Una vez comentado que las medidas que normalmente se asocian al concepto del “estado del bienestar”, fueron concebidas y se llaman técnicamente “estabilizadores automáticos”, toca entender un poco lo que ha pasado. Me gustaría que volviésemos a recordar 2008 y los inicios de esta crisis, que empezaba a asomarse en Europa. Mientras en España, teníamos al gobierno negándola, en teoría por motivos electorales, (en marzo de 2008 hubo elecciones generales); el entonces comisario europeo de asuntos monetarios y económicos, Joaquín Almunia decía:
“La mayoría de los Estados miembros de la UE aborda este deterioro de la coyuntura en una situación más favorable que otros países. Se trata de aquéllos que han aprovechado la reactivación del crecimiento a mediados de 2005 (no se olvide que algunos países no habían dejado de crecer antes de esa fecha) para avanzar hacia unas cuentas públicas equilibradas. Estos países disponen hoy de márgenes de maniobra presupuestaria suficiente para dejar actuar, si fuera necesario, a los estabilizadores automáticos (es decir, aguantar una posible reducción de los ingresos públicos y hacer frente a mayores gastos) sin el temor de que las cuentas públicas registren un déficit superior al límite del 3 % de déficit. Si nos fijamos bien, esto es precisamente lo que preconizan los responsables de algunas organizaciones internacionales.
En cierto modo, la relajación presupuestaria prevista para este año se ajusta a esta idea. Los estabilizadores automáticos, si debieran entrar en juego, permitirían sostener a los más afectados por la desaceleración económica aunque los ingresos del Estado fueran menores. El apoyo prestado a la economía no tendría entonces nada que envidiar a lo que proponen las autoridades norteamericanas.
Mientras tanto, mantengamos la cabeza fría y pensémonoslo bien antes de ceder a los cantos de sirena. Si bien la coyuntura económica ha cambiado respecto a la primavera, incluso al verano pasado, todavía no se habla de recesión en los Estados Unidos y aún menos en Europa. Por otra parte, importa recordar que el peso mucho menor del gasto público en porcentaje del PIB en los EE UU comparado con la UE (menos del 36 % frente a más del 46 %) puede justificar la necesidad de un plan de estímulo fiscal al otro lado del Atlántico. La mayor progresividad del impuesto en Europa y unos sistemas de seguridad social más generosos permiten estimular la demanda mucho más rápida y eficazmente que mediante inyecciones puntuales de fondos”
A modo de conclusión, acababa el artículo exponiendo un contundente e irónico:
“Los fundamentos de la economía europea son buenos y sólidos y los presupuestos de 2008 ya prevén un estímulo no desdeñable, por lo que no está clara en absoluto, en este momento, la necesidad de nuevos estímulos fiscales en Europa. Dejemos funcionar libremente los estabilizadores presupuestarios sin poner en peligro el saneamiento a largo plazo.”
Lo que está claro es que es difícil encontrar una predicción más alejada de la realidad, y en realidad debemos entender el por qué; en particular, lo que está claro es que los estabilizadores automáticos a los que confiaba todo el mundo no han funcionado, de tal forma que por primera vez desde que se habían diseñado, no han logrado estabilizar la caída de la economía, llevándonos a una situación que todos conocemos.
¿Existía algún indicio para entender que los estabilizadores automáticos no iban a funcionar?. Pues lo cierto es que por supuesto que existía, si los estabilizadores son instrumentos que automáticamente suponen políticas restrictivas cuando la economía va bien, el mero hecho de que no hayan funcionado frenando todo el desenfreno de los años anteriores nos tenía que llevar a la conclusión de que algo estaba bien. Recordemos que estos instrumentos tenían como objetivo lograr un crecimiento equilibrado y que no se repitiese la situación de los felices años 20, y su degeneración en la gran depresión.
En definitiva ya en la etapa de crecimiento se comprueba que algo falla en unos instrumentos cuyo objetivo es tratar de evitar la violencia en los ciclos, bajo la premisa de que buscan enfriar la economía cuando esta se calienta y calentarla cuando se enfría. Además se trata de conseguir que la efectividad de las políticas económicas sea máxima, lo cual enlaza con el equilibrio entre los distintos agentes de la economía. Es decir, se trata de actuar sobre las condiciones de cada una de las partes del sistema económico para que automáticamente tiendan a ajustarse a un equilibrio.
Los dos más relevantes, (como aparecía en el artículo en cuestión) son los que hoy tienen un mayor impacto en la partida del gasto público y que son los que se conforman (casi exclusivamente la partida del gasto social). Estos dos son las pensiones y prestaciones del sistema de seguridad social y los subsidios al desempleo. El objetivo de estos dos mecanismos es el de estabilizar los ingresos de los trabajadores, (aunque con casuísticas diferentes), y desde luego ambos responden exactamente al mismo funcionamiento. Se trata de imponer un coste cuando el trabajador está en activo, y por otro lado establecer un ingreso para el trabajador cuando está inactivo. La diferencia está en la causa de la inactividad; mientras las pensiones compensan para los períodos donde el trabajador deja de serlo por qué no puede estar en el mercado laboral, el subsidio de desempleo lo encontramos cuando el trabajador puede estar en el mercado laboral pero no se encuentra en este.
Un aspecto importante es el concepto gastos e ingresos, frente al concepto de sistemas de acumulación, y tan importante es que con distinto enfoque la medida pasa de ser una medida de estabilización a exactamente lo contrario; una propuesta cíclica. (esto será por si sólo otro post).
En el sentido de que estemos reduciendo por tanto estos sistemas, (tanto reduciendo cotizaciones o bien reduciendo prestaciones, directamente o a través de ajustes de diseño), estamos sustituyendo estabilizadores automáticos por elementos que van a favor del ciclo.
El otro gran estabilizador automático es el sistema fiscal progresivo, que actúa de una forma muy obvia; cuando se incrementa la renta, se incrementa el porcentaje de impuestos que se ha de pagar, por lo que automáticamente estamos desencadenando una política fiscal de carácter restrictivo, de forma que la economía se enfría a medida que se va generando una mejor situación fiscal para las cuentas públicas. Si por el contrario la renta baja, el proceso es exactamente el contrario, de forma que bajan los tipos impositivos, de forma que tanto los impuestos, como el porcentaje de recaudación se reducen de forma que automáticamente nos encontramos con una política fiscal expansiva.
Es fácil comprobar que a medida que el sistema impositivo que diseñemos pierda progresividad o incluso llegue a ser regresivo, los efectos son totalmente contrarios. Si a medida que obtenemos renta, nos encontramos con que se pagan menos impuestos, (bien por decisiones, bien por el diseño del sistema tributario), comprobamos que nos encontraríamos con que hemos convertido los estabilizadores automáticos en elementos desestabilizadores, ya que a medida que se incrementa la renta se desencadenan políticas fiscales expansivas, mientras que a medida que se reduce la renta, el proceso es que se instauran políticas fiscales restrictivas.
¿Por qué no han funcionado los estabilizadores automáticos?. Pues es más que obvio, porque han sido desmantelados durante años con reformas que poco a poco les han quitado toda su razón de ser. Estos instrumentos son aquellos que automáticamente funcionan estabilizando la economía, pero cada vez que planteamos “una reforma estructural”, lo que estamos haciendo es desarmando unos sistemas que deberían ser automáticos.
¿Cómo es posible que la misma persona que en 2008 deja todo en manos de los estabilizadores automáticos, que sabe que son porque los define en el mismo artículo, es la que acaba proponiendo destruirlos?. Porque la reforma de la seguridad social, las bajadas de impuestos a las que hace referencia en el artículo, (centradas en bajadas de impuestos a capital y rentas altas, acompañadas de subidas de impuestos al trabajo e indirectos), no han sido otra medida que introducir progresividad, y desde luego todos los apoyos directos e indirectos en la “espectacular década de crecimiento”, lo que han significado es que automáticamente nos encontramos con el bombardeo masivo de todo el estado del bienestar.
Bajo la premisa de que “no nos podemos permitir el estado del bienestar”, nos encontramos con la realidad de “nos estamos cargando todos los medios para salir de esta crisis”.