El otro día traté en dos post traté de justificar las razones por las que el terremoto y posterior tsunami de Japón, eran bastante más graves de lo que los analistas sugerían en un principio. Debemos tener en cuenta que el problema con la central nuclear, no está nada claro, lo cual suele ser un indicativo claro de que la situación no es la mejor. Pero en todo caso, debemos tener en cuenta que ya entre el tsunami y el terremoto, se dañaron muy seriamente las infraestructuras, de forma que los puertos y las carreteras están muy dañadas; el hecho de encontrarnos cargueros en las autopistas, nos da una idea muy clara de la situación.
Por otra parte los recurrentes recortes de energía, aunque en realidad el consumo esté bajo mínimos por el parón de la actividad, llevan a la inevitable conclusión de que las infraestructuras energéticas de la isla estén seriamente dañadas, (bien las de producción, bien las de distribución o bien ambas).
El impacto económico de la medida es por tanto el peor que nos podamos imaginar, aún sin meter en la ecuación la crisis nuclear, que tampoco va a contribuir a ayudar y por supuesto los problemas que están apareciendo de contaminación radioactiva en el agua corriente, en los alimentos e incluso en el agua del mar.
Pero hoy me gustaría seguir profundizando en el tema de las infraestructuras, porque me gustaría plantear una pregunta muy simple; Por lo que se conoce, (reconozco que no hay demasiada información fiable disponible), las plantas de producción de las principales empresas exportadoras de Japón no han sufrido daños importantes. De hecho voy a suponer que estamos ante esta situación, ya que no afecta a la respuesta de la pregunta;
Esta pregunta es:
¿Es peor una situación en la que se destrozan las plantas productivas o bien una situación como está en la que los daños se centran en infraestructuras?. Pues la respuesta es muy sencilla; ¡Depende para quién!.
Desde luego al sector financiero, le interesa mucho más que las destrucciones sean de infraestructuras, porque el sector asegurador no entra normalmente en este tipo de equipamientos, (por lo menos en el caso de puertos, aeropuertos y carreteras), mientras que genera muchas oportunidades para la reconstrucción.
Pero me gustaría centrarme más en otras dos patas; por un lado las empresas que tienen las plantas que quedarían hipotéticamente destruidas, y por otro lado para la economía de la zona en su conjunto. Para contestar a esta pregunta, tenemos que plantearnos correctamente la situación y para esto tenemos que entender que lo primero que habrá que hacer en cada uno de los dos casos, es tomar decisiones. Estas decisiones, y por tanto los resultados, dependerán de las alternativas que se presenten.
Pensemos en cualquier planta productiva de por ejemplo Sony; La destrucción de una planta de esta empresa, obliga a plantearse la reconstrucción de la nave o bien la implantación de la nave en otro lugar u otro país. Sin embargo en la mayoría de los casos la decisión sería reconstruir; es sencillo entender que si una nave está en un sitio determinado es debido a que las empresas han realizado un análisis, y han estudiado las infraestructuras de la zona, tienen personal formado, proveedores en esa zona, o incluso han contado con aspectos como la reputación del país, (el “made in japan” en este caso). En la medida en la que estas circunstancias no cambien; lo lógico es que la decisión no se vea afectada. Si se ha decidido una localización en función de accesos, proveedores, cercanía a un punto de salida de la distribución, acceso a centros tecnológicos, a determinado personal o por cualquier otra razón, si estas circunstancias no varían, en una gran mayoría de los casos, la opción sería reconstruir.
Pero sin embargo, cuando cambian las circunstancias; y las infraestructuras son una clave importante, el resultado es diametralmente distinto; En este caso, y aunque las plantas estén intactas, lo que cambian son las variables que han decidido la localización de la planta.
En ambos casos, las empresas asumen una pérdida, que será limitada según ampliemos el horizonte temporal que consideramos; en el periodo inicial simplemente no se podrá hacer absolutamente nada; a medida que pase el tiempo, se tratará de reorganizar la situación en otras plantas y al final tocará construir o esperar que se reconstruya la situación inicial, (en el caso de que lo destruido hayan sido las infraestructuras). En tanto las empresas fuesen eficientes antes del incidente a considerar, siempre existe una pérdida, ya que bien sea por una destrucción de la planta, o bien por las infraestructuras necesarias para que una planta funcione; tras el incidente tendrán que optar por alguna solución menos eficiente. Dicho de otra forma, sus posibilidades se reducen y en estos momentos no pueden optar por la que en su día decidieron óptima.
En definitiva, las empresas asumirán un coste derivado de lo que ocurre, (aunque estemos hablando de una nave asegurada), pero podrán realizar un ajuste. Sin embargo en lo que respeta a la economía de la zona, el análisis es distinto. En ambos casos, la paralización de la actividad genera un impacto directo y desde luego un impacto inducido; ya que afecta a los trabajadores, a los proveedores, a las empresas que venden a los trabajadores y pequeños empresarios de la zona y así en una larga cadena de impactos.
Es cierto que existirá un impacto positivo en la reconstrucción de lo dañado, pero en este caso también es muy distinta la situación; en el caso de reconstruir una planta, el proceso es el de asumir esta construcción, para a continuación continuar la actividad. Sin embargo en el caso de la reconstrucción de las infraestructuras, el proceso pasará por reconstruir las infraestructuras y luego asumir un proceso de reindustrialización, de tal forma que una vez realizadas las tareas, (generando una gran actividad), nos encontramos con un freno de la actividad que va repuntando lentamente en un proceso posterior a medida que las plantas vuelven a reajustar su producción o se incorporan nuevas empresas.
Desde luego, ante cualquier destrucción todos los sectores económicos pierden; pero como siempre el grado de reparto de las pérdidas va en función de las circunstancias y características de lo que ha ocurrido; cuanto mayor sea el porcentaje asegurado, (menos infraestructuras públicas), menos impacto sufrirá el sector financiero, (que puede incluso ganar). El ajuste de las empresas suavizará el impacto sobre estas, y por tanto, dado que en una destrucción tenemos un juego de suma negativa, (se reducen eficiencias), el impacto será asumido principalmente por la economía real difícilmente movilizable; (las pymes, taxistas, hoteles, comercio, proveedores y demás agentes de la zona que dependen de estas empresas).
Más o menos el mismo análisis se puede hacer respecto al resto del mundo, en la medida en que la economía dañada esté internacionalizada. Ahora mismo, los clientes de las empresas afectadas en países como España, tendrán que tomar decisiones, en las que han cambiado las circunstancias, pero que en todo caso, no son las que se habían tomado. Es decir, si la planta de PSA de Vigo, tiene problemas de suministros, tendrá que decidir; en función del ajuste de las empresas dañadas y de las posibilidades de sustitución sufrirán un impacto; (desde reducido hasta clave).
En consecuencia, y volviendo a lo de Japón, supone un problema para todo el mundo; cuanto menor sea el problema de las empresas más alejadas, (quiere decir que dependen menos de las empresas afectadas), o menor sea el problema de las empresas afectadas, (sería mayor la capacidad de deslocalizarse), mayor será el problema para la zona.
Esto nos lleva a que,(aparte de las intervenciones en los mercados financieros), es fácil entender que la evolución de los índices bursátiles va a ser bastante mejor que la evolución económica, y por supuesto si usamos estos mercados como indicador de la economía, estaremos cometiendo un error grave.