FERNANDO ESTEVE MORA
En uno de sus libros de viajes, "Aventuras de una peseta", cuenta el grandísimo Julio Camba las dificultades que tuvo en Berlín tras la Gran Guerra para encontrar un restaurante en que comer bebiendo sólo cerveza, y tomarse en él luego también un café junto con un coñac. No le fue posible. Siempre había alguna norma o regulación que le impedía hacer todas esas "actividades" en un mismo establecimiento. Al final, en uno de ellos, tras la obligada discusión tratando de ser servido como quería
"y considerándome sin la energía necesaria para vencer tantas dificultades, -cuenta Camba-, "me voy a la calle con unas ganas locas de gritar:
-¡Viva la desorganización!
Durante mucho tiempo yo me había limitado a creer que los alemanes habían perdido la guerra por exceso de organización. desde las aventuras que acabo de relatar voy mucho más allá en mis convicciones, y creo que los aliados no hubieran podido vencer nunca si no estuviesen tan desorganizados como estaban..."
Me estoy acordando mucho estos días de este cínico pero -como todos los suyos- certero comentario de don Julio conforme me voy indignando cada vez más como economista ante el delirante, bochornoso, ineficiente y homicida espectáculo que TODAS las instituciones de la Unión Europea están dando en relación con el entero asunto de la vacunación contra la COVID-19.
No en los medios de comunicación, siempre serviles del PODER, pero sí en la calle: No, tampoco -por cierto- en el Parlamento Europeo que es dónde debería estar verbalizándose de modo adecuado, pero sí en los bares que son los auténticos parlamentos del común de las gentes, es cada vez más audible la queja que está provocando el comportamiento aterradoramente ineficaz que la Comisión Europea, dirigida por la germánica Úrsula Von der Leyen y su muy alemán grupo de asesores han protagonizado a la hora de negociar con las grandes farmacéuticas el aprovisionamiento de vacunas para "los 27" , negociaciones en las que estas empresas (algunas fuertemente subvencionadas en sus investigaciones por la propia Unión) se han reído -o sea, descojonado- a más no poder de la "todopoderosa" UE. A lo que parece, la tan "organizada" mente germánica -como Julio Camba la denominaba- de los que mandan en Bruselas se ha revelado como totalmente incapaz para solventar un problema con múltiples aristas como es el de asegurar un adecuado y rápido abastecimiento der vacunas para los ciudadanos de los países más ricos del mundo. ¿Por qué será? ¿Tenía acaso don Julio razón cuando achacaba la ineptitud de los camareros alemanes a su "mente germánica", a su amor por lo organizado?
Y ¿qué decir de esa junta de sabihondos expertos, la "Agencia Europea de Medicamentos", la EMA, que se caracteriza por hacer siempre exactamente lo mismo que la FDA norteamericana o que la agencia de medicamentos británica respecto a la aprobación de vacunas sólo que con retraso, un mes más tarde? Nadie entiende ese retraso en hacer lo mismo mismito. Pues todo el mundo sabe de salida que NUNCA esos "independientes" expertos se van a atrever a llevarle la contraria a la "madre" de todas las agencias de medicamentos del mundo: la FDA norteamericana. La estupidez e ineficacia de esta "poderosísima", se ha plasmado hace unos días en su repentino cambio de opinión respecto a los colectivos a los que no se recomendaba aplicar la famosa vacuna de Astra-Zeneca. Se recordará que los muy expertos de la agencia europea, por cierto que controlada en todo también por las agencias del norte de Europa y sustancialmente por la agencia alemana, se habían decantado por no recomendarla para los mayores de 65 años e incluso para los mayores de 55 años (postura que tomó por cierto la Agencia Española del Medicamento). No era esa la postura ni de la agencia británica ni la norteamericana. Pues bien, poco le ha durado su "independencia" científica. Ha bastado un estudio local acerca de los efectos en Escocia de esas vacuna entre los mayores, para que la EMA se desdiga y pase a decir lo que tenía que haber dicho desde el principio, o sea, lo mismo que la FDA americana, sólo que meses más tarde.
No es nada extraño que los gobiernos de los países que aún estando dentro de la Unión Europea no han abdicado enteramente de "la peligrosa manía de pensar" autónomamente y se plantean defender a sus conciudadanos, como es por cierto su primera obligación (gobiernos entre los que desgraciadamente no se encuentra el gobierno español), traten de abandonar ese barco a la deriva que es la gestión europea de la vacunación y traten de "buscarse la vida" como mejor puedan negociando por su cuenta el aprovisionamiento de vacunas con las famacéuticas y con las vacunas de otros países (las de Rusia, China y pronto Cuba y otros).
Esto, por supuesto, lo ven con muy malos ojos gentes como nuestra muy penosa (tanto por sus decisiones y políticas como porque -al menos a mí- da la penita que suele dar el ver a alguien a quien le "sienta mal la ropa", que no da la talla porque el cargo le viene grande) y también muy germanófila Ministra de Asuntos Exteriores, a quien oí hace unos días responder a la pregunta de un periodista acerca de si dado el ineficaz comportamiento de la UE respecto a las grandes farmacéuticas no valdría la pena que el gobierno de España hiciese como lo están haciendo esos otros gobiernos díscolos y buscase vacunas por donde pudiese.
Pues bien, la respuesta de la señora Laya fue de "libro" de texto de Catecismo Europeísta de primer curso, y fue que a España le hubiese ido aún peor negociando por su cuenta, fuera del paraguas protector de la poderosa Unión. Pero ¡qué idiota respuesta! Era la respuesta típica de un economista académico ortodoxo, y es que doña Arancha González Laya aunque no lo sea, es como si lo fuese pues ha estado toda su carrera trabajando para instituciones que regulan el comercio mundial. Y ése es el problema, que ha acabado viendo el mundo como si llevara unas gafas, unas gafas típicas de los economistas neoclásicos para los que el mundo económico se ve a través de las lentes correctoras de la teoría de los mercados perfectamente competitivos. Unos mercados que no existen, por cierto, en este mundo.
Es por ello que doña Arancha no ve lo evidente para todo el mundo, y es que fuera del paraguas de la UE están no sólo países como los EE.UU o China sino también está Gran Bretaña (que ha preferido -y parece que con buen criterio, abandonar el agujereado paraguas europeo) y otros como Turquía, Israel o Chile que -pese a su debilidad económica, y de cualquier otro tipo (incluyendo sus sistemas de salud), lo están haciendo muchísimo mejor que la "poderosa" UE en este asunto.
Y todo esto me ha llevado a plantearme lo mismo que se planteaba don Julio Camba, o sea, que una organización dirigida y gestionada con una perspectiva con una "mente germánica" -como el decía- será siempre a la larga un fracaso. Como lo ha sido la Unión Europea bajo el control alemán. Lo fue en la gestión de la crisis financiera de 2008 y la posterior Gran Recesión, cuya singular dureza en Europa en términos de desempleo y PIB perdido fue debida EXCLUSIVAMENTE a la gestión macroeconómica que desde la Comisión Europea y desde el Banco Central Europeo se hizo, siempre plegándose a los criterios procedentes de Berlín, o sea, criterios generados desde una "mente germánica" que recuerda con horror lo sucedido en Alemania en tiempos de la República de Weimar. Recuérdese, a este respecto, que si algo se pudo salvar, fue debido sólo y exclusivamente a que Mario Draghi, cuando llegó a la dirección del BCE, se opuso en la medida de lo que pudo a seguir ciegamente los "dictados" procedentes de Bundesbank y del Tribunal Constitucional alemán. Sin esa pequeña rebelión dirigida por uno del sur, la Unión Europea se hubiese ido a la mierda, y nosotros los españoles junto con los griegos e italianos hubiéramos sido quienes más lo hubiésemos padecido. Pero, hay que recordar que, pese a los esfuerzos de Draghi, la UE lo hizo muchísimo peor que EE.UU o Gran Bretaña, que fueron quienes "causaron" la crisis.
Pero, a pesar de que sólo los más estúpidos de los en general muy estúpìdos economistas académicos siguen todavía defendiendo una gestión macroeconómica del BCE guiada por una "mente germánica", o sea, estricta y restrictiva por miedo a la hiperinflación, pues siguen sin entender qué es el dinero (como se comprueba en su manifiesta incapacidad intelectual de entender algo tan sencillo y evidente como lo es la Teoría Monetaria Moderna), abundan sin embargo los estúpidos economistas académicos que siguen sosteniendo la eficacia de una gestión microeconómica guiada también por una "mente germánica".
Y es que, al margen de asuntillos como la gestión de las vacunas, se señala la eficacia productiva de la industria alemana como ejemplo a imitar. De modo que si bien ya algunos cuestionan la eficacia de la gestión macroeconómica y monetaria "alemana" (incluyendo en esa denominación la defendida por los países de Norte europeo; o sea, también Holanda, Dinamarca, Austria, Finlandia y demás) de los asuntos europeos , nada habría que objetar a una gestión microeconómica de tipo "alemán" de Europa.
Para los economistas académicos, la gestión microeconómica es algo casi ingenieril, casi automático. Es lo que han interiorizado de sus estudios de Microeconomía ortodoxa. En ellos, la eficiencia en el terreno de la producción consiste en elegir la técnica mejor y más barata para producir un bien (donde la Relación Marginal de Sustitución Técnica entre cada par de factores de producción igual a sus respectivos precios relativos, por decirlo en la jerga económica ortodoxa que se enseña en las Facultades de Economía).
Y ello es fácil e inmediato en actividades productivas repetitivas y casi automáticas...como lo son por ejemplo las actividades industriales, y en aquellas que las empresas no se enfrentan a imprevistos, es decir, donde no hay incertidumbre. Ahí, unos ordenadores o -lo que es lo mismo- unos economistas-ingenieros encargados de la gestión es posible que lo hagan bien. Es ahí, por lo tanto, en esos procesos de producción industriales y repetidos, aquellos en los que las empresas hacen siempre lo mismo de forma casi automática y sólo tienen que ajustarse a los paulatinos y casi predecibles cambios técnicos donde la gestión microeconómica de tipo "germánico" triunfa. Son los sectores donde Alemania ha descollado y descolla, donde el orden y la organización y la disciplina suelen ser eficaces pues nada original hay que hacer.
Pero ese tipo de gestión repetitiva y automática falla estrepitosamente en toda actividad no reducible o sustituible por una máquina automática. En ellas, para conseguir la eficiencia se requieren de otras habilidades y capacidades, donde la flexibilidad, la resiliencia, la improvisación, la capacidad de adaptación, el manejo del poder, resultan imprescindibles para afrontar eficientemente los retos que la incertidumbre y la variación proponen para cada organización y actividad productiva.
Un economista, Harvey Leibenstein, señaló hace ya más de 50 años, que en ese tipo de mundo económico hay que olvidar cualquier lógica de eficiencia ingenieril, y habló en su lugar de lo que llamó la eficiencia-X . Son cuatro las razones que impiden, según Leibenstein (en su libro de 1966 de título Beyond Economic Man, todavía un hito no superado), que los factores de producción o inputs puedan ser transformados en cantidades predeterminadas de productos u outputs, como establece la teoría microeconómica ortodoxa de forma que pueda definirse la eficiencia de un sistema o mecanismo de modo ingenieril. No se puede determinar así la eficiencia en caso de
a) que los contratos que establecen la ligazón entre los distintos propietarios de factores de producción son necesariamente incompletos, es decir, no pueden abarcar o cubrir pomenorizadamente todas las posibles situaciones;
b) que no todos los factores de producción son comercializables; o sea, comprables en los mercados;
c) que la llamada función de producción que determina la relación técdnica entre cantidades de factores e inputs y niveles de producción alcanzables no está completamente especificada, de modo que con las mismas cantidades de inputs se pueden obtener distintas cantidades de outputs o productos; y
d) la interdependencia y la incertidumbre respecto a lo que puede suceder en el futuro lleva a que empresas competidoras cooperen y que unas imiten a otras en el aspecto técnico, en alguna medida al menos.
Pues bien, cuando se dan todas o algunas de esas circunstancias, lo que es de lo más normal en multitud de sectores productivos, la búsqueda de la eficiencia deja de ser algo ingenieril o automático y pasa a depender de un complejo conjunto X de factores que requiere tomar en cuenta los aspectos recién mencionados. Aquí, como decía Julio Camba, respecto a los resultados de la Primera Guerra Mundial, la "desorganización" entendida como no seguir ovejunamente los dictados de la organizada mente germánica, puede ser la clave del éxito. Clausewitz el prusiano teórico de la guerra lo tenía muy claro: el campo de batalla es el terreno de la incertidumbre, de lo inesperado, de las "fricciones" -por usar de su terminología- que dan siempre al traste con los mejores y mejor organizados planes, de modo que más que la organización, en la batalla lo que cuenta es la capacidad de acomodarse y de resiliencia como claves para la victoria. O sea, de la Eficiencia-X, y tengo claro que es la gestión de esa eficiencia -X la relevante en el mundo post-industrial, por lo que tengo mis dudas de la pertinencia de seguir dejando el papel de guía microeconómico de la UE a los países de "mentalidad germánica".
Ni qué decir tiene que en el asunto concreto de que aquí se trata se cumplen los cuatro criterios de Leibenstein que llevarían a olvidar como ineficaz el uso de un tipo de gestión eficiente ingenieril, de "mente germánica" (o paramétrico, como decía Leibenstein). Así, el descubrimiento de vacunas eficaces no es un proceso automático o predecible pues está sujeto a las mutaciones aleatorias del virus, la producción de una vacunas depende factores no controlables como mostró los problemas de Pfizer, las empresas farmacéuticas forman un oligopolio, la investigación es en buena medida pública, y, finalmente, existen variables geopolíticas que influyen en los comportamientos de las empresas (como el ejemplo de la Sputnik V rusa muestra a las claras). Estos elementos y muchos más han hecho que la gestión de vacunas con mentalidad germánica, o sea, pensando que comprar vacunas era lo mismo que comprar cemento u otro factor productivo industrial, ha sido completamente inadecuado y contra productivo. No se puede, en ese tipo de mercado, en ese tipo de "campo de batalla", "funcionar" con un esquema semejante al que sigue el encargado de compras de una fábrica de envasado de salchichas en Munich en sus negociaciones con los ganaderos de granjas de cerdos. Que es lo que ha hecho la muy germánica señora Von der Leyen.
La radical, la increíble, la delictiva ineptitud de la señora Leyen y de los economistas que avalan su estúpido comportamiento se manifiesta en el hecho de que sus aplausos a los frutos de la políticas de la señora Leyen se basan en último término, en que , como fruto de sus negociaciones, consiguió de las grandes farmacéuticas precios más bajos que otros compradores (a costa eso sí, de la firma de contratos incompletos que no obligaban a esas empresas a cumplir sus compromisos de abastecer de vacunas a la UE si las cosas no iban del todo bien). Lo delirante es que así Von der Leyen y su grupo consiguíeron (y eso creen y pregonan que fue su gran éxito) pagar por las vacunas unos precios más bajos DENOMINADOS EN EUROS de lo que pagaron otros países, a cambio de renegar de cualesquiera condiciones o peticiones de responsabilidad en caso de retrasos o incumplimientos de contratos. O sea, que se comportaron como unos pardillos. Como resulta evidente cuando se tiene en cuenta que su gran éxito consistía en pagar por las vacunas unos precios más bajos en la moneda que la propia UE puede "fabricar" según sus necesidades. O sea, que dado que a la UE le da igual el precio en euros por las vacunas dado que ella "hace", "crea" o "fabrica" euros A COSTE CERO según le venga en gana, en una negociación NO ha de fijarse en el precio sino en las cantidades que obtiene y en las condiciones para obtenerlas. O sea, lo contrario exactamente de lo que ha hecho. Por poner un ejemplo: Imagínese el lector que puede emitir una moneda que el del bar de la esquina la acepta como medio de pago (quizás por el hecho -por ejemplo- de que el "lector" sea un mafioso que le da"protege" al dueño del bar), y entonces, si ello es así ¿qué le importaría al "lector" a la hora de tomarse unas cañas que el del bar subiese un 1000% el precio de la cerveza? Nada, ¿no? Pues eso. Cambie vacunas por cañas y podrá evaluar el "portentoso" éxito, la "eficacia" de la muy germánica señora Von der Leyen y sus partidarios.
Y para acabar. Tras largos años de docencia, me da la impresión de que los economistas neoclásicos ortodoxos nunca entenderán nunca nada de nada de Economía. Lógico. Sacaron matrículas de honor en todas las asignaturas del Catecismo Económico Neoliberal, que es lo que se enseña en TODAS las Facultades de Economía de los países de la UE , y por eso -lamentablemente- ocupan tan altos cargos en ministerios e instituciones. Y sí, hicieron "prácticas" en empresas y otras organizaciones, llevando la contabilidad y aprendiendo a completar una mente bien organizada de tipo "germánico". Pero nunca "perdieron" una tarde jugando al mus en la cafetería. Y eso se nota. Son unos inútiles como economistas. Es lo que hay.
Nota: El libro de Tim Harford, Adáptate (Barcelona, 2011), es una lectura amena y muy recomendable de estrategias de gestión microeconómica de "mente no-germánica" para una diversidad de problemas.
En uno de sus libros de viajes, "Aventuras de una peseta", cuenta el grandísimo Julio Camba las dificultades que tuvo en Berlín tras la Gran Guerra para encontrar un restaurante en que comer bebiendo sólo cerveza, y tomarse en él luego también un café junto con un coñac. No le fue posible. Siempre había alguna norma o regulación que le impedía hacer todas esas "actividades" en un mismo establecimiento. Al final, en uno de ellos, tras la obligada discusión tratando de ser servido como quería
"y considerándome sin la energía necesaria para vencer tantas dificultades, -cuenta Camba-, "me voy a la calle con unas ganas locas de gritar:
-¡Viva la desorganización!
Durante mucho tiempo yo me había limitado a creer que los alemanes habían perdido la guerra por exceso de organización. desde las aventuras que acabo de relatar voy mucho más allá en mis convicciones, y creo que los aliados no hubieran podido vencer nunca si no estuviesen tan desorganizados como estaban..."
Me estoy acordando mucho estos días de este cínico pero -como todos los suyos- certero comentario de don Julio conforme me voy indignando cada vez más como economista ante el delirante, bochornoso, ineficiente y homicida espectáculo que TODAS las instituciones de la Unión Europea están dando en relación con el entero asunto de la vacunación contra la COVID-19.
No en los medios de comunicación, siempre serviles del PODER, pero sí en la calle: No, tampoco -por cierto- en el Parlamento Europeo que es dónde debería estar verbalizándose de modo adecuado, pero sí en los bares que son los auténticos parlamentos del común de las gentes, es cada vez más audible la queja que está provocando el comportamiento aterradoramente ineficaz que la Comisión Europea, dirigida por la germánica Úrsula Von der Leyen y su muy alemán grupo de asesores han protagonizado a la hora de negociar con las grandes farmacéuticas el aprovisionamiento de vacunas para "los 27" , negociaciones en las que estas empresas (algunas fuertemente subvencionadas en sus investigaciones por la propia Unión) se han reído -o sea, descojonado- a más no poder de la "todopoderosa" UE. A lo que parece, la tan "organizada" mente germánica -como Julio Camba la denominaba- de los que mandan en Bruselas se ha revelado como totalmente incapaz para solventar un problema con múltiples aristas como es el de asegurar un adecuado y rápido abastecimiento der vacunas para los ciudadanos de los países más ricos del mundo. ¿Por qué será? ¿Tenía acaso don Julio razón cuando achacaba la ineptitud de los camareros alemanes a su "mente germánica", a su amor por lo organizado?
Y ¿qué decir de esa junta de sabihondos expertos, la "Agencia Europea de Medicamentos", la EMA, que se caracteriza por hacer siempre exactamente lo mismo que la FDA norteamericana o que la agencia de medicamentos británica respecto a la aprobación de vacunas sólo que con retraso, un mes más tarde? Nadie entiende ese retraso en hacer lo mismo mismito. Pues todo el mundo sabe de salida que NUNCA esos "independientes" expertos se van a atrever a llevarle la contraria a la "madre" de todas las agencias de medicamentos del mundo: la FDA norteamericana. La estupidez e ineficacia de esta "poderosísima", se ha plasmado hace unos días en su repentino cambio de opinión respecto a los colectivos a los que no se recomendaba aplicar la famosa vacuna de Astra-Zeneca. Se recordará que los muy expertos de la agencia europea, por cierto que controlada en todo también por las agencias del norte de Europa y sustancialmente por la agencia alemana, se habían decantado por no recomendarla para los mayores de 65 años e incluso para los mayores de 55 años (postura que tomó por cierto la Agencia Española del Medicamento). No era esa la postura ni de la agencia británica ni la norteamericana. Pues bien, poco le ha durado su "independencia" científica. Ha bastado un estudio local acerca de los efectos en Escocia de esas vacuna entre los mayores, para que la EMA se desdiga y pase a decir lo que tenía que haber dicho desde el principio, o sea, lo mismo que la FDA americana, sólo que meses más tarde.
No es nada extraño que los gobiernos de los países que aún estando dentro de la Unión Europea no han abdicado enteramente de "la peligrosa manía de pensar" autónomamente y se plantean defender a sus conciudadanos, como es por cierto su primera obligación (gobiernos entre los que desgraciadamente no se encuentra el gobierno español), traten de abandonar ese barco a la deriva que es la gestión europea de la vacunación y traten de "buscarse la vida" como mejor puedan negociando por su cuenta el aprovisionamiento de vacunas con las famacéuticas y con las vacunas de otros países (las de Rusia, China y pronto Cuba y otros).
Esto, por supuesto, lo ven con muy malos ojos gentes como nuestra muy penosa (tanto por sus decisiones y políticas como porque -al menos a mí- da la penita que suele dar el ver a alguien a quien le "sienta mal la ropa", que no da la talla porque el cargo le viene grande) y también muy germanófila Ministra de Asuntos Exteriores, a quien oí hace unos días responder a la pregunta de un periodista acerca de si dado el ineficaz comportamiento de la UE respecto a las grandes farmacéuticas no valdría la pena que el gobierno de España hiciese como lo están haciendo esos otros gobiernos díscolos y buscase vacunas por donde pudiese.
Pues bien, la respuesta de la señora Laya fue de "libro" de texto de Catecismo Europeísta de primer curso, y fue que a España le hubiese ido aún peor negociando por su cuenta, fuera del paraguas protector de la poderosa Unión. Pero ¡qué idiota respuesta! Era la respuesta típica de un economista académico ortodoxo, y es que doña Arancha González Laya aunque no lo sea, es como si lo fuese pues ha estado toda su carrera trabajando para instituciones que regulan el comercio mundial. Y ése es el problema, que ha acabado viendo el mundo como si llevara unas gafas, unas gafas típicas de los economistas neoclásicos para los que el mundo económico se ve a través de las lentes correctoras de la teoría de los mercados perfectamente competitivos. Unos mercados que no existen, por cierto, en este mundo.
Es por ello que doña Arancha no ve lo evidente para todo el mundo, y es que fuera del paraguas de la UE están no sólo países como los EE.UU o China sino también está Gran Bretaña (que ha preferido -y parece que con buen criterio, abandonar el agujereado paraguas europeo) y otros como Turquía, Israel o Chile que -pese a su debilidad económica, y de cualquier otro tipo (incluyendo sus sistemas de salud), lo están haciendo muchísimo mejor que la "poderosa" UE en este asunto.
Y todo esto me ha llevado a plantearme lo mismo que se planteaba don Julio Camba, o sea, que una organización dirigida y gestionada con una perspectiva con una "mente germánica" -como el decía- será siempre a la larga un fracaso. Como lo ha sido la Unión Europea bajo el control alemán. Lo fue en la gestión de la crisis financiera de 2008 y la posterior Gran Recesión, cuya singular dureza en Europa en términos de desempleo y PIB perdido fue debida EXCLUSIVAMENTE a la gestión macroeconómica que desde la Comisión Europea y desde el Banco Central Europeo se hizo, siempre plegándose a los criterios procedentes de Berlín, o sea, criterios generados desde una "mente germánica" que recuerda con horror lo sucedido en Alemania en tiempos de la República de Weimar. Recuérdese, a este respecto, que si algo se pudo salvar, fue debido sólo y exclusivamente a que Mario Draghi, cuando llegó a la dirección del BCE, se opuso en la medida de lo que pudo a seguir ciegamente los "dictados" procedentes de Bundesbank y del Tribunal Constitucional alemán. Sin esa pequeña rebelión dirigida por uno del sur, la Unión Europea se hubiese ido a la mierda, y nosotros los españoles junto con los griegos e italianos hubiéramos sido quienes más lo hubiésemos padecido. Pero, hay que recordar que, pese a los esfuerzos de Draghi, la UE lo hizo muchísimo peor que EE.UU o Gran Bretaña, que fueron quienes "causaron" la crisis.
Pero, a pesar de que sólo los más estúpidos de los en general muy estúpìdos economistas académicos siguen todavía defendiendo una gestión macroeconómica del BCE guiada por una "mente germánica", o sea, estricta y restrictiva por miedo a la hiperinflación, pues siguen sin entender qué es el dinero (como se comprueba en su manifiesta incapacidad intelectual de entender algo tan sencillo y evidente como lo es la Teoría Monetaria Moderna), abundan sin embargo los estúpidos economistas académicos que siguen sosteniendo la eficacia de una gestión microeconómica guiada también por una "mente germánica".
Y es que, al margen de asuntillos como la gestión de las vacunas, se señala la eficacia productiva de la industria alemana como ejemplo a imitar. De modo que si bien ya algunos cuestionan la eficacia de la gestión macroeconómica y monetaria "alemana" (incluyendo en esa denominación la defendida por los países de Norte europeo; o sea, también Holanda, Dinamarca, Austria, Finlandia y demás) de los asuntos europeos , nada habría que objetar a una gestión microeconómica de tipo "alemán" de Europa.
Para los economistas académicos, la gestión microeconómica es algo casi ingenieril, casi automático. Es lo que han interiorizado de sus estudios de Microeconomía ortodoxa. En ellos, la eficiencia en el terreno de la producción consiste en elegir la técnica mejor y más barata para producir un bien (donde la Relación Marginal de Sustitución Técnica entre cada par de factores de producción igual a sus respectivos precios relativos, por decirlo en la jerga económica ortodoxa que se enseña en las Facultades de Economía).
Y ello es fácil e inmediato en actividades productivas repetitivas y casi automáticas...como lo son por ejemplo las actividades industriales, y en aquellas que las empresas no se enfrentan a imprevistos, es decir, donde no hay incertidumbre. Ahí, unos ordenadores o -lo que es lo mismo- unos economistas-ingenieros encargados de la gestión es posible que lo hagan bien. Es ahí, por lo tanto, en esos procesos de producción industriales y repetidos, aquellos en los que las empresas hacen siempre lo mismo de forma casi automática y sólo tienen que ajustarse a los paulatinos y casi predecibles cambios técnicos donde la gestión microeconómica de tipo "germánico" triunfa. Son los sectores donde Alemania ha descollado y descolla, donde el orden y la organización y la disciplina suelen ser eficaces pues nada original hay que hacer.
Pero ese tipo de gestión repetitiva y automática falla estrepitosamente en toda actividad no reducible o sustituible por una máquina automática. En ellas, para conseguir la eficiencia se requieren de otras habilidades y capacidades, donde la flexibilidad, la resiliencia, la improvisación, la capacidad de adaptación, el manejo del poder, resultan imprescindibles para afrontar eficientemente los retos que la incertidumbre y la variación proponen para cada organización y actividad productiva.
Un economista, Harvey Leibenstein, señaló hace ya más de 50 años, que en ese tipo de mundo económico hay que olvidar cualquier lógica de eficiencia ingenieril, y habló en su lugar de lo que llamó la eficiencia-X . Son cuatro las razones que impiden, según Leibenstein (en su libro de 1966 de título Beyond Economic Man, todavía un hito no superado), que los factores de producción o inputs puedan ser transformados en cantidades predeterminadas de productos u outputs, como establece la teoría microeconómica ortodoxa de forma que pueda definirse la eficiencia de un sistema o mecanismo de modo ingenieril. No se puede determinar así la eficiencia en caso de
a) que los contratos que establecen la ligazón entre los distintos propietarios de factores de producción son necesariamente incompletos, es decir, no pueden abarcar o cubrir pomenorizadamente todas las posibles situaciones;
b) que no todos los factores de producción son comercializables; o sea, comprables en los mercados;
c) que la llamada función de producción que determina la relación técdnica entre cantidades de factores e inputs y niveles de producción alcanzables no está completamente especificada, de modo que con las mismas cantidades de inputs se pueden obtener distintas cantidades de outputs o productos; y
d) la interdependencia y la incertidumbre respecto a lo que puede suceder en el futuro lleva a que empresas competidoras cooperen y que unas imiten a otras en el aspecto técnico, en alguna medida al menos.
Pues bien, cuando se dan todas o algunas de esas circunstancias, lo que es de lo más normal en multitud de sectores productivos, la búsqueda de la eficiencia deja de ser algo ingenieril o automático y pasa a depender de un complejo conjunto X de factores que requiere tomar en cuenta los aspectos recién mencionados. Aquí, como decía Julio Camba, respecto a los resultados de la Primera Guerra Mundial, la "desorganización" entendida como no seguir ovejunamente los dictados de la organizada mente germánica, puede ser la clave del éxito. Clausewitz el prusiano teórico de la guerra lo tenía muy claro: el campo de batalla es el terreno de la incertidumbre, de lo inesperado, de las "fricciones" -por usar de su terminología- que dan siempre al traste con los mejores y mejor organizados planes, de modo que más que la organización, en la batalla lo que cuenta es la capacidad de acomodarse y de resiliencia como claves para la victoria. O sea, de la Eficiencia-X, y tengo claro que es la gestión de esa eficiencia -X la relevante en el mundo post-industrial, por lo que tengo mis dudas de la pertinencia de seguir dejando el papel de guía microeconómico de la UE a los países de "mentalidad germánica".
Ni qué decir tiene que en el asunto concreto de que aquí se trata se cumplen los cuatro criterios de Leibenstein que llevarían a olvidar como ineficaz el uso de un tipo de gestión eficiente ingenieril, de "mente germánica" (o paramétrico, como decía Leibenstein). Así, el descubrimiento de vacunas eficaces no es un proceso automático o predecible pues está sujeto a las mutaciones aleatorias del virus, la producción de una vacunas depende factores no controlables como mostró los problemas de Pfizer, las empresas farmacéuticas forman un oligopolio, la investigación es en buena medida pública, y, finalmente, existen variables geopolíticas que influyen en los comportamientos de las empresas (como el ejemplo de la Sputnik V rusa muestra a las claras). Estos elementos y muchos más han hecho que la gestión de vacunas con mentalidad germánica, o sea, pensando que comprar vacunas era lo mismo que comprar cemento u otro factor productivo industrial, ha sido completamente inadecuado y contra productivo. No se puede, en ese tipo de mercado, en ese tipo de "campo de batalla", "funcionar" con un esquema semejante al que sigue el encargado de compras de una fábrica de envasado de salchichas en Munich en sus negociaciones con los ganaderos de granjas de cerdos. Que es lo que ha hecho la muy germánica señora Von der Leyen.
La radical, la increíble, la delictiva ineptitud de la señora Leyen y de los economistas que avalan su estúpido comportamiento se manifiesta en el hecho de que sus aplausos a los frutos de la políticas de la señora Leyen se basan en último término, en que , como fruto de sus negociaciones, consiguió de las grandes farmacéuticas precios más bajos que otros compradores (a costa eso sí, de la firma de contratos incompletos que no obligaban a esas empresas a cumplir sus compromisos de abastecer de vacunas a la UE si las cosas no iban del todo bien). Lo delirante es que así Von der Leyen y su grupo consiguíeron (y eso creen y pregonan que fue su gran éxito) pagar por las vacunas unos precios más bajos DENOMINADOS EN EUROS de lo que pagaron otros países, a cambio de renegar de cualesquiera condiciones o peticiones de responsabilidad en caso de retrasos o incumplimientos de contratos. O sea, que se comportaron como unos pardillos. Como resulta evidente cuando se tiene en cuenta que su gran éxito consistía en pagar por las vacunas unos precios más bajos en la moneda que la propia UE puede "fabricar" según sus necesidades. O sea, que dado que a la UE le da igual el precio en euros por las vacunas dado que ella "hace", "crea" o "fabrica" euros A COSTE CERO según le venga en gana, en una negociación NO ha de fijarse en el precio sino en las cantidades que obtiene y en las condiciones para obtenerlas. O sea, lo contrario exactamente de lo que ha hecho. Por poner un ejemplo: Imagínese el lector que puede emitir una moneda que el del bar de la esquina la acepta como medio de pago (quizás por el hecho -por ejemplo- de que el "lector" sea un mafioso que le da"protege" al dueño del bar), y entonces, si ello es así ¿qué le importaría al "lector" a la hora de tomarse unas cañas que el del bar subiese un 1000% el precio de la cerveza? Nada, ¿no? Pues eso. Cambie vacunas por cañas y podrá evaluar el "portentoso" éxito, la "eficacia" de la muy germánica señora Von der Leyen y sus partidarios.
Y para acabar. Tras largos años de docencia, me da la impresión de que los economistas neoclásicos ortodoxos nunca entenderán nunca nada de nada de Economía. Lógico. Sacaron matrículas de honor en todas las asignaturas del Catecismo Económico Neoliberal, que es lo que se enseña en TODAS las Facultades de Economía de los países de la UE , y por eso -lamentablemente- ocupan tan altos cargos en ministerios e instituciones. Y sí, hicieron "prácticas" en empresas y otras organizaciones, llevando la contabilidad y aprendiendo a completar una mente bien organizada de tipo "germánico". Pero nunca "perdieron" una tarde jugando al mus en la cafetería. Y eso se nota. Son unos inútiles como economistas. Es lo que hay.
Nota: El libro de Tim Harford, Adáptate (Barcelona, 2011), es una lectura amena y muy recomendable de estrategias de gestión microeconómica de "mente no-germánica" para una diversidad de problemas.