Nota previa: Una constante en esta crisis (e incluso mucho antes) han sido las alusiones a un modelo productivo y económico determinado como parte del problema. Hoy seguimos exactamente igual.
Este post es una reedición de otro publicado con el mismo nombre el 25 de agosto de 2009. Se han corregido algunos fallos de redacción. Sin embargo, los datos, el análisis y las conclusiones se han de entender referidas a 2009. Hoy sigue plenamente vigente.
Modelos económicos y productivos
Mucho se ha escrito últimamente en relación a la necesidad de cambiar el modelo productivo de nuestra economía. De hecho está incluso anunciada una ley denominada para la economía sostenible. Nadie parece enterarse de lo absurdo que es dicho planteamiento (en línea con la tónica general de las situaciones de los expertos y gobiernos en las últimas épocas). El modelo productivo de un país (de hecho, el modelo del país) es una consecuencia directa de las distintas decisiones que se han tomado; las decisiones y la situación de partida provocan la situación final en la que nos encontramos.
Por usar un símil, pensemos en un niño que nace con unos determinados genes y recibe una determinada educación. Tanto los genes como la educación recibida, determinarán lo que el niño será de mayor. Evidentemente, no podremos legislar que nuestro hijo sea el día de mañana abogado. Pero es fácil determinar que un niño concebido en una familia de abogados y al que desde pequeño se le inculcan unos valores determinados, muy probablemente será abogado.
De esta forma serán las condiciones económicas y las decisiones que se tomen lo que determine el modelo económico en un país, al igual que ha pasado hasta ahora. Por supuesto, supongo que nadie será capaz de encontrar la norma que obligaba o destinaba fondos a las actividades especulativas o a las de poco valor añadido que son las que predominaban en nuestro sistema productivo. De hecho, supongo que no será difícil encontrar subvenciones, apoyos y palabras bonitas en relación a actividades en i+d y luego en i+d+i.
Dado que la normativa, las subvenciones, los apoyos y las palabras desde hace bastante tiempo hablaban de la modernización, competitividad, productividad, investigación y términos similares: ¿Cómo nos hemos encontrado un modelo basado en el ladrillo y en actividades de poco valor añadido? Si miramos las condiciones básicas de la economía española, ¿qué vemos?
Nos encontramos, en primer lugar, con un sueldo medio que es la mitad del sueldo medio de la eurozona. Esto implica que cuando una empresa se plantea la disyuntiva de contratar personas o de invertir en maquinaria, en el caso de España se tenderá a contratar personas; porque el precio de la maquinaria es similar en España a cualquier otro país de la eurozona, pero el precio del factor trabajo resulta casi la mitad. En consecuencia, las empresas optan por contratar empleo barato masivamente.
Por otra parte, resulta que somos líderes en precariedad laboral; cuando la misma empresa decide si automatizar una línea o si contratar trabajadores masivamente tendrá en cuenta que, si baja la actividad, a los trabajadores los puede despedir, pero con la maquinaria no tiene dicha opción, ya que tendrá que pagarla de todas formas.
Además, resulta que los sueldos de los trabajadores son los ingresos de los clientes de las empresas, ya que la inmensa mayoría de los productos se venden finalmente en España a personas que viven de un sueldo. ¿Existe un incentivo para la inversión productiva y la creación de valor cuando los clientes tienen la mitad de ingresos que las economías vecinas? ¿No será lógico que las empresas produzcan lo que sus clientes necesitan? Pues no parece lógico que las empresas españolas en su mayoría se preocupen por el valor, ya que lo que necesitan es exactamente lo contrario: producir a un coste que los clientes puedan pagar.
Por otra parte, pueden pensar en el futuro y analizar si los sueldos van a subir, pero claro, saben que el gobierno de turno regularizará un gran número de inmigrantes para disponer de una bolsa de parados que no baje del millón de personas. ¿Qué mejor garantía para una empresa que disponer de un millón de parados en la economía para soltar aquello de “estas son las condiciones y si no gustan tengo un millón en la puerta”?
¿A alguien le extraña ahora que tengamos el sistema que tenemos? Pero aún debemos de tener en cuenta algún que otro detalle adicional.
¿Se lucha contra la especulación salvando a los especuladores? Es una curiosa contradicción, pero lo cierto es que los sucesivos gobiernos han tratado de promover la especulación en todos los bienes y servicios, mediante sucesivas normativas, encaminadas a la realización de “negocios” (conocidos en la calle como “pelotazos”). Desde la clásica reclasificación de terrenos, hasta los concursos administrativos para las energías alternativas, de forma que las grandes y no tan grandes fortunas tienen “negocios” cerrados en bienes de primera necesidad.
Por supuesto los sucesivos gobiernos han promovido innumerables “negocios” (algunos realmente variopintos), de forma que ¿a alguien le extraña que en este país se hagan "buenos negocios"?
Todo eso lo aderezamos con un sistema fiscal que favorece (con todo el descaro del mundo) que las grandes fortunas se instalen en nuestro país con instrumentos tan innovadores como las sociedades de inversión colectivas (que curiosamente por muy colectivas que sean siempre son de alguien) o los límites a la fiscalidad a extranjeros afincados en España (caso de los futbolistas).
Por supuesto, si todo este sistema lo completamos con unas normativas de protección a los consumidores que son un auténtico chiste; y con un apoyo normativo y en euros al sector financiero que le permite (sin condición alguna) hacer lo que le venga en gana; de tal forma que incluso si una persona reclama ante el Banco de España contra una entidad se encontrará con que los informes de esta entidad (con unas muy limitadas atribuciones) ni tan siquiera son vinculantes.
¿En este panorama que esperamos? ¿Ser Alemania?
Oiga, coja a un niño, déjelo todo el día en la calle y en los billares, en medio de una familia desestructurada y al alcance de drogas; si quieren pueden legislar que este niño deberá merecer el premio nobel. Pero la triste realidad es que una de dos; o le dan el nobel por decreto y todos nos comportamos como en la fábula del traje invisible del rey, o bien pueden empezar por cambiar las circunstancias del niño. Porque la persona de mayor será, en gran parte, lo que las circunstancias le han marcado.
Porque hoy crear valor en España no está claro si es de héroes o de locos; y esto no se va a cambiar con una ley que diga que hay que crear valor.