La mañana del domingo pasado la dediqué a leer una tras otra las contribuciones que 75 "pensadores y expertos internacionales" (sic) han hecho para el periódico EL PAÍS en el marco de un trabajo conjunto y pluridisciplinar titulado "El futuro después del coronavirus" cuyo objetivo es ayudar a la gente a entender los cambios que la presente epidemia van a suponer y ayudarla así a cambiar su modo de ver, entender y comportarse en ese mundo post-covid-19, pues, a lo que parece, una vez más, o sea, nuevamente, estamos asistiendo a otro cambio "histórico" (y ya he perdido la cuenta de cuántos van ya).
Pues bien. Si alguien no ha leído ese "informe" de prospectiva, pues tampoco creo que se haya perdido gran cosa. Mi conclusión general es que lo que abunda es palabrería. Si estos son los expertos y pensadores internacionales que han de ser la guía intelectual del mundo después del coronavirus, mi conclusión es que sí, que sí que estamos perdidos, que el futuro es de lo más oscuro. Pero no por el coronavirus sino por la debilidad manifiesta de nuestros guías, nuestros modernos ilustrados.
La verdad es que no se porqué me he sorprendido, pues es curioso que entre esos 75 pensadores (científicos, sociólogos, filósofos, economistas, músicos, artistas y demás) no hay ningún historiador serio que, ante un pretendido cambio de magnitud "histórica", ofrezca una visión desde la historia. Pues, parece una obviedad recordarlo, no es esta la primera pandemia de la historia, ni será tampoco la última.
Me referiré aquí solamente a las cuestiones económicas que la presente crisis suscita. Dejaré, pues, de lado al resto de "pensadores y expertos" en campos como la sociología y la psicología. Diré solamente que confiar en sus análisis y predicciones es, como ya se ha demostrado empíricamente (véase la auténticamente destructiva obra de Philip Tetock, El juicio político de los expertos en la que demuestra con datos la absoluta vacuidad de los expertos en sociología, psicología social y politología a la hora de predecir los cambios sociales y políticos o las consecuencias de esos cambios tras analizar 80.000 predicciones de más de 300 reconocidos expertos a lo largo de 20 años), sencillamente tonto. No. No hay que tomarselos nunca en serio. Lo mejor y más caritativo que se puede decir de la mayoría de ellos es lo que Borges decía de la obra de Sigmund Freud, o sea, que sus trabajos han de ser leídos, considerados y evaluados como ejemplos de literatura fantástica. O sea, como lectura de evasión, para "pasar el rato" en el mejor de los casos.
Pero tampoco las contribuciones de la gente "seria", o sea, las de los economistas, van mucho más allá. Me ha sorprendido la escasa entidad de las respuestas de gente cuyos análisis valoro sobremanera, gente como Varoufakis, Pettifor, Tooze, Milanovic... En general, todos parecen no dudar que estamos ante algo nuevo de consecuencias inesperadas y potencialmente disruptivas para la economía mundial.
Pues bien, antes de contar cómo veo yo el futuro de la economía tras la epidemia del coronavirus, merece la pena extraer algunas consecuencias de la historia de las epidemias o plagas. Y quizás la más importante es una: que las plagas alteran básicamente las economías en función de su letalidad. Es decir, que históricamente, una plaga tiene consecuencias relevantes en la medida que afecte de modo radical a la demografía de una sociedad.
Vayamos a la epidemia "par excellence": la peste negra de 1348. Nadie cuestiona que esta epidemia de peste bubónica y neumónica supuso un enorme cambio económico con consecuencias en todos los aspectos de la vida de las sociedades que la padecieron, y es que no un virus, sino un bacilo, pasteurella pestis, mató a un porcentaje entre el 30% y el 50% de la población europea. Ello supuso una brutal disminución en la oferta de trabajo, lo que, como es de esperar, se tradujo en una subida de los salarios reales, o sea, una MEJORA constatable y clara en las condiciones materiales de los trabajadores, es decir, de la mayoría de la población de la época. Y eso, paradójicamente, ha pasado siempre con las epidemias históricas: que han mejorado la vida de la mayoría de la población que las ha sobrevivido.
Adicionalmente, y volviendo al siglo XIV, la disminución en la población tras la plaga supuso una caída en la demanda de todo tipo de bienes, lo que conllevó la aparición de un exceso de oferta en el mercado de tierras de cultivo, lo que a su vez se tradujo en la caída del precio de la tierra y el consiguiente abandono de muchas tierras de cultivo. En términos de precios relativos, por tanto, la subida en los salarios y la caída en el precio de la tierra, es decir, la subida en el precio relativo del factor trabajo respecto al factor capital-tierra, permitió una corrección en la distribución de la renta. El cambio en la distribución de la renta entre propietarios o "capitalistas" (señores feudales, campesinos libres y propietarios y comerciantes) y trabajadores gracias a los efectos demográficos de la epidemia, por una vez en la historia, favoreció a estos últimos de modo "natural", por así decirlo, o sea, como consecuencia de la lógica del mercado. Y es que lo habitual en la historia ha sido lo opuesto, que el mercado de trabajo siempre ha operado de modo "natural" contra la clase trabajadora, por lo que la corrección de esta tendencia -fuera de los periodos tras epidemias- siempre ha exigido del uso de la violencia (o de la amenaza de su uso) o de la intervención redistribuidora del Estado
Poco duró, sin embargo, esa situación. En aquella época la inexorable lógica (o "trampa") malthusiana acababa siempre por imponerse. Las mejores condiciones de vida para los trabajadores, fruto de la disminución de la oferta de trabajo por la mortalidad, posibilitaron que estos se reprodujesen más...con lo que en el medio plazo, la recuperación demográfica hizo crecer la oferta de trabajo, por lo que los salarios volvieron a caer a niveles cercanos a los de la mera subsistencia.
Otro efecto de la epidemia de peste fue la concentración de la riqueza en menos manos. Siempre pasa lo mismo en cualquier crisis económica. En el caso de la Peste Negra las tierras abandonadas fueron compradas a bajo precio por quienes podían, y lo mismo pasó en las ciudades con los solares y casas que fueron a parar a manos de los comerciantes más ricos.
Y, ahora, vayamos a la presente "crisis". Los datos de hoy dicen que el número total de muertos por la pandemia en el mundo está en torno a los 250.000. Cierto que esta cifra está minusvalorada. Aceptémoslo y supongamos que llega o llegará al medio millón de personas . Ahora bien, dada la población del mundo, unos 7.500 millones de personas, esa cifra de fallecidos es -desde un punto de vista económico- poco relevante. Y más aún si se tiene en cuenta que la población fallecida es fundamentalmente población económicamente inactiva, pues la mortalidad por el virus se concentra el la población mayor y muy mayor. Dicho en otras palabras, por lo que nos enseña la historia, esta epidemia debiera haber sido y ser irrelevante en la medida en que no debería haber afectado seriamente la capacidad productiva de las naciones. Es decir, no debiera tener en el medio o largo la menor incidencia en la marcha económica de las sociedades, ni cambiar por tanto por sí sola nada en los otros terrenos: el cultural, el de la vida cotidiana, el de las relaciones interpersonales, el de las condiciones de trabajo, etc. Que la crisis económica esté siendo de la enorme magnitud que está alcanzando en todo el mundo se debe, pues, al efecto de las medidas tomadas para controlar la epidemia por todos los gobiernos de todos los países.
Cierto que lo recién dicho ha de ser cualificado debido al hecho de que, obviamente, la escasa mortalidad que, en términos históricos, el coronavirus está causando se explica por la eficacia de las respuestas que desde los estados se han llevado a cabo. Por lo que, caso de que esas intervenciones no se hubiesen llevado adelante, la mortalidad hubiera sido muy superior a la estimada. Pero, una cosa tiene que estar clara, y es que, dadas las cohortes de edad poblacionales en las que se concentra la mortalidad, se puede afirmar que esta epidemia NO es en absoluto equivalente a las epidemias históricas, como la Peste Negra, en lo que respecta a sus consecuencias económicas y sociales vía sus efectos en los mercados de factores (de trabajo y de capital) por la sencilla razón de que la Peste Negra afectó a todas las clases sociales independientemente de su edad y actividad económica.
En suma, que los efectos económicos y sociales de la epidemia del coronavirus han sido y van a ser, por así decirlo, "artificiales", pues esta crisis económica sería una crisis exógena, no endógena, es decir no causada por la "lógica" cíclica propia o autónoma de las relaciones económicas. Merece la pena recalcar esto y tenerlo siempre en cuenta. Los efectos económicos devastadores han sido fruto de la intervención de los estados en las economías a consecuencia de su respuesta sanitaria a la epidemia, no se debe a la existencia de desequilibrios o perturbaciones internas de los procesos económicos.
Es por ello que a lo que se está asistiendo es a un conjunto de efectos diferentes a los que se sucedían en las epidemias históricas. En ellas, a lo lo que se asistía era a un ASCENSO en los salarios dado que la mortalidad se traducía en una disminución de la oferta de trabajo. En la presente epidemia está sucediendo y va a suceder lo contrario. No disminuye la oferta de trabajo y sí lo hace la demanda del mismo que hacen las empresas por las restricciones establecidas por los estados, y por tanto lo que observamos es más paro, menores salarios, peores condiciones de vida y de trabajo (el llamado "teletrabajo" es sin la menor duda un sistema de trabajo mucho más explotador)
Y, por supuesto, el resto de previsiones acerca de cómo cambiará el mundo tras el coronavirus tampoco está escrito de antemano. Como la misma crisis será también "artificial", lo que acontezca dependerá de la forma en que se actúe desde la política económica para salir de esta crisis económica "artificial" que se ha creado desde la política sanitaria (y no discuto aquí ni su necesariedad u idoneidad, su eficacia y su eficiencia -véanse los posts precedentes que he dedicado a este tema-).
Concretamente, si la crisis es bien gestionada lo que implicaría básicamente que la deuda pública generada en esta crisis en la mayor parte de los países para financiar los incrementados gastos sanitarios y las políticas de sostenimiento de rentas tanto de los individuos como de las empresas que se han instrumentado, es o anulada o monetizada de alguna manera, no debiera haber problemas económicos a medio plazo.
Si por contra, se exige que esas deudas tendrán que ser efectivas y pagadas lo que implica, por ejemplo en Europa, la exigencia por parte de los descerebrados gobiernos del norte de Europa (fundamentalmente los sociópatas gobiernos holandés, austríaco, y alemán) de la instrumentación de nuevas políticas de austeridad, (como si el coronavirus fuese un pecado que su calvinista dios mandase otra vez a los países del Sur), el impacto económico de esta epidemia será sin la menor duda catastrófico. Para nuestro país una "salida" de la crisis de este tipo sería una auténtica debacle que obligaría a plantearse seriamente, de una vez por todas, la idoneidad de seguir no sólo dentro de la zona euro sino dentro de la Unión Europea.
Para el resto del mundo, y singularmente para los Estados Unidos, no atenazados por el dogma de la austeridad, no es previsible que la gestión financiera de esta "artificial" crisis conduzca a una depresión económica aunque sí a una recesión como la que ya está sufriendo con sus habituales consecuencias sobre el mercado de trabajo.
En suma, bien puede ocurrir que una vez más esta crisis del coronavirus sea uno de esos ría en ponerla entre esos "desastres" o shocks que, muy frecuentemente, se han utilizado por las élites que gestionan el capitalismo para reconducir las relaciones socioeconómicas a su favor y poner coto a los estados de bienestar, como convincentemente ha explicado Naomí Klein en su obra La doctrina del shock (véase, por cierto, la lectura que hace esta autora de la epidemia del coronavirus en https://www.lahaine.org/mundo.php/naomi-klein-el-coronavirus-es ).
Nota: Conozco dos excelentes libros acerca de la relación entre las plagas y la historia. Los dos maravillosos y más que recomendables. Uno, titulado Rats, Lice and History de Hans Zinsser, un bacteriólogo, donde se acentúa el papel que las pestilencias de todo tipo han tenido en el desenvolvimiento de los conflictos bélicos, y por intermedio de ellos, sobre la evolución histórica de los países. El otro, más general y estructurado, por ser obra de un gran historiador, William McNeill, se titula Plagas y Pueblos, deja más que claro cómo las enfermedades infecciosos es un factor determinante en la evolución económica, cultural y política del mundo tan importante para ella como, por ejemplo, el cambio tecnológico. Por curiosidad he leído también algunos libros acerca de la Peste Negra y sus consecuencias intelectuales, sociales y económicas (destaco lel de Norman Cantor, In the Wake of the Plague y el de Robert Gottfried, La muerte negra). Hay muchísimos más estudios dedicados al asunto, pero con estos basta para hacerse una idea acertada acerca del papel, los efectos y la importancia de las plagas en las sociedades humanas.
FERNANDO ESTEVE MORA