Veamos lo que nos dice a este respecto el común sentido en un ejemplo de sobra conocido. No hace demasiado tiempo, cuando este país "vivía" una burbuja inmobiliaria aunque había muchos que no se lo creían, era muy habitual oír que la subida en el precio de la vivienda afectaba negativamente a los nuevos compradores de pisos, pero que el efecto era muy positivo para los que ya eran propietarios de pisos pues la subida se traducía en unas claras plusvalías. No era infrecuente, sin embargo, escuchar la coletilla que a este argumento agregaban los escépticos que señalaban que, fuera de los especuladores, en la mayor parte de los casos no ocurría esto, dado que si alguien vendía su piso para realizar esas ganancias de capital, pronto, en el momento que se comprase otra vivienda, vería como esas plusvalís desaparecían, así que, para este tipo de propietarios, se daba esa situación tan bien descrita por el dicho de que "lo comido por lo servido", es decir, que la subida del precio de las viviendas ni les beneficiaba ni les perjudicaba. En suma, que el ascenso en el precio de un activo, como es la vivienda, perjudicaba a los que querían ser nuevos propietarios y beneficiaba o, como poco, dejaba igual a los que ya lo eran.
Esto para las subidas de precios de las viviendas, porque para las bajadas se podría razonar de forma similar, de modo que si en vez de una subida de precios se contemplase un descenso el argumento iría a la inversa: la caída en los precios de los pisos beneficiaría a quienes quisieran ser nuevos propietarios, pero perjudicaría o como mucho dejaría igual a quienes ya lo eran. Eso es lo que nos diría el sentido común y parecería lo lógico. Adicionalmente podria decirse que pocos estudios de Economía se necesitarían para llegar a semejantes conclusiones.
Pero, ¿estamos seguros de estas conclusiones que nos dicta el sentido común? Veamos. Vayámos por partes y dejemos de lado a los nuevos demandantes de un activo para quienes el efecto de las variaciones del precio de cualquier bien o activo no tiene vuelta de hoja: cuánto más barato, mejor; cuanto más caro peor; y concentrémonos en quienes ya poseen ese bein o ese activo.
Pues bien, cuando analizamos las repercusiones del alza o la baja del precio de un bien o de un activo, como es la vivienda, lo que la Economía nos obliga a concluir es que, contrariamente a lo que apunta el sentido común, los titulares del mismo experimentan un ascenso en su bienestar tanto si sube el precio como si baja.
Supongamos que usted es el dueño de una casa (que puede ser entendida como como un o stock de unidades de habitabilidad) por la que pagó de 300.000€ hace un mes. Si el mercado de la vivienda está en alza, y su casa ha subido de precio este mes, p.ej., un 50%, el valor de su casa en el mercado pasa a ser de 450.000€. Ante esto, usted tendrá dos opciones: o quedarse con y en ella (con lo que estaría igual que antes, o sea disfruta de los ervicios que su cas le ofrece en igual medida), o bien venderla, con lo que su nivel de renta monetaria aumentaría en 450.000€. Ahora bien, ese dinero junto con el que ya tuviera procedente de otras fuentes de ingresos (ya sea de su trabajo o de sus inversiones en otros activos) constituiría su nueva renta disponible que puede dedicar a la compra de bienes, servicios y activos (incluido otra vivienda) con el objetivo de estar lo mejor posible, o dicho en jerga económica, de maximizar su bienestar (que es la pulsión que está debajo del comportamiento de los seres humanos según los economistas). El resultado sería con total certeza una nueva "cesta de la compra", distinta a la que compró anteriormente (la del "mes" anterior), oque incluiría una vivienda de menor tamaño de la que compró hace un mes ya que por la ley de la demanda al subir el precio se demandan menos unidades de habitabilidad. El que la mayor parte de gente no haya hecho esto y se hayan quedado en sus viviendas sin venderlas aprovechándose de la subida en los precios se debe a los obvios costes de transacción asociados a la compra y cambio de vivienda. Pero , obsérvese, que los propietarios de viviendas nada pierden cuando sube el precio de la vivienda por la sencilla razón de que siempre tienen la opción de quedarse como estaban, o sea no vender, y que si lo hacen, dado que nadie les obliga a ello, es porque al así hacerlo están mejor con el cambio, es decir, con más dinero contante y sonante y quizás con una casa más cara y de menor tamaño o en otro lugar peor, pero -repito- con más dinero para gastarse en otros bienes y servicios. En conclusión, la subida en el precio de un activo como una casa, siempre beneficia a su titular. Si bien sin demasiado análisis, la mayor parte de la gente está de acuerdo con esta conclusión pues la subida del precio de un activo es una plusvalía, y por tanto el propietario del activo está mejor pues propietario de algo de mayor valor.
Pero, contrariamente a la intuición, el argumento se aplica de igual manera también para las bajadas de precio, para las minusvalías. Partamos de nuevo del propietario de una casa que inicialmente vale 300.000€, y supongamos que ahora su valor cae en un 50%. Ello quiere decir que antes usted era propietario de un activo que valía 300.000€ y que ahora, un mes después, sólo vale en el mercado 150.000€. Y sin embargo, se demuestra que usted está mejor que antes. ¿Cómo es eso posible? De nuevo,vayamos por partes y comparemos su posición antes y después, hagamos pues un análisis de estática comparativa. Veamos, usted tras la caída en el precio tiene dos opciones: o quedarse en su casa con lo que no habría empeorado en términos de bienestar dado que estaría igual que antes (o sea que seguiría disfrutando de los mismos servicios de alojamiento), o bien venderla y decidir cómo gastarse su dinero (el que ya tenía más el que obtiene de la venta de la casa, o sea, los 150.000€) de la mejor manera posible ahora, dados los nuevos precios de las casas. En la medida que se decante por esto último, atendiendo a la ley de la demanda, alterará su patrón o cesta de consumo y se irá a vivir a una casa más grande o de mejores condiciones de habitabilidad. Y, una vez más, si lo hace, será porque le interesa hacerlo, o sea porque cambia hacia mejor respecto a la situación inicial en que permanecía en su casa inicial. En consecuencia, el titular de la casa también aumenta su bienestar si baja el precio del mismo aunque experimente una pérdida de capital.
Podría pensarse, sin embargo, que el anterior argumento sólo es válido para las viviendas y demás activos reales que los agentes demandan en último término para obtener un flujo de servicios físicos o tangibles, como es el alojamiento, el resguardo frente a las inclemencias metorológicas, etc., pero que no resulta de aplicación para los activos que sólo producen directamente un flujo de servicios monetarios, es decir, dinero contante y sonante. Es decir, que podría pensarse que el argumento tendría sentido en el caso de, por ejemplo, una vivienda cuya capacidad de prestar servicios de alojamiento no se ve alterada en lo más mínimo por una caída en su valor monetario si el mercado de la vivienda sufre una contracción, pero que no sería de recibo para los activos financieros.
Pero no, el argumento no sólo vale para las viviendas sino que es de aplicación universal, o sea para todo tipo de activios. Considérese, por ejemplo, el mercado de bonos o títulos de renta fija. Sus propietarios, como los propietarios de las viviendas, los adquieren y poseen por diversidad de razones, ya sea para especular y beneficiarse de unas ganancias de capital caso de que el precio de los bonos suba ya sea para gozar de la seguridad que les otorga tener esos títulos, seguridad que es enteramente sejante a la seguridad frente a la intemperie que da el tener un casa. Si el precio de un bono sube, entonces, como en el caso anterior, a sus propietarios le quedan dos opciones: o quedarse como están, o desprenderse de él y obtener unas rentas adicionales para gastarselas en otros bienes y servicios o adquieirndo más bonos. Si deciden hacer esto último su posición habrá mejorado. Pero también pasa lo mismo si el precio del bono cae. Sus propietarios pueden quedarse con él, por lo que su cobertura es la misma, y estarían igual que antes, o bien, comprar más bonos aprovechándose de su precio más bajo, caso de que decidieran hacer esto y dado que nadie les obliga a ello, es obligado concluir que su bienestar habría crecido a pesar de haber experimentado una pérdida de capital.
Y el mismo argumento con ligeras modificaciones puede hacerse si el activo del que se trata es un título de renta variable, una acción.Una vez más, ya sea que su precio suba o baje, el efecto sobre el bienestar de sus tenedores es positivo.
Es paradójico. Es contraintuitivo. Va contra el sentido común...Pero, ¡qué se le va a hacer!. Es así. Y que cada cual saque sus propias conclusiones.