El 2 de diciembre de 2008, como casi todos los días, tuve que coger el coche para realizar el trayecto desde A Coruña hasta Santiago. Para realizar dicho trayecto, dispongo de dos alternativas: por un lado la AP-9 y como alternativa una sinuosa carretera general que adolece de falta de mantenimiento.
Por supuesto la carretera, ofrece una mayor economía, (siempre que no hagan reportajes fotográficos), a cambio de asumir una serie de incomodidades y un poco más de riesgo.
Debido a las circunstancias conozco numerosas personas que nos desplazamos con frecuencia entre estas dos ciudades, y en general es común optar rutinariamente por alguna de las dos alternativas, y variar en función de las circunstancias.
Hasta el 2 de diciembre de 2008, cada mañana antes de salir de casa, me informaba sobre las incidencias y el clima, y en caso de que existiesen condiciones difíciles de circulación, optaba por pagar el peaje, debido al riesgo del viaje.
Ese día, me levanté, mire en los períodicos por Internet, así como en la web de Audasa y en la página de la dgt, (que estuvo bloqueada toda la mañana) sobre las 7.30, y no existía ninguna incidencia, si bien existía alerta sobre temperaturas bajas. El clima en Coruña no era especialmente malo y por tanto decidí ir por la carretera. El panel informativo que me encuentro a poca distancia de casa, indicaba precaución por hielo. A unos 20 kilómetros de Coruña, la situación en la carretera se complicó, de tal forma que había que pasar por una zona de montaña con muchísima precaución, más que nada, por el tráfico incesante de los camiones que esparcían sal, y las palas que a duras penas lograban despejar la carretera. Eran más o menos las 7.50, y decidí llamar a un amigo que salía sobre esa hora para decirle que fuese por la autopista, por que la situación en la carretera no era la mejor, y estaba empeorando. Mi amigo no me hizo caso porque él ya oyó noticias de problemas en la AP9, y uno de los paneles de entrada en la autopista ya informaba de un accidente.
Llegué a Santiago sin más incidentes y fui el primer sorprendido del recibimiento de mis compañeros de trabajo que no me esperaban. El resto de gente que venía de Coruña, repartidores, proveedores, clientes, habían llamado diciendo que no sabían a que hora podían llegar.
Poco a poco se fueron conociendo más datos y contradicciones, y al final se conoce que si bien se echó sal, no se hizo con la suficiente regularidad y además no se usó la adecuada (que se denomina Salmuera), por que la concesionaria de la autopista, (Sacyr), no disponía de ella; para desbloquear la autopista, hubo que esperar pues a que llegasen los medios que Fomento tiene para la conservación de la A-6 en Lugo, (que pese a soportar peores condiciones no registro ninguna incidencia ese día).
En torno a las 10.30 comenzaron a llegar los primeros conductores a Santiago, después de pagar, por cierto, el peaje correspondiente.
No hay datos, sobre cuantas personas presentaron reclamaciones a la concesionaria de la autopista, aunque si existen varios blogs referidos a tal circunstancia. De todas formas, parece ser que Audasa no ha atendido las reclamaciones, por que el 13 de octubre de 2009, se celebró el juicio por daños. Se reclamaba por la falta de información, la falta de previsión y el cobro de peajes a los usuarios atascados.
- Existe atestado de la Guardia Civil que responsabiliza a la concesionaria. El informe de tráfico afirma que los paneles informativos estaban apagados, que era imposible circular por la autopista y que la velocidad de los vehículos era anormalmente reducida, lo que evitó daños mayores.
- La concesionaria alega en el juicio que los atestados de la guardia civil son “valoraciones”, se agarra al informe de Fomento y descarga la responsabilidad en los 3.000 conductores. Concretamente afirma que los conductores no recabaron información de teleruta, no prestaron atención a los paneles y no respetaron las normas más elementales de circulación. Por cierto, que para apoyar sus tesis, sacan el caso de una accidentada que iba a una velocidad de 114 km/h. (tramo recto limitado a 120 km/h).
- Por supuesto estima la concesionaria normal, que se tarde entre 15 y 20 minutos en comunicar los accidentes a tráfico y en movilizar medios.
Con todos los respetos, a mi esto me recuerda al borracho que oye por la radio aquello de “precaución con un conductor que circula en sentido contrario por la autopista”, y exclama; “¿uno?; ¡Son todos!”.
Ahora toca esperar la sentencia, en la que la indemnización por conductor pedida asciende a 500 euros. Sin embargo, lo que ya ha quedado completamente desnudo es el sistema de protección al consumidor en este país. Es difícil encontrar un caso más claro que este, ya que gracias al follón generado no hay problemas para encontrar testigos. Por supuesto, la gravedad del hecho ha sido extrema, ya que sólo un milagro ha evitado que estuviésemos lamentando la pérdida de vidas. Y sinceramente, las alegaciones ante el juzgado son una completa vergüenza para sus clientes. Clientes que por cierto tienen, en gran parte debido a que el grupo Fomento, pasa completamente de arreglar la alternativa, (supongo que para generar negocio para las concesiones de autopistas).
Pero lo cierto de toda esta historia es que la concesionaria se ha ido de rositas, se ha jugado la vida de unos cuantos ciudadanos y no ha recibido ningún tipo de sanción y en el peor de los casos pagará ahora indemnizaciones que representan poco menos que el 1% de sus beneficios anuales.
Por cierto, que yo agradezco que la página de trafico no funcionase en toda la mañana, y que la información de la web de la autopista, (una hora después) no hiciese referencia a ningún tipo de incidencia. A mi me permitió decidir que dado que las carreteras no estaban mal, ir por el sitio “peor” y llegar sin ningún tipo de incidencia. También alguien debería recordar en este caso las bondades de la gestión pública y privada, ya que sea como sea el resultado del juicio, el hecho incontestable es que la única vía de titularidad privada en Galicia, fue la única con incidencias destacables ese día, y que los recursos tuvieron que venir de las autovías públicas que si disponían de la Sal.
Este caso, es un caso especialmente grave, que explica los límites a los que se llega en el maltrato al consumidor, o más claramente de la clara ineficacia de los servicios de reclamaciones, o de cualquier tipo de arbitraje en materias de consumo. Por supuesto este caso no dejaría de ser una anécdota, pero que si unimos a todos aquellos casos “tontos”, en el que un taxista nos da una visita turística, la compañía de teléfonos factura lo que venga bien, nos aparezcan cargos indebidos o nos den un bien o un servicio que no se aproxime a la realidad; encontramos con que realmente el consumidor está completamente desprotegido, mientras que existe una auténtica barra libre para las empresas para que actúen como les da la gana. Por supuesto, dada la cantidad de mercados cautivos y pactos entre las empresas, celebrados ante la nuca de la comisión nacional de la competencia, (que ya no sabe para donde mirar con el objetivo de no ver nada), no nos queda en la mayoría de las opciones ni la posibilidad de cambiar de empresa o proveedor. En Audasa no podemos elegir, en la parada de taxis, nos toca el que toca y además existen acuerdos entre las empresas, las gasolineras, las eléctricas pactan precios, las concesionarias de parkings también y se ocupan de conseguir que no existan plazas para aparcar en superficie. Por supuesto ante el coche destrozado reclamamos, (más si hay heridos); sobre todas las pequeñas tonterías que sumadas no son tanta tontería, no podemos.
Una medida que convendría implantar en España es el concepto de indemnización punitiva y dotar de medios y voluntad a la administración a la hora de perseguir los incumplimientos de las empresa. Sin embargo el concepto de indemnización punitiva está completamente prohibido.
Puede ser la forma más sencilla de instaurar un mínimo de control, sin llenar la administración pública. Se trataría de que surgiesen incentivos a demostrar los abusos de las empresas y que el denunciante pudiese percibir por los trabajos y esfuerzos que se necesitan en España para defender los derechos, una cantidad importante. De esta forma, las empresas procurarían “cortarse un poquito”.
A algunos les puede parecer una animalada, el uso de indemnizaciones ejemplarizantes y el surgimiento de los denunciantes “profesionales”, pero me gustaría que pensasen en el ejemplo que hoy he puesto y luego recuerden que es lo que pasa si yo un día de sol circulo a 140 por ese lugar. Me caerá una multa por poner en riesgo la vida de los demás usuarios, (y ahora puedo acabar en la cárcel). La empresa descuida el mantenimiento, no instala los sensores de temperatura que están instalados en las autovías públicas, provoca accidentes a 50 coches, y aún por encima, lejos de pagar una multa, resulta que no devuelve los peajes de las personas que se tiraron 4 horas para recorrer 70 kms.