Pocas son ya las dudas que guardo de que la independencia de Cataluña está cada día más cerca. Independientemente de si en la próximas elecciones gana la coalición derechista radical (PP+C's+Vox), con su programa de estúpida agresividad de aplicación a "las primeras de cambio" del artículo 155 sine die, o de si gana la izquierda con su tontilán propuesta de diálogo-diálogo-diálogo con unos independentistas sordos como tapias, la cuestión es la misma y es la de si en el próximo 28 de abril, los independentistas conseguirán cruzar la "segunda" barrera "sociopsicológica" en su marcha hacia la independencia logrando no sólo la mayoría de escaños en el Parlament de Catalunya, sino superando ese día y en unas elecciones generales el 50% de los votos emitidos en Cataluña. Si esto último ocurre, cosa que es más que previsible a tenor del razonable miedo que en Cataluña hay ante un triunfo electoral de la coalición ultraderechista, entonces puede decirse que los independentistas habrán conseguido abrir por fin la "vía" eslovena a la independencia, que más pronto que tarde inevitablemente recorrerán con diálogo o sin él, con 155 o sin él.
En tal caso, sencillamente sucederá tras alcanzar la mayoría absoluta electoral, que esa mayoría se irá asentando inevitablemente conforme se imponga la demografía electoral, que apunta inequívocamente a que el independentismo es la opción no sólo mayoritaria sino la dominante entre la gente joven en Cataluña, o sea, entre los de menos de treinta años que hoy ya votan y entre los que tendrán derecho a hacerlo en los próximos diez años. El escenario de mayorías independentistas cada vez más abultadas hará crecientemente más difícil por no decir imposible que el Estado -sea el que sea el partido que lo gobierne- pueda seguir negándose a permitir/legalizar un referéndum pactado de autodeterminación (que, no es nada descartable, acabe siéndole impuesto desde las instancias comunitarias de Bruselas), y que -lógicamente- ganarán los independentistas.
Sencillamente ocurrirá que la legitimidad democrática de una mayoría cualificada del electorado catalán a favor de una referéndum de autodeterminación acabará imponiéndose de forma "natural" a la actual legalidad constitucional que hoy lo impide. Previsiblemente, tras ese referéndum empezaría un más o menor largo proceso de negociación (el Catalexit) con el fin de establecer los mecanismos para "sustituir" el entero sistema de relaciones entre dos sociedades, hoy definido por el hecho de formar parte del mismo estado-nación, por un nuevo sistema de relaciones "internacionales" entre España y una Cataluña independiente. No creo que, tal y como van las cosas, sea irrazonable pensar que Cataluña consiga independizarse de España en unos 15 años desde el momento que los partidos independentistas crucen lo que antes se ha llamado la "segunda" barrera en su camino a la independencia plena.
Y, entonces ¿qué? ¿Cuáles debieran ser entonces las líneas de actuación del estado en "lo que quedare de España" respecto a Cataluña? Es una pregunta fundamental a la que poco se ha hecho frente metidos como están los analistas en el corto plazo del "ruido y la furia" que ha acompañado y sigue acompañando al procés. Sólo los economistas catalanes independentistas, agrupados en un grupo de presión intelectual, el llamado Col.lectiu Wilson, han dado algunas pistas de lo que puede sucederle a lo que "quedare de España" tras la independencia catalana. Y en esa predicción, y como es lógico, ha pesado en gran medida su propia adscripción teórica e ideológica.
Y es que la mayoría de los economistas que han avalado con sus conocimientos y su capacidad de presión en las instituciones educativas en los países anglosajones al procés son "de derechas" en asuntos económicos, es decir, que se inscriben dentro de lo que se podría decir el liberalismo político y económico, llegando en algunos casos a su adscripción a lo que puede calificarse sin exageración como "extrema derecha en asuntos económicos", o sea, al neoliberalismo económico más radical, como es el caso de don Xavier Sala-i-Martín. Esta identificación con los planteamientos liberales y neoliberales, o sea, esta, manera de "ver" o abordar los asuntos económicos, sociales y políticos -incluidos los efectos de la independencia de Cataluña- encaja, se enmarca o, mejor dicho, se deriva de lo que se conoce como modelo o economía neoclásica, aproximación teórica a lo económico hoy dominante en los medios académicos que es el sustento teórico de los planteamientos neoliberales.
Dicho con otras palabras, las opiniones de los economistas independentistas más renombrados al respecto acerca de todo lo que rodea el "problema catalán" son consecuencia directa del enfoque neoclásico de la Economía en el que creen, o mejor dicho, comulgan. Y ello se ve tanto en las "razones" que arguyen para justificar la independencia de Cataluña (que van desde el famoso "Espanya ens roba" hasta la "teoría" de que la rémora para el crecimiento de Cataluña se encuentra en razones sociopsicológicas: la escasa presencia de los valores de la modernidad entre los españoles no catalanes o vascos, o institucionales: la presencia de un estado, como el español, anquilosado, centralista, burocrático y corrupto) como en las predicciones y evaluaciones de las consecuencias de la misma.
Pues bien, en opinión de estos economistas neoclásicos independentistas, España, tras la independencia de Cataluña "perdería" en términos agregados, dado que la "pérdida" de Cataluña se traduciría en una caída del PIB de España mayor que la "pérdida" de población, por lo que el PIB per capita de lo que "quedare de España" se reduciría en torno a un 2-4%. Pero esta cifra es "agregada" y, en cierta medida, ficticia, pues sería dudoso que los ciudadanos de lo que quedara de España experimentaran una caída en sus niveles y calidad de vida de semejante magnitud, si todo siguiera como antes en las relaciones entre España y Cataluña, cosa que para ellos (o sea, para los economistas independentistas) es algo más que probable, seguro. Cierto es, por otro lado, que, a consecuencia de la independencia de Cataluña, el "nuevo" estado español tendría una dificultad añadida de financiación a cuenta de la pérdida de ingresos fiscales procedentes de Cataluña, pero por otro lado la pérdida de rango económico de España en la Unión Europea a consecuencia de la independencia de Cataluña a haría acreedora de nuevas ayudas comunitarias. Pero, en general, los economistas catalanes independentistas no creen que la independencia de Cataluña vaya a ser catastrófica para la economía del resto de España a medio y largo plazo, y en consecuencia, no habría razones "reales" (es decir, económicas) para que lo que "quedase de España" tuviese una mala relación económica y política con una Cataluña independiente
Pero aquí la cuestión es la de por qué los economistas pro-procés están tan seguros de que, tras la independencia de Cataluña y tras pasar -quizás- por un periodo en que las desatadas emociones de despecho colectivas de "los españoles", heridos en su autoestima y orgullo patrióticos por haber sido "dejados" por los catalanes, se tradujeran en comportamientos "absurdos" económicamente hablando (como por ejemplo, boycots a los productos catalanes), las "cosas" volverán a sus cauces y las relaciones económicas de todo tipo entre españoles y catalanes volverían a ser como eran antes de la independencia.
Y el porqué de esta creencia tan optimista en que a la larga no pasará nada tras la independencia de Cataluña es muy simple y se deduce del armazón conceptual básico del enfoque neoclásico en Economía con que los economistas independentistas "ven" la realidad que sostiene, por un lado, que los individuos en su comportamiento se preocupan sólo y exclusivamente de sus propios y personales intereses materiales/económicos, y , por otro, de que el estado actúa o debe de actuar -si es democrático- en interés de esos intereses privados de los individuos. En consecuencia, piensan los economistas independentistas, pasado el periodo del deseo de venganza, típico de cualquier ruptura de relación "afectiva" por parte de quien se siente abandonado o engañado, la racionalidad económica de los españoles tarde o temprano acabaría superponiéndose a ese deseo de venganza, lo que se traduciría por ejemplo en que seguirían comprando de los mismos productos catalanes que antes y seguirían yendo a veranear a Sitges o Salou. Y lo mismo, por cierto, harían los catalanes ya independizados. Más pronto que tarde, entonces, el "nuevo" estado español acabaría por aceptar la nueva situación, y reconocería las virtudes de mantener el "libre comercio" de España con Cataluña, pues a las poblaciones de ambos estados ello les beneficiaría tanto como antes de que Cataluña fuese independiente, y aceptaría también el que Cataluña formase parte de la Unión Europea.
Calificar esta visión de las futuras relaciones entre España y una Cataluña independiente como idílica es en mi opinión quedarse muy, pero que muy cortos. Es la típica de un enfoque económico -el neoclásico- que tiende a dejar fuera de su análisis de las relaciones económicas y sociales fenómenos como el conflicto o el poder. Típica, también, de un enfoque económico -el neoclásico- para el que el interés de los individuos queda reducido en último término a una sola cosa: tener más dinero, tener más renta, como camino para maximizar su bienestar. Si, por contra, introducimos en este asunto de las relaciones entre España y una Cataluña independiente otro tipo de consideraciones, propio de un enfoque económico más amplio que el neoclásico, las cosas cambian radicalmente, y la visión de los economistas independentistas queda como lo que es. una visión infantil propia de habitantes de ese barrio sésamo intelectual que es hoy por hoy la Academia neoclásica.
Eso es lo que ha hecho Lucas Esteve Martín en un trabajo en el que realiza una tarea de prospectiva en que su punto de partida difiere del enfoque neoclásico. El texto, Análisis Estratégico de una hipotética Guerra Económica contra una Cataluña Independiente, si bien es un ejercicio académico (un Trabajo Fin de Máster) cuyo objetivo no es elaborar una "hoja de ruta" para llevar adelante una posible confrontación contra Cataluña, ya que es un ejercicio escolar, sino demostrar suficiencia a la hora de usar las herramientas conceptuales del enfoque de la Economía del Conflicto en una situación hipotética, es sin embargo muy útil para lo que aquí se plantea pues en parte de él se abordan las razones que llevarían a España a lanzarse a una guerra económica contra Cataluña. Yo, personalmente, no conozco de ningún otro trabajo que se haya planteado el análisis de la situación estratégica a la que se enfrentaría España tras una -más que probable, como ya he dicho- independencia de Cataluña del rigor y amplitud de este.
Pues bien, el punto de partida del trabajo es la cuestión de cuál sería el interés de los ciudadanos españoles tras la independencia de Cataluña. Frente a la simplista "idea" del enfoque neoclásico que imagina que los individuos sólo actúan guiados por su propio interés egoísta en maximizar sus niveles de renta, Esteve Martín parte de un distinción entre "interés del público" e "interés público", cuyo origen puede situarse en Jean Jacques Rousseau cuando diferencia entre voluntad de los individuos y voluntad general, y que es olvidada por todos los economistas neoclásicos incluidos los independentistas.
El primero, el "interés del público", es el interés de la gente en cuanto agregado de individuos aislados, es el interés "agregado" o "suma" de los intereses que cada individuo tiene en sus propios asuntos. La preocupación o interés de los individuos por los asuntos colectivos o generales se derivaría sólo y exclusivamente por las repercusiones de "lo colectivo" en "lo particular" o privado. El "interés de la gente", hay que recalcarlo, se refiere por tanto no sólo al interés que los individuos tienen por su nivel de renta personal sino que incluye el interés que los individuos tienen en la "cosa pública" (en el nivel y calidad de los bienes o servicios públicos, por ejemplo) pero sólo en la medida que "lo público" potencia o afecta a su propio bienestar privado. Es este "interés del público" así definido el único interés que cuenta para el enfoque neoclásico que, consistentemente con el individualismo metodológico que lo caracteriza, ha dedicado grandes esfuerzos intelectuales a estudiar si es posible definir unas reglas para deducir o conocer el "interés del público" a partir de los intereses de los individuos.
Pues bien, el "interés del público", el "interés de los españoles" así definido, es el único tipo de interés agregado o colectivo que los economistas independentistas tienen en cuenta consistentemente con su adscripción a la Economía neoclásica. Es la sola consideración de ese interés lo que les lleva a concluir que, tras la independencia de Cataluña, la satisfacción del "interés de los españoles" como agregación de sus intereses particulares les llevará a dejarse de boycots y demás líos, y volver a relacionarse con los catalanes como si nada hubiera pasado, pues eso es lo que mejor les vendrá para satisfacer al máximo sus aspiraciones a mayores niveles de bienestar económico. En la medida que los partidos políticos españoles reconozcan esa realidad, el "nuevo" estado español que surja tras la independencia de Cataluña se dejará de enfrentamientos con ella y la cooperación entre los dos estados sería la norma como lo es entre cualesquiera otros países a los que les interesa potenciar sus relaciones económicas y comerciales.
Pero al así "razonar", los economistas independentistas se olvidan de lo que Rousseau ya estableció y es que no sólo hay un interés agregado a partir de los particulares intereses de los individuos, sino que, junto al "interés DEL público o de la gente", también hay un "interés público", un interés agregado a partir de los intereses que los individuos tienen como ciudadanos. Y es que los individuos como ciudadanos, o sea, como miembros de una colectividad política, también tienen unos intereses -digamos que - "desinteresados", un "interés por lo publico" o "interés público", que a veces se opone a sus intereses como individuos privados. Así, ese interés por lo público es lo que lleva a muchos ciudadanos de clase social media o alta a votar a partidos políticos de izquierda que les prometen que les van a subir los impuestos, o sea, que les prometen una política que va contra sus intereses privados. O es también el interés que tienen los ciudadanos en defender políticas medioambientales que les perjudican como particulares, o les lleva a defender que la televisión pública no se parezca a Tele5 e incluya programas culturales y educativos por los que si bien no sienten el menor interés particular o privado, estiman sin embargo lógico que una televisión pública ofrezca. Es la defensa de ese "interés público" el que explica el fenómeno del nacionalismo, incomprensible para los economistas neoclásicos pues queda enteramente fuera de su marco conceptual. Sencillamente, para ellos, sólo hay individuos aislados, no hay ciudadanos porque el agregado de los individuos -la polis, la ciudad- no tiene entidad propia. Y por ello, nada cuenta, o mejor, debe de contar. Nada mejor que la famosa sentencia de la neoliberal señora Margaret Thatcher: "no existe eso que llamamos sociedad. Hay hombres y mujeres individuales, y hay familias", resume este punto de vista conceptual.
Pues bien, para Esteve Martín, sólo los economistas neoclásicos pueden dejar de lado el interés público a diferencia del interés del público a la hora de analizar las consecuencias de la independencia de Cataluña. Y ello es causa de sus errores de predicción, pues la defensa del "interés público" de los ciudadanos españoles tras la independencia de Cataluña, a diferencia de su interés como individuos privados o aislados, pasa por no aceptar ese hecho sin "luchar", pasa por no acomodarse a esa nueva situación, sino en actuar "contra" el nuevo estado catalán, aunque ello les suponga costes, es decir, aunque ello entre en contradicción y se oponga a la persecución de sus propios intereses particulares. Y la razón de esta actitud de no-tolerancia hacia Cataluña es obvia y -me atrevería a decir- darwinista, y es que -como señala Esteve Martín- el "éxito" económico de una Cataluña independiente es una amenaza clara, evidente y realista para la mera supervivencia de España como nación. Entre los varios motivos que en opinión de Esteve Martín llevan a calificar la existencia de una exitosa Cataluña independiente como la mayor amenaza para la seguridad nacional de España merece acentuar uno, y es que, como es de sobra conocido, el nuevo estado catalán sería -genéticamente- un estado expansivo cuyos límites vienen marcados por los llamados "països catalans" que abarcan también Valencia, las Islas Baleares, la llamada "franja aragonesa" y zonas del sur de Francia. Adicionalmente, el éxito político y económico de una Cataluña independiente con seguridad estimularía los ya existentes movimientos independentistas en el Pais Vasco, Galicia e incluso las Islas Canarias.
La conclusión es obvia: el riesgo para España de un estado catalán independiente es de suficiente magnitud como para concluir que, incluso en el caso en que el interés de los españoles en sus particulares y aislados negocios y asuntos económicos les llevasen al compromiso con una Cataluña independiente, como defienden los economistas independentistas confiados en la fiabilidad del enfoque económico neoclásico, el interés de los ciudadanos españoles por la supervivencia de España les llevaría a la confrontación aún a sabiendas que como todo conflicto, este también sería costoso. Como señala Esteve Martín, en una situación estratégica como la que se daría entre España y una Cataluña independiente, la estrategia racional es la que el Premio Nobel Thomas C.Schelling definió como "estrategia de infligir costes".
Y, finalmente, ¿qué tipo de confrontación es la probable tras la hipotética independencia catalana? Aquí, Esteve Martín señala que una "guerra militar" estaría total y enteramente fuera de lugar, y sería incluso, contraproducente para los intereses de España pues la enfrentaría con sus socios comunitarios. Es por ello que la confrontación sería fundamentalmente de tipo económico. Esteve Martín usa aquí del marco conceptual que los geoeconomistas franceses han construido en torno a la noción de "guerra económica" como relación típica entre naciones, frente al marco que acentúa "competencia comercial" que es el privilegiado por los economistas anglosajones. Adicionalmente, expone toda una panoplia de "armas económicas" legales que España podría emplear contra Cataluña con el objetivo de que ésta, en todo o en parte, "voluntariamente" se reintegrase en España (recuérdese aquí que se trata de un trabajo académico y queda al margen la consideración de métodos de lo que se conoce como "barbarie" o "terrorismo" económico) . y si bien, en opinión de Esteve Martín, las "cosas" probablemente no le fueran mal a España , la "victoria" nunca puede estar plenamente asegurada ya que como señaló Clausewitzc, "the fog of battle" siempre hace incierto su resultado.
Nota: El texto de Lucas Esteve puede consultarse en: https://www.academia.edu/38253575/An%C3%A1lisis_estrat%C3%A9gico_de_una_hipot%C3%A9tica_Guerra_Econ%C3%B3mica_contra_una_Catalu%C3%B1a_independiente