FERNANDO ESTEVE MORA
Decía Ferlosio en uno de sus "pecios":
“Tener ideología es no tener ideas. Éstas no son como las cerezas, sino que vienen sueltas, hasta el punto de que una misma persona puede juntar varias que se hallan en conflicto unas con otras. Las ideologías son, en cambio, como paquetes de ideas preestablecidos, conjuntos de tics fisionómicamente coherentes, como rasgos clasificatorios que se copertenecen en una taxonomía o tipología personal socialmente congelada”.
Me ha venido a la mente este pecio cuando he leído que el Gobierno central ha decidido llevar al BOE una ley que aumenta la obligación de usar la mascarilla en todo ámbito fuera del privado y siempre hasta el final de la pandemia, fecha que -por cierto-- la decidirá el propio Gobierno. De modo que -por ejemplo- si uno está sólo en mitad del campo o de una playa, sin otro ser humano en lontananza que no sea el piloto de un helicóptero de la Guardia Civil o el de un dron vigilante cual Gran Hermano orwelliano será multado si no lleva el tapabocas reglamentario aunque sea físicamente imposible que contagie a nadie. Absurdo. Una normativa que sólo puede tener su origen en algunos de los ineptos "asesores" del Ministerio de Sanidad, pues no me puedo imaginar que tanta estupidez sea fruto de la mente de un funcionario de carrera normal, de los que acceden a su puesto por oposición. Pues, a lo que parece, fue el Grupo Socialista en el Senado el que incorporó una enmienda que "es la causante de que se haya cambiado el criterio, al eliminarse la parte que condicionaba el uso de la mascarilla a la imposibilidad de mantener la distancia interpersonal. Fuentes del grupo socialista en el Senado explican que fueron ellos quienes introdujeron esta enmienda, tras consultar con el Ministerio de Sanidad, como “mejora técnica” debido a la evidencia científica sobre la transmisión del virus por aerosoles, dado que la distancia de metro y medio no evita en todos los casos el contagio. Esa novedad había pasado inadvertida en su tramitación parlamentaria e incluso tras su publicación en el BOE hasta que EL PAÍS ha llamado la atención sobre ello" (El País, 31/3/21).
Al así proceder, los idiotas "pensantes" del Gobierno central que han avalado esta propuesta "se disparan a su propio pie" endureciendo hasta el delirio una norma estatal relativamente razonable que ya los idiotas dirigentes de las Comunidades Autónomas se habían encargado absurdamente de endurecer hace meses.
Pues bien, como ya bien sabrán quienes lean este blog, en él una de las "figuras" públicas más criticadas de modo repetido, pues merecido lo tiene, es la presidenta de la Comunidad de Madrid. doña Isabel Díaz Ayuso. Sencillamente, la considero lo peor que puede sucederle no sólo a la Comunidad de Madrid, sino a España en general. Lo peor, sin ningún paliativo.
Y, sin embargo , ¡ay, sin embargo! Haciendo honor al pecio de Ferlosio no puedo sino decir que las ideas no son como un "racimo de cerezas", de modo que muy a pesar mío tengo que reconocer y admitir que hoy -como ciudadano de Madrid- es ella y su absurdo comportamiento político mi última esperanza para poner un freno a este absurdo decreto ley que endurece el ya duro uso de las mascarillas en este país, porque no puede caber la menor duda racional de que es extremadamente peligroso que el poder político obligue coercitivamente a cumplir normas estúpidas, manifiestamente irracionales.
En efecto, como ya se señaló en otra entrada de este blog, https://www.rankia.com/blog/oikonomia/4654706-mascarilla-burka, en la que se analizó el uso de las mascarillas desde el análisis económico, su uso en todo lugar público independientemente de otras circunstancias por unas supuestas "razones" sanitarias es estúpido por ineficiente, y su imposición desde el poder político, dictatorial; lo que le ha obligado, por cierto, al doctor Fernando Simón, que no comparte esa delirante extensión de la normativa de uso de las mascarillas, a un contorsionismo intelectual en sus comparecencias públicas que sería divertido si uno lo viese desde fuera de España conforme ha tratado de desmarcarse de esas recomendaciones delirantes sin negar al Gobierno su apoyo como su experto en pandemias.
Y es que, si las normas previas eran absurdas entonces, en los momentos durísimos de la pandemia, hoy en que el 11% de los españoles tienen la protección que da la primera dosis de las vacunas y quizás un porcentaje superior ha pasado la infección y está por ello inmunizados de modo natural, su extensión actual en la dirección de su endurecimiento no sólo son ha de ser calificada como más absurda todavía, sino que su manifiesta estupidez obliga a que sean analizada desde una perspectiva no sanitaria.
Quizás se la pueda contemplar acentuando su lado cómico, que lo tiene. A mí, particularmente, esta norma gubernamental acerca del uso de las mascarillas me recuerda una vieja película de Woody Allen, Bananas. En ella, una vez que unos revolucionarios pseudocastristas toman el poder en una isla de cuyo nombre no consigo acordarme, pasaba para jolgorio de la audiencia que el primer decreto que aprobaban era obligar al pueblo a que se pusiera la ropa interior por fuera, para dar ejemplo y mostrar la limpieza del nuevo régimen. ¡Quién me iba a decir por aquel entonces que yo, que me reía a carcajadas de la estupidez de aquel "gobierno" revolucionario de chiste en la película de Allen, acabaría también, como parte del pueblo español, sufriendo, no en una pantalla, sino en la realidad los delirios de un débil gobierno democrático empeñado en aparentar fortaleza por el tonto procedimiento de mostrar que también es más "papistas" que el Papa en eso de la limpieza y la asepsia!
Pero, quizás, la interpretación que haya que hacer sea más obscura, nada cómica sino trágica. La que proporciona Naomí Klein cuando estudia lo que define como "doctrina del shock". Es decir, la utilización de una situación catastrófica para "hacer" tragar a la gente unas políticas contra sus derechos que sólo pueden anticipar "cosas" peores. Y, aquí, de nuevo, recordar la famosa frase de Voltaire cuando nos advertía de que había que tener cuidado con quienes nos hacen creer absurdos pues nos harán hacer malignidades,vuelve a ser admonitoria.
Así que, por acabar como empecé, traeré aquí otro de los pecios de don Rafael Sánchez Ferlosio:
"El que quiera mandar guarde al menos un último respeto hacia el que ha de obedecer: absténgase de darle explicaciones"
Que nos obliguen a llevar la mascarilla eternamente, si quieren, tienen la fuerza para hacerlo, pero que -al menos- no nos cuenten y pretendan hacernos creer que es por nuestro bien.
Decía Ferlosio en uno de sus "pecios":
“Tener ideología es no tener ideas. Éstas no son como las cerezas, sino que vienen sueltas, hasta el punto de que una misma persona puede juntar varias que se hallan en conflicto unas con otras. Las ideologías son, en cambio, como paquetes de ideas preestablecidos, conjuntos de tics fisionómicamente coherentes, como rasgos clasificatorios que se copertenecen en una taxonomía o tipología personal socialmente congelada”.
Me ha venido a la mente este pecio cuando he leído que el Gobierno central ha decidido llevar al BOE una ley que aumenta la obligación de usar la mascarilla en todo ámbito fuera del privado y siempre hasta el final de la pandemia, fecha que -por cierto-- la decidirá el propio Gobierno. De modo que -por ejemplo- si uno está sólo en mitad del campo o de una playa, sin otro ser humano en lontananza que no sea el piloto de un helicóptero de la Guardia Civil o el de un dron vigilante cual Gran Hermano orwelliano será multado si no lleva el tapabocas reglamentario aunque sea físicamente imposible que contagie a nadie. Absurdo. Una normativa que sólo puede tener su origen en algunos de los ineptos "asesores" del Ministerio de Sanidad, pues no me puedo imaginar que tanta estupidez sea fruto de la mente de un funcionario de carrera normal, de los que acceden a su puesto por oposición. Pues, a lo que parece, fue el Grupo Socialista en el Senado el que incorporó una enmienda que "es la causante de que se haya cambiado el criterio, al eliminarse la parte que condicionaba el uso de la mascarilla a la imposibilidad de mantener la distancia interpersonal. Fuentes del grupo socialista en el Senado explican que fueron ellos quienes introdujeron esta enmienda, tras consultar con el Ministerio de Sanidad, como “mejora técnica” debido a la evidencia científica sobre la transmisión del virus por aerosoles, dado que la distancia de metro y medio no evita en todos los casos el contagio. Esa novedad había pasado inadvertida en su tramitación parlamentaria e incluso tras su publicación en el BOE hasta que EL PAÍS ha llamado la atención sobre ello" (El País, 31/3/21).
Al así proceder, los idiotas "pensantes" del Gobierno central que han avalado esta propuesta "se disparan a su propio pie" endureciendo hasta el delirio una norma estatal relativamente razonable que ya los idiotas dirigentes de las Comunidades Autónomas se habían encargado absurdamente de endurecer hace meses.
Pues bien, como ya bien sabrán quienes lean este blog, en él una de las "figuras" públicas más criticadas de modo repetido, pues merecido lo tiene, es la presidenta de la Comunidad de Madrid. doña Isabel Díaz Ayuso. Sencillamente, la considero lo peor que puede sucederle no sólo a la Comunidad de Madrid, sino a España en general. Lo peor, sin ningún paliativo.
Y, sin embargo , ¡ay, sin embargo! Haciendo honor al pecio de Ferlosio no puedo sino decir que las ideas no son como un "racimo de cerezas", de modo que muy a pesar mío tengo que reconocer y admitir que hoy -como ciudadano de Madrid- es ella y su absurdo comportamiento político mi última esperanza para poner un freno a este absurdo decreto ley que endurece el ya duro uso de las mascarillas en este país, porque no puede caber la menor duda racional de que es extremadamente peligroso que el poder político obligue coercitivamente a cumplir normas estúpidas, manifiestamente irracionales.
En efecto, como ya se señaló en otra entrada de este blog, https://www.rankia.com/blog/oikonomia/4654706-mascarilla-burka, en la que se analizó el uso de las mascarillas desde el análisis económico, su uso en todo lugar público independientemente de otras circunstancias por unas supuestas "razones" sanitarias es estúpido por ineficiente, y su imposición desde el poder político, dictatorial; lo que le ha obligado, por cierto, al doctor Fernando Simón, que no comparte esa delirante extensión de la normativa de uso de las mascarillas, a un contorsionismo intelectual en sus comparecencias públicas que sería divertido si uno lo viese desde fuera de España conforme ha tratado de desmarcarse de esas recomendaciones delirantes sin negar al Gobierno su apoyo como su experto en pandemias.
Y es que, si las normas previas eran absurdas entonces, en los momentos durísimos de la pandemia, hoy en que el 11% de los españoles tienen la protección que da la primera dosis de las vacunas y quizás un porcentaje superior ha pasado la infección y está por ello inmunizados de modo natural, su extensión actual en la dirección de su endurecimiento no sólo son ha de ser calificada como más absurda todavía, sino que su manifiesta estupidez obliga a que sean analizada desde una perspectiva no sanitaria.
Quizás se la pueda contemplar acentuando su lado cómico, que lo tiene. A mí, particularmente, esta norma gubernamental acerca del uso de las mascarillas me recuerda una vieja película de Woody Allen, Bananas. En ella, una vez que unos revolucionarios pseudocastristas toman el poder en una isla de cuyo nombre no consigo acordarme, pasaba para jolgorio de la audiencia que el primer decreto que aprobaban era obligar al pueblo a que se pusiera la ropa interior por fuera, para dar ejemplo y mostrar la limpieza del nuevo régimen. ¡Quién me iba a decir por aquel entonces que yo, que me reía a carcajadas de la estupidez de aquel "gobierno" revolucionario de chiste en la película de Allen, acabaría también, como parte del pueblo español, sufriendo, no en una pantalla, sino en la realidad los delirios de un débil gobierno democrático empeñado en aparentar fortaleza por el tonto procedimiento de mostrar que también es más "papistas" que el Papa en eso de la limpieza y la asepsia!
Pero, quizás, la interpretación que haya que hacer sea más obscura, nada cómica sino trágica. La que proporciona Naomí Klein cuando estudia lo que define como "doctrina del shock". Es decir, la utilización de una situación catastrófica para "hacer" tragar a la gente unas políticas contra sus derechos que sólo pueden anticipar "cosas" peores. Y, aquí, de nuevo, recordar la famosa frase de Voltaire cuando nos advertía de que había que tener cuidado con quienes nos hacen creer absurdos pues nos harán hacer malignidades,vuelve a ser admonitoria.
Así que, por acabar como empecé, traeré aquí otro de los pecios de don Rafael Sánchez Ferlosio:
"El que quiera mandar guarde al menos un último respeto hacia el que ha de obedecer: absténgase de darle explicaciones"
Que nos obliguen a llevar la mascarilla eternamente, si quieren, tienen la fuerza para hacerlo, pero que -al menos- no nos cuenten y pretendan hacernos creer que es por nuestro bien.