Con muchas frecuencias escuchamos oír hablar de conceptos tales como “mercados de competencia perfecta” en los que hacemos referencia a una serie de mercados que cumplen toda una serie de características que en la realidad nunca se van a cumplir. El caso de competencia perfecta es el caso más paradigmático porque lleva la palabreja en la frase, pero debe entenderse que no es el único.
De hecho, de alguna u otra forma todo análisis lleva implícita alguna referencia a este sistema de “perfección”. Por ejemplo cuando decimos que los bancos asignan los recursos en la economía estamos presuponiendo que lo hacen en virtud de un proceso en el que la competencia (y por tanto el mercado perfecto) los llevan a una situación de máxima eficiencia.
Podemos, por tanto, tener la tentación de afirmar que todos y cada uno de los análisis no sirven porque todos vienen “de la teoría”. Nada más lejos de la realidad. El marco teórico y la perfección son herramientas y cómo tales han de usarse. Si tratamos de quitar un tornillo con un alicate tendremos muchos problemas; pero nadie llegará a la conclusión de que el alicate no sirve para nada; sólo que es mucho mejor usar un desatornillador.
Un problema que hay en la economía está en la desconexión total entre la economía aplicada y la economía teórica. Es decir, cualquier persona que estudia un tema desde el campo de la economía aplicada parte de unos esquemas que facilita la parte de la economía teórica asumiendo que en la realidad se cumplen unas premisas que no se cumplen. A su vez, para la economía teórica lo que hace es contrastar unos argumentos con variables sin que en muchas ocasiones se sepa de qué se está tratando.
Tenemos cuatrocientos mil informes y opiniones de economistas diciendo que incrementar la cantidad de dinero en circulación genera inflación en base a unas reglas que salen de la pura y dura teoría; y esto sirve para luego tomar decisiones que llevan al desastre. Por otra parte tenemos otro gran número de académicos modelando en base a variables como PIB, IPC y demás sin tener la menor idea de lo que significan estos datos (ya que nadie se preocupa por la construcción de estos índices). Y al final lo que tenemos es un cristo importante que irónicamente se basa en la perfección.
Pero dejando aparte los fallos (en muchas ocasiones interesados) a la hora de analizar es muy importante tener en cuenta la situación perfecta que a lo mejor se debería llamar utópica para entender mucho mejor la situación.
Por ejemplo. Es importante tratar de saber cómo funcionan los mercados de competencia perfecta o cómo funcionan los sistemas de planificación por la economía por la sencilla razón de que necesitamos saber hacía donde ir. Y todo esto sabiendo que no existirá ni el comunismo perfecto, ni los mercados de competencia perfecta ¿Cómo vamos a elegir uno de los dos horizontes sin estimar que existiría en ese mundo utópico? Además cada uno de nosotros da una valoración distinta a cada cosa; unos valoran más la libertad que la igualdad; otros prefieren la seguridad, otros dan más valoración al prestigio… En fin, cada uno de nosotros tiene un esquema de valoración distinto lo cual hará que cada uno de nosotros tenga una situación utópica que tendremos que estimar.
Pero podemos dar un salto más y en lugar de utopía pasar a llamarlo horizonte. Imaginemos que hemos llegado a la conclusión de que defendemos el mercado de competencia perfecta. Ese concepto puede ser nuestra guía o la situación a la que esperamos llegar; pero necesitamos cuantificar esto de alguna forma para saber si estamos lejos o cerca, o incluso si tal o cual medida nos ayuda a acercarnos o alejarnos. Es esta la razón por la que debemos tener en cuenta las premisas que se incluyen en cada uno de los escenarios que ahora llamo horizontes. Por ejemplo, si tenemos en cuenta que esta utopía depende de la inexistencia de poder de mercado ni por clientes ni por oferta ¿cómo defendemos que incrementar el poder de la parte que tiene más poder ahora es acercarse a esto?. Esto lo he dicho en repetidas ocasiones; si las empresas tienen el poder en un mercado, jamás se podrá considerar como una medida adecuada para lo del “libre mercado” dar más poder a las empresas, reducir el poder de consumidores o de trabajadores. Nos aleja de este horizonte.
Pero ya que estamos hablando de horizonte, podemos proponer un concepto muy similar que es el “destino”; si estamos hablando de hacía donde queremos ir, podemos pensar en un mapa en el que estamos y un destino. Esto es muy importante porque hay veces que para llegar a nuestro destino tenemos que sortear obstáculos y en otras ocasiones simplemente no hay posibilidad ninguna de acercarse por lo que habría que buscar destinos alternativos.
Voy a coger un ejemplo de Adam Smith (no demasiado sospechoso de comunista) Esta persona, conocida por ser acérrimo defensor del libre mercado, afirmaba que en ningún caso podrían darse las circunstancias para que en la educación o en la sanidad se llegase a esta situación, por lo que directamente lo que hacía era defender que la sanidad, educación, cultura y otros fuesen gastos del estado y no de mercado, porque es la forma más sencilla de llegar a la situación ideal en el conjunto. También nos cuenta que además el gasto público deberá crecer con la riqueza del país. ¿Por qué?. Pues porque el simple estudio del mapa nos lleva a caminos que pueden sorprender para alcanzar una situación global. No deja de ser curioso que dentro del comunismo existan cosas que quedan también al libremercado y nadie se rasga las vestiduras.
En definitiva, las situaciones teóricas son muy importantes, como guía, como control de la desviación actual, como horizonte y para entender las dificultades que podemos encontrar por el camino, así como presentar propuestas para acercarse más a la utopía de cada uno.