Me gustaría comentar un post de Solrac en el blog “Ecos Solares” hablando de la posibilidad de acuerdo “in extremis” entre Grecia y la Unión Europea. Lamento mucho disentir de dicho post que me parece especialmente importante para sacar unas conclusiones obligadas para todos.
Antes de nada, me gustaría aclarar que es habitual que critique lo que dicen otros. En ningún caso puedo saber si los errores (siempre en mi opinión) de los textos comentados son realmente errores o manipulación. Pero lo cierto es que en muchos casos puedo creer de una forma fundamentada que estamos ante uno u otro caso. Es decir; normalmente el olvido y la incoherencia es tan grotesca, que tengo que concluir que estamos muy probablemente ante una manipulación.
Toda esta aclaración es necesaria porque tengo la impresión de que hoy no estamos en este caso. Es decir, creo que los aspectos que se le pasan a Solrac y que le llevan a una conclusión que considero engañosa son fruto de un error verídico.
Esta distinción tiene cierta importancia práctica; los errores son siempre muy útiles porque nos invitan a pensar más y eso nos lleva a todos a aprender; mientras tanto, las manipulaciones conducen a lo contrario. Por esta razón, entre otras, las manipulaciones hay que destrozarlas, por el contrario, los argumentos equivocados (de quien sean) hay que trabajarlos.
Como primer paso, recomiendo la lectura del post en cuestión con mucha atención. Seguro que será pacifico concluir que Solrac estima que el problema es la diferencia final entre dos posturas que se cuantifica en 400 millones de nada. Esto comparado con los problemas de destrozar Europa y las razones geoestratégicas es un coste ridículo. Adicionalmente, se apoya en la historia europea para sus conclusiones. Solrac nos cuenta que la historia de Europa es una sucesión de sangre, guerras y malentendidos hasta que en los años 50 todo pareció cambiar y se comenzó a construir una historia de paz y colaboración.
Está claro que Solrac ha escrito lo que toda persona medianamente informada y de bien diría. Recordar la Historia, pensar un poco más allá de lo obvio e identificar las amenazas y la situación en la que nos vamos a encontrar previsiblemente en muy poco de tiempo. Me gustaría poner esto en contraposición con las declaraciones y comentarios durante estos días de insignes analistas de cabecera en España, como por ejemplo, Jose Carlos Diez, Daniel Lacalle, Miguel Roig… Serán reconocidos, pero no han salido de los topicazos fáciles e incluso del cachondeito a cuenta de los fracasos (de Grecia, que los de otros ni los ven). Serán reconocidos, pero no tienen ni la más remota idea de lo que están hablando; ni de lo que supone la Historia, los valores, ni lo que supone lo que está ocurriendo para el futuro de muchas personas. Si lo supiesen, difícilmente se iban a tomar lo que está ocurriendo con sorna (o eso espero).
Pero saber introduce el vértigo en los análisis. Es un concepto difícil de explicar por lo que voy a necesitar que se reflexione sobre mis palabras. Cuando se ve el futuro al que nos conducen estos acontecimientos se siente un dolor que a veces incluso es físico. Quieres creer que te equivocas porque hay veces que no se puede aceptar lo que la razón te dice. Quieres que esto sea una película de Hollywood en la que tras la tensión al final todo se soluciona y los protagonistas se dan un gran beso. Y buscas cómo sea argumentos para interrumpir la sucesión de acontecimientos que llevan a la oscuridad.
Ese es el post de Solrac, tal y cómo él manifiesta. No lo sé (y espero que lo confirme o desmienta), pero creo que está escrito porque hay veces que necesitas poner negro sobre blanco para que se haga realidad un deseo y las cosas cambien.
Ahora me gustaría recomendar la lectura de una serie de post que he colocado yo hace unos meses acerca de lo que ha ocurrido en Europa entre los tratados de Versalles y el 4+2 de Moscú poniendo el centro en los acuerdos de Londres que se intuyen en el post de Solrac.
Algo cambió en Europa en los años 50, en gran parte inducido por Estados Unidos. Como bien dice Solrac y la historia, en aquellos momentos dejamos de tirarnos balas y nos pusimos a trabajar en la prosperidad común. Se construyó mucho, tanto para los ciudadanos (todo el esquema del estado de bienestar concebido como una necesidad, cuando ahora parece un lujo) como para las relaciones entre los distintos países.
Las decisiones tomadas durante esos años fueron posibles por la confluencia de una serie de factores que obligaron a Europa a mejorar. Para entender las circunstancias de los años 50 debemos recordar que Alemania había sido destrozada, presionada, chantajeada y calificada reiteradamente como irresponsable durante los años 20; mientras tanto sufría constantes presiones desde los mercados financieros exteriores y varios planes de rescate mientras era expoliada. Por entonces, en Europa nacieron, como respuesta, los fascismos y la guerra mundial. A su vez, en el este teníamos otro fascismo que ofrecía una alternativa al comunismo.
El miedo al comunismo y con la memoria reciente de dos guerras mundiales, una gran depresión y toda una serie de principios que surgieron en el New Deal (no confundir con Keynes) llevaron a que en 1950 Europa cambiase el rumbo en una de las mejores decisiones que se pudieron tomar.
Hoy no hay el comunismo; perdimos en la memoria las dos grandes guerras mundiales, parece que hemos olvidado la gravedad de cargarse los derechos civiles (y no sólo en el caso de Venezuela) y creemos que la Gran Depresión se hubiese evitado salvando los mercados financieros (cuando el desplome bursátil no fue más que la consecuencia lógica de una situación denominada Gran Depresión),
Hoy las circunstancias de Europa son mucho más parecidas a las del período de entreguerras; tenemos una serie de países con deudas impagables. Tenemos unas distribuciones de la renta completamente desiguales; los derechos de los consumidores y de los trabajadores son una entelequia y todo se fía a los mercados financieros y a los bancos centrales que no paran de recomendar medidas absurdamente deflacionarias para luego extrañarse de la deflación. Tenemos al país acusado por todos de irresponsable (hoy es Grecia, ayer era Alemania), que se ha convertido en un país humillado, destrozado y saqueado. Tenemos también un lento avance de la propaganda y de actitudes fascistas, por todos los lados.
Si las circunstancias son más parecidas a las de los años 20 (supuestamente felices) que a la de los años 50 lo más normal es que todo acabe … Es difícil incluso escribirlo.
Hay que buscar, por tanto, algún punto en el que agarrarse para cambiar el rumbo de las cosas; Solrac introduce el argumento de la geopolítica. Lamentablemente, la geopolítica hoy no tiene el sentido que tuvo en otros momentos de la Historia. Hoy es el tiempo de las entidades transnacionales y el tiempo de los mercados financieros. Hoy la geopolítica no tiene el poder que puede aportar un buen negocio.
Sólo se me ocurren dos cosas que pueden cambiar la evolución de los acontecimientos. La primera es la pura consumación del desastre (en mayúsculas y en el uso más amplio del término que se pueda llegar a imaginar). La segunda es el conocimiento.
No es obligatorio llegar al desastre para salir de él; tan sólo hemos de recordar que ya hemos estado en él y actuar en consecuencia.
Lo malo es que la segunda opción es mi particular filtro optimista de las cosas; en el fondo soy consciente de que no hay forma de evitarlo porque hay muchas personas hablando y decidiendo con una alegría acojonante, mientras caminamos hacia una situación que difícilmente podemos imaginar.
Y esta es la cuestión. Lo siento por Solrac, pero el caso de Grecia tiene un desenlace sencillo de ver; puede que haya una patada para adelante más o que no; pero le toca salida del euro, corralito, quizás golpes militares, y puede que fascismo. Y a nosotros, a menos que encontremos una forma de evitarlo, también.
Y duele.