el sector financiero y la prensa.
Ante esta avalancha, lo que nos hemos encontrado es con mensajes desde las instituciones antes señaladas en las que básicamente se nos dice que estamos en un país limpio, que no son más que casos concretos y que las instituciones funcionan, lo cual es evidentemente una falacia para tratar de convencer de una realidad imaginaria. Por supuesto que cada uno de los casos que nos encontramos son casos concretos; unos peores y otros menos malos, unos graves y otros gravísimos, pero todos casos concretos. Sin embargo, la mera existencia de muchos casos concretos es el mejor síntoma de un problema grave que se manifiesta con cierta regularidad de esta forma.
Sin embargo, el hecho de que ahora nos estemos sobresaltando día sí y día también con numerosos escándalos tiene una parte muy positiva. De hecho es una de las principales razones por la que me siento optimista.
Durante muchos años, nos encontrábamos en una situación en la que estos delitos no existían por la sencilla razón de que eran tapados al primer momento en el que pudiese haber el mínimo indicio de que iban a salir al público. De hecho, no es difícil observar en todos lados el descrédito ante la justicia, los medios de comunicación y todos los servicios de inspección en cualquier ámbito. Durante mucho tiempo, estos funcionarios y periodistas simplemente no han hecho su trabajo.
Ahora, cuando sale cualquier noticia, es fácil encontrar los comentarios de “se va a tapar”, “no pasará nada”, “no le van a dejar” y similares, que realmente es lo realmente terrible. No creo que sea tan dañino el descredito de los políticos, como el descredito de las instituciones, en las que desde luego se comprueba tras toda la sucesión de escándalos que no han funcionado.
El problema es que durante mucho tiempo las instituciones, y los funcionarios y periodistas, no han realizado su función principal que es la de “limpiar el sistema”, que pasa por castigar todas las acciones corruptas y a quien las comete. El problema es que mientras la corrupción no estaba en la lista de problemas, no es que no existiese; es que quien debería evitarlas era gran parte del problema ocultándola y en no pocas ocasiones ayudando a toda una serie de personajes que en lugar de enfrentarse al poder, han logrado aprovecharlo.
Hoy la sensación es muy distinta, y tenemos toda una serie de discursos tratando de minimizar el problema, diciendo que todo está bien y que realmente son pocos casos los que hay; sin embargo la realidad es que, como siempre, los discursos se complementan con los hechos, y la sensación que tengo hoy es que determinadas personas en las instituciones, que durante demasiado tiempo han estado agazapados o sin poder actuar, hoy en día están consiguiendo pequeñas batallas. Los medios de comunicación comienzan a pensar en que su función es obtener la información que nunca darán en una rueda de prensa, (y menos con plasma por medio), existen determinados jueces que están actuando, (con todas las cautelas habidas y por haber, lo que no deja de ser otro indicativo de la situación actual en la que se actúa con una cautela impresionante en unos casos y con un desparpajo increíble en otros casos), pero también un cierto movimiento de fondo que se observa en funcionarios de distintas instituciones.
En mi opinión estamos en un proceso en el que las cosas han cambiado, a un ritmo que quizás es desesperantemente lento, (y por supuesto mucho más lento que el que necesitamos), pero en el que comienzan a salir las cosas y comienza a actuarse. El poder, los recursos y las estructuras están aún demasiado sesgados hacía ocultar o tapar todo lo que va saliendo, pero sin embargo determinadas cosas, (puede que parezcan demasiadas, pero no son más que la punta del iceberg), están saliendo adelante.
Las cosas están cambiando, y están cambiando porque estamos viendo la podredumbre. Están cambiando porque ahora nos estamos empezando a enterar del nivel de decrepitud que se había alcanzado y que alcanza cotas que no podíamos ni imaginar, (por lo menos a mi me costaba mucho).
No tiene sentido engañarnos, (de hecho es contraproducente); no estamos en un país limpio, ni estamos en un país en el que las instituciones (entiéndanse las personas que en ellas trabajan y sobre todo las que las dirigen) funcionan. Pero estamos en un país en el que se empieza a comprobar que pueden funcionar.
El proceso será lento, desmoralizador, frustrante y duro; no tengo claro si se necesita limpiar o directamente desescombrar; pero pensemos que cada nuevo escándalo que nos encontremos en los medios no es un problema porque tenemos un caso de corrupción más. El caso de corrupción o el escándalo estaba ahí, creando sus efectos, lo viésemos o no; pensemos que es un paso más en un período de limpieza, que necesitamos más que nunca.