Otra de las confusiones, (cada cual que decida si son interesadas o no), es la de identificar la privatización de servicios públicos con la introducción de competencia en los distintos sectores.
En este caso, la confusión parte de una simple preposición; ya que se confunde la competencia EN el mercado, (que es lo que se suele poner como argumento para estas concesiones), con competencia POR el mercado, que es lo que suele ocurrir en la realidad.
Da igual si estamos hablando del servicio de abastecimiento de aguas de un municipio, o bien de las basuras, de la gestión de una concesión de determinada infraestructura, (desde una autopista, una línea ferroviaria, un aeropuerto o un hospital), siempre se vende como un punto a favor el hecho de que van a entrar competidores, que harán que mejore el servicio, a la vez que va a bajar el precio.
Pero en realidad en la inmensa mayoría de los casos estos casos suponen por definición monopolios naturales, de tal forma que una vez privatizado el mercado en estas situaciones, no tenemos más competencia que la previa, sino que tenemos un monopolio de una empresa privada. Por ejemplo; si privatizamos el aeropuerto de Barajas, realmente tendremos una empresa que lo gestione en lugar del sector público, pero existirá exactamente la misma competencia que ahora mismo.
De hecho la única competencia que puede existir es la previa, para conseguir el contrato, la concesión o la cesión del servicio determinado. Es decir, la única competencia que se plantea desde el principio es la competencia entre distintas empresas y grupos por conseguir acceder a un monopolio, que es algo muy distinto a introducir en un mercado un numeroso grupo de competidores que traten de innovar, prestar un mejor servicio y bajar el precio al cliente en cada momento.
Cuando estamos hablando de un mercado, estamos hablando del lugar donde se ponen de acuerdo compradores y vendedores de un determinado producto. Si lo que hacemos es ponerle el adjetivo “libre”, lo que estamos asumiendo es que tanto los vendedores como los compradores de los bienes acuden al mercado en determinadas condiciones, (las que definen la libertad), y esta es la clave. Cuando estamos hablando de servicios de gestión de bienes públicos privatizados, el mercado está entre las empresas y los gestores públicos que deciden la empresa que va a ser beneficiada del contrato.
Si una empresa consigue el servicio de recogida de basuras de nuestra comunidad, o la gestión del aeropuerto a donde vamos a ir, nosotros no podemos tomar ninguna decisión sobre absolutamente ninguna variable, en la mayoría de los casos, ni tan siquiera si consumimos o no ese bien, (o mejor dicho, si lo pagamos o no; ya que podemos decidir no usar el servicio de basuras, que pagaremos de todas formas). En estos casos, se suele decir que se liberaliza el sector, se introduce competencia en el mercado o frases similares, cuando en realidad lo que tenemos que entender es que SE CREA UN MERCADO NUEVO de concesiones, lo cual traducido significa que en lugar de introducir competencia, lo que hace es abrir la posibilidad de nuevos negocios transmitiendo monopolios u oligopolios.
En este tipo de negocios, los consumidores, ni pagamos, ni elegimos, ni decidimos, por lo que evidentemente no estamos en ese mercado. Pero el problema es que si hay todo un juego para conseguir hacer negocios en estos mercados, negocio que viene de las dos partes de los integrantes.
De hecho cuando estamos en un caso de competencia por mercado, en lugar de competencia en mercado, lo que tenemos que tener claro es que debemos entender que prestador del servicio y tomador del servicio; no van a coincidir con los parámetros de la oferta y demanda respectivamente.
Por ejemplo, si estamos hablando de los planes de colaboración público-privada que propone Pepe Blanco, (que son básicamente un gran robo); o si estamos hablando de los contratos de gestión privada de hospitales, los que acaban construyendo o prestando los servicios, suelen ser subcontratas, y los beneficiarios ciudadanos; Pero sin embargo las negociaciones suelen ser muy distintas.
Esto es importante, porque los mercados, (siempre que se cumplan una serie de premisas, o dicho de otra forma que funcionen de acuerdo a unos parámetros y reglas determinadas), son un instrumento que permite mejorar la situación de los participantes en estos. La razón es más que evidente, si alguno de los participantes en el mercado no mejora la situación, simplemente no participaría. Lamentablemente, gracias a que no entendemos el anterior matiz, estamos asistiendo a una discusión un poco curiosa sobre si con los mercados se mejora o no; pero realmente lo que tenemos que entender es que simplemente NO ESTAMOS HABLANDO DE MERCADOS.
O dicho de otra forma, cualquier mercado existe porque los participantes ganan, y por tanto los participantes de los mercados ganan; ¿Por qué no ganamos los ciudadanos cuando hablamos de todo el submundo de contratas, subcontratas, concesiones, contratos de gestión y similares? Pues sencillamente porque los que ganan son los que participan, y los ciudadanos no somos los participantes, sino que somos ¡el premio!.
Por supuesto, en estos mercados, cuesta encontrar en estos mercados algo parecido a libertad, información perfecta, concurrencia competitiva y otra serie de elementos necesarios para que un mercado funcione y jamás la comisión nacional de la competencia entrará a valorar estas consideraciones. De hecho ya le cuesta y mucho entrar a valorar aquellos sectores donde los clientes pagamos.
El hecho de que además estén vedados a un grupo reducido de personas o entidades, que además no actúan con patrimonio propio, en negociaciones puntuales, y con una transparencia únicamente formal, es el caldo de cultivo perfecto para todo tipo de corruptelas y prácticas.