FERNANDO ESTEVE MORA
Uno de esos fenómenos que no entiendo por más que se empeñen en explicármelo "los que saben", o sea, periodistas, opinadores y demás "expertos" en geopolítica y geoeconomía, es la -digamos que- nada cordial relación que todavía mantiene la Unión Europea con Rusia, y si digo "todavía" es porque tras la caída del régimen soviético, podría haberse esperado un decrecimiento radical en esa animosidad.
Sí, cierto que Rusia no es una democracia como las del occidente europeo. Rusia es lo que ahora se denomina una democracia "iliberal", o sea, una donde si bien hay elecciones libres (o al menos casi tan libres como en las democracias occidentales), ocurre sin embargo que la independencia del poder judicial y el respeto del poder ejecutivo a los derechos de las minorías incluidos los disidentes dista de estar garantizado.
Pero en esto de la calidad democrática hay una enorme variedad de gradaciones cualitativas. Y ponerse en plan "pureta" queda bien en televisión, pero me da que no es demasiado útil. Y además, está el problema de las miserias democráticas "propias". Por ejemplo, yo creía que la democracia norteamericana estaba de salida por encima cualitativamente de la española por razones de trayectoria histórica, hasta que "me he ido cayendo del guindo" progresivamente tras conocer cosas como la siguiente que leí en una entrevista que le hicieron al gran Jared Diamond -el autor de Armas, gérmenes y acero y de Colapso entre otras grandes obras. Comparando el sistema de voto español con el norteamericano, decía:" Pues en Estados Unidos nos tenemos que registrar para votar, convencer a las autoridades de que mereces el derecho a votar. Por ejemplo, el gobierno central del estado de Alabama es republicano. Alabama tiene mucha población afroamericana que seguramente votaría demócrata. Pues bien, para evitar que voten, el gobierno de Alabama obliga que para votar haya que identificarse con el pasaporte o el carné de conducir. Pero muchos afroamericanos no lo tienen. Y para asegurarse de que no votan, Alabama llega hasta cerrar las oficinas que expiden esos carnés. Hubo una demanda contra el estado de Alabama por la que se exigía abrir esas oficinas. Alabama obedeció y abrió esas oficinas... ¡un día al mes!". Y, por supuesto, la calidad democrática de países como Filipinas, Arabia Saudí, Turquía e Israel, por poner algunos de los muchos ejemplos posibles con los que la UE tiene relaciones cordiales es más que cuestionable. Item mas, en algunos países de la UE como Polonia o Hungría la democracia liberal goza hoy de demasiada buena salud. Y no es que no tenga salud, sino que está muerta del todo en países como Arabia Saudí o China con los que, sin embargo, la UE no tiene el menor empacho en relacionarse afectuosamente.
Cierto también que los "modos" rusos en relaciones internacionales tienden a ser -digamos que- muy groseros. Ahora bien, tampoco nunca lo han dejado de ser los de ese paradigma de la democracia y la libertad,. los EE.UU., cuyos servicios secretos tienen una larguísima historia de antidemocráticas, groseras y deshonestas intervenciones en decenas de países desde siempre. Incluyendo, por ejemplo, la guerra sucia de su "intervención" en España, que incluyó el primer uso moderno de una campaña mediática en contra de nuestro país por parte de la prensa democrática del "Ciudadano Kane", William Randolph Hearst, en que acusaba a nuestro país de lo mismo que hoy -¡vaya, qué curioso!- se acusa en la prensa norteamericana a Rusia. Sí, EE.UU. intervino en España, pues Cuba y Filipinas entonces eran España, allá por 1898. Y lo que se sabe de la ristra de golpes de estado, actividades ilegales, defensa de dictadores en Latinoamérica y en Asia, contrainsurgencia y demás intervenciones ilegales de los EE.UU me da que deja en mantillas a la de los rusos. Y no es nada extraño: es lo que siempre han hecho y me temo que harán los hegemones, los poderes imperiales en sus "zonas de influencia" . Y EE.UU. lleva siendo el hegemon del mundo desde finales de la II Guerra Mundial.
Y, por supuesto, tampoco los ingleses y los franceses, en la medida de sus posibilidades, se han quedado mancos en esto de meterse groseramente donde creen que sus intereses están comprometidos. Los más viejos aún recordamos cómo se las gastaba François Mitterrand, todo un socialista, con las buenas y pacíficas gentes de Greenpeace, cómo no tuvo inconveniente en hacer que sus servicios secretos pusiesen una bomba en 1985 a su buque insignia, el Rainbow Warrior, echándolo a pique a la vez que provocaba la muerte de un ecologista: Fernando Pereira.
Para qué nos vamos a engañar: en el fondo de las relaciones internacionales sigue dominando y dominará mucho tiempo, quizás siempre, el espíritu del vejo Niccola Maquiavelo, por lo que "acusar" a Rusia de maquiavélica es -¿cómo calificarlo?- un poco infantil. Y, además, "huele" a propaganda descarada. Hay ejemplos de esto último singularmente chuscos, como cuando se critica la existencia de mercenarios rusos (el famoso "grupo Wagner") y su despliegue pagado (recuérdese que sus "acciones" no son gratuitas, que son mercenarios) en zonas del Sahel por su más que probable conexión con el Kremlin. Alucinante. Sencillamente. ¿Nada tienen que decir quienes se indignan por ello de la empresa de mercenarios más importante del mundo, Blackwater, cuya relación con el gobierno norteamericano es total y de sobra conocida? Y, por acabar con esto de la "mala educación" de Rusia en las relaciones internacionales no puedo sino señalar con el dedo ineducadamente a los EE.UU. que tienen por costumbre no respetar la "palabra dada", o sea los tratados internacionales que han firmado, cuando les viene bien (como lo muestran los ejemplos del tratado ABM con Rusia del que Bush se desentendió en 2002, el Acuerdo de París sobre el cambio climático y el que tenían con Irán, de los que Trump hizo lo mismo), y por supuesto, como es de sobra conocido EE.UU. tampoco acepta ninguna autoridad legal sobre nada norteamericano por parte de ninguna instancia judicial internacional. Con ellos la legislación internacional nada cuenta. Así de simple.
Y a este respecto, nadie duda del escaso o nulo respeto hacia los derechos humanos de los servicios secretos rusos. Los envenenamientos de algunos disidentes (creo recordar que dos) son clara muestra de ello. Pero no hay que olvidar aquí el increíble caso de Guantánamo donde miles de seres humanos secuestrados ilegalmente por los EE.UU. y trasladados allí llevan años en una suerte de "agujero negro" legal sin haber sido nunca acusados ni juzgados ni condenados ante ningún tribunal, ni siquiera uno norteamericano. Ni en los peores momentos de su existencia la Inquisición se atrevió a tanto.
Cierto, por supuesto también, que está "lo de Ucrania". Un asunto endiabladamente complejo. Por un lado, está la cuestión de Crimea, un territorio históricamente ruso cuya transferencia de Rusia a a Ucrania fue una decisión tomada dentro de un estado de que ambas formaban parte, la URSS, que Rusia rechazó tras su disolución. Un territorio, además, cuyos habitantes parecen decantarse por no querer ser de Ucrania. Por otro lado, está la cuestión del Donbás, las regiones orientales de Ucrania cuya población es mayoritariamente prorusa. Nadie tiene la menor duda que nunca Rusia "devolverá" lo que siempre ha sentido como suyo, Crimea. Y también todo el mundo sabe que lo que Rusia desea es que Ucrania sea una "buffer zone", o sea, un "estado colchón" que ponga un espacio neutral entre ella y la OTAN, la alianza militar de países que se definen sólo y exclusivamente por ser enemigas de Rusia.
Como es bien sabido, Rusia siempre ha pensado que la incorporación de Polonia, los estados bálticos, Hungría Chequia, Eslovaquia, Rumanía Bulgaria a la OTAN fue una traición a un pacto implícito que la URSS tenía con EE.UU. que posibilitó la desaparición pacífica del Pacto de Varsovia y que suponía que ninguno de esos países se adscribiera formalmente a la OTAN. En consecuencia, es perfectamente previsible que si Ucrania entrara a formar parte de la OTAN, Rusia apoyaría hasta el final el separatismo de la zona del Donbás.
Pero, por otro lado, y como contraponiendose a tanto alejamiento, está el hecho de que históricamente, Rusia siempre ha mirado hacia Occidente. Ha querido que se l aceptara dentro de él, que no se le forzara por exclusión a tener caer en el mundo asiática del que no se siente partícipe. Desde los tiempos de Catalina la Grande y Pedro I, las elites rusas han tratado de conducir a su país en la senda de acercarse a las formas y modos características de los países occidentales. Incluso puede considerarse que Lenin, en la medida que seguidor de la obra de Marx, un alemán formado en París y Londres, no quería sino acelerar ese movimiento.
Y aquí, como una pieza más de esa tradicional seducción de Occidente para Rusia debiera recordarse que la catastrófica "transición del socialismo al capitalismo" que empezó con la caída de la URSS fue teledirigida desde Occidente, concretamente por un conjunto de economistas neoliberales norteamericanos (entre los que hay que señalar con oprobio a Jeffrey Sachs y Andrei Shleifer), famosos por su ineptitud y acusados de corrupción en el desempeño de sus tareas. Para Rusia, esa transición no fue nada pacífica o indolora. Todo lo contrario, fue equivalente a perder una guerra en términos de la catástrofe demográfica (en sólo cinco años, de 1989 a 1994, la esperanza de vida en Rusia cayó increíblemente en tiempos de paz de los 70 a los 64 años) y económica que supuso para el pueblo ruso. Transición que está en el rigen de la increíblemente desigual y corrupta estructura económica capitalista que surgió de ella. ¿Puede alguien extrañarse que, ante esa catástrofe, la sociedad rusa aceptase de buen grado una figura autoritaria como la de Vladimir Putin como mal menor y único freno (que no victoria) frente a los excesos y rapiñas de los oligarcas y corruptos políticos que Occidente creó y permitió que esquilmaran a la sociedad rusa? Sí: así como suena. Es decir, ¿cuánto de lo malo en el comportamiento ruso no es en último extremo fruto y culpa de los tejemanejes en Rusia de los EE.UU. en aquella "transición"?
Pero todo todo lo anterior, todos los argumentos y contraargumentos, son variaciones desde uno y otro lado de lo que se conoce como fariseísmo moral, el descarado uso de la moral como argumento para tener razón. Un fariseo moral es aquel que "razona" así: como soy mejor éticamente que tú, tengo por ello razón en cualquier disputa. Y, claro está, ante los farisaicos "argumentos" occidentales no es nada extraño que Rusia responda con "argumentos" del mismo tenor. En cualquier caso, el ya acendrado fariseísmo moral europeo y occidental en general (usado también en demasía el caso de la cuestión de Venezuela, por cierto) impide una lúcida interpretación de los hechos.
Que en el caso ruso se traducen en que el rechazo y enfrentamiento radical con Rusia por parte de la Unión Europea, vedándola su paulatina "incorporación" al mundo occidental, está teniendo el resultado previsible de echar a Rusia en brazos de China, en los brazos de la potencia económica y militar ascendente, en unos brazos en que Rusia nunca hubiera querido o quería estar: recuérdese que ya en época soviética hubo enfrentamientos militares entre ambos estados comunistas por problemas de fronteras en Siberia.
Y, por supuesto, China está más que deseosa de que la Unión Europea le deje para ella sola el gigantesco regalo de "ayudar" a Rusia a sortear las sanciones que Occidente le ha impuesto y de paso la ayude a desarrollar su enorme "Far East". Pues no lo olvidemos, el gran pastel de este siglo XIX es Siberia. La última gran región de la Tierra por "desarrollar", cuyos recursos mineros de todo tipo, "gracias" al inevitable cambio climático van a estar por fin accesibles. Recuérdese que el cambio climático hará también que muy pronto el Ártico ruso sea una vía de comunicación para el tráfico marítimo alternativa al canal de Suez. Y es que, no hay que olvidar que con el cambio climático, y contra lo que sostienen los ecologistas, no todo el mundo pierde: hay sus perdedores y también sus ganadores, entre los que se encuentra sin la menor duda Rusia.
China, más que consciente de esa realidad ha actuado en consecuencia y por ello no es nada extraño que las famosas sanciones de EE.UU. y de la UE contra Rusia hayan tenido tan escaso efecto económico. Incluso la última arma de esta estrategia sancionadora, la amenaza de desconexión de la economía y sistema bancario ruso del sistema de pagos SWIFT controlado fundamentalmente por EE.UU. ya que el 80% de las transacciones internacionales se hace en dólares y ha de pasar electrónicamente de forma obligada por Nueva York, en donde en consecuencia puede obstaculizarse si EE.UU. así lo quiere, ya no tendría hoy el efecto disuasorio que antes tenía dado que Rusia, China y otros países disponen de un sistema de pagos alternativo.
La posición de la UE es además de lo más incomprensible cuando se tiene en cuenta además que, con el desarrollo de la alianza de Rusia con China, ha perdido frente a Rusia su privilegiada posición monopsonística de su producción energética, por lo que el jugueteo con el Nord-Stream 2 no suena muy "lógico": con las cosas de comer o de calentar la comida, no se debiera jugar. Y en cuanto a la fiabilidad de EE.UU. en esta santa y democrática alianza contra Rusia, quienes "dirigen" la UE debieran de tener en cuenta de que, a la larga o a la corta, es poco segura.Que los EE.UU. son en esto poco fiables.
Y es que no sólo la industria norteamericana de la construcción y de la energía, a la que representaba Donald Trump, estuvo, está y seguirá estando más que deseosa de participar en el pastel siberiano, por lo que un cambio en la Casa Blanca perfectamente previsible en favor de sus intereses económicos haría cambiar la posición norteamericana, sino que dado que el más que claro objetivo estratégico ya a corto plazo es para los EE.UU. afrontar el problema que le supone el imparable ascenso económico, militar y geopolítico chino, cabe cuestionarse que ante esta situación de Trampa de Tucídides en la que los EE.UU. están ya más que metidos tengan el más mínimo interés en que Rusia acabe al final situándose cómodamente en brazos de China. Por lo que no es absurdo pensar que, al final, EE.UU. se abra a Rusia o al menos se ponga de perfil frente a ella y que, en consecuencia, la UE se acabe quedando sola y escaldada en su empecinamiento en aceptar la realidad de que Rusia, tal y como es, con Putin o sin él, está ahí al lado para quedarse, y que a los europeos nos interesa y mucho llevarnos bien con ella y seguir seduciéndola como lo llevamos haciendo desde hace siglos. Sí, ejerciendo sobre ella eso que se llama "soft-power".
Uno de esos fenómenos que no entiendo por más que se empeñen en explicármelo "los que saben", o sea, periodistas, opinadores y demás "expertos" en geopolítica y geoeconomía, es la -digamos que- nada cordial relación que todavía mantiene la Unión Europea con Rusia, y si digo "todavía" es porque tras la caída del régimen soviético, podría haberse esperado un decrecimiento radical en esa animosidad.
Sí, cierto que Rusia no es una democracia como las del occidente europeo. Rusia es lo que ahora se denomina una democracia "iliberal", o sea, una donde si bien hay elecciones libres (o al menos casi tan libres como en las democracias occidentales), ocurre sin embargo que la independencia del poder judicial y el respeto del poder ejecutivo a los derechos de las minorías incluidos los disidentes dista de estar garantizado.
Pero en esto de la calidad democrática hay una enorme variedad de gradaciones cualitativas. Y ponerse en plan "pureta" queda bien en televisión, pero me da que no es demasiado útil. Y además, está el problema de las miserias democráticas "propias". Por ejemplo, yo creía que la democracia norteamericana estaba de salida por encima cualitativamente de la española por razones de trayectoria histórica, hasta que "me he ido cayendo del guindo" progresivamente tras conocer cosas como la siguiente que leí en una entrevista que le hicieron al gran Jared Diamond -el autor de Armas, gérmenes y acero y de Colapso entre otras grandes obras. Comparando el sistema de voto español con el norteamericano, decía:" Pues en Estados Unidos nos tenemos que registrar para votar, convencer a las autoridades de que mereces el derecho a votar. Por ejemplo, el gobierno central del estado de Alabama es republicano. Alabama tiene mucha población afroamericana que seguramente votaría demócrata. Pues bien, para evitar que voten, el gobierno de Alabama obliga que para votar haya que identificarse con el pasaporte o el carné de conducir. Pero muchos afroamericanos no lo tienen. Y para asegurarse de que no votan, Alabama llega hasta cerrar las oficinas que expiden esos carnés. Hubo una demanda contra el estado de Alabama por la que se exigía abrir esas oficinas. Alabama obedeció y abrió esas oficinas... ¡un día al mes!". Y, por supuesto, la calidad democrática de países como Filipinas, Arabia Saudí, Turquía e Israel, por poner algunos de los muchos ejemplos posibles con los que la UE tiene relaciones cordiales es más que cuestionable. Item mas, en algunos países de la UE como Polonia o Hungría la democracia liberal goza hoy de demasiada buena salud. Y no es que no tenga salud, sino que está muerta del todo en países como Arabia Saudí o China con los que, sin embargo, la UE no tiene el menor empacho en relacionarse afectuosamente.
Cierto también que los "modos" rusos en relaciones internacionales tienden a ser -digamos que- muy groseros. Ahora bien, tampoco nunca lo han dejado de ser los de ese paradigma de la democracia y la libertad,. los EE.UU., cuyos servicios secretos tienen una larguísima historia de antidemocráticas, groseras y deshonestas intervenciones en decenas de países desde siempre. Incluyendo, por ejemplo, la guerra sucia de su "intervención" en España, que incluyó el primer uso moderno de una campaña mediática en contra de nuestro país por parte de la prensa democrática del "Ciudadano Kane", William Randolph Hearst, en que acusaba a nuestro país de lo mismo que hoy -¡vaya, qué curioso!- se acusa en la prensa norteamericana a Rusia. Sí, EE.UU. intervino en España, pues Cuba y Filipinas entonces eran España, allá por 1898. Y lo que se sabe de la ristra de golpes de estado, actividades ilegales, defensa de dictadores en Latinoamérica y en Asia, contrainsurgencia y demás intervenciones ilegales de los EE.UU me da que deja en mantillas a la de los rusos. Y no es nada extraño: es lo que siempre han hecho y me temo que harán los hegemones, los poderes imperiales en sus "zonas de influencia" . Y EE.UU. lleva siendo el hegemon del mundo desde finales de la II Guerra Mundial.
Y, por supuesto, tampoco los ingleses y los franceses, en la medida de sus posibilidades, se han quedado mancos en esto de meterse groseramente donde creen que sus intereses están comprometidos. Los más viejos aún recordamos cómo se las gastaba François Mitterrand, todo un socialista, con las buenas y pacíficas gentes de Greenpeace, cómo no tuvo inconveniente en hacer que sus servicios secretos pusiesen una bomba en 1985 a su buque insignia, el Rainbow Warrior, echándolo a pique a la vez que provocaba la muerte de un ecologista: Fernando Pereira.
Para qué nos vamos a engañar: en el fondo de las relaciones internacionales sigue dominando y dominará mucho tiempo, quizás siempre, el espíritu del vejo Niccola Maquiavelo, por lo que "acusar" a Rusia de maquiavélica es -¿cómo calificarlo?- un poco infantil. Y, además, "huele" a propaganda descarada. Hay ejemplos de esto último singularmente chuscos, como cuando se critica la existencia de mercenarios rusos (el famoso "grupo Wagner") y su despliegue pagado (recuérdese que sus "acciones" no son gratuitas, que son mercenarios) en zonas del Sahel por su más que probable conexión con el Kremlin. Alucinante. Sencillamente. ¿Nada tienen que decir quienes se indignan por ello de la empresa de mercenarios más importante del mundo, Blackwater, cuya relación con el gobierno norteamericano es total y de sobra conocida? Y, por acabar con esto de la "mala educación" de Rusia en las relaciones internacionales no puedo sino señalar con el dedo ineducadamente a los EE.UU. que tienen por costumbre no respetar la "palabra dada", o sea los tratados internacionales que han firmado, cuando les viene bien (como lo muestran los ejemplos del tratado ABM con Rusia del que Bush se desentendió en 2002, el Acuerdo de París sobre el cambio climático y el que tenían con Irán, de los que Trump hizo lo mismo), y por supuesto, como es de sobra conocido EE.UU. tampoco acepta ninguna autoridad legal sobre nada norteamericano por parte de ninguna instancia judicial internacional. Con ellos la legislación internacional nada cuenta. Así de simple.
Y a este respecto, nadie duda del escaso o nulo respeto hacia los derechos humanos de los servicios secretos rusos. Los envenenamientos de algunos disidentes (creo recordar que dos) son clara muestra de ello. Pero no hay que olvidar aquí el increíble caso de Guantánamo donde miles de seres humanos secuestrados ilegalmente por los EE.UU. y trasladados allí llevan años en una suerte de "agujero negro" legal sin haber sido nunca acusados ni juzgados ni condenados ante ningún tribunal, ni siquiera uno norteamericano. Ni en los peores momentos de su existencia la Inquisición se atrevió a tanto.
Cierto, por supuesto también, que está "lo de Ucrania". Un asunto endiabladamente complejo. Por un lado, está la cuestión de Crimea, un territorio históricamente ruso cuya transferencia de Rusia a a Ucrania fue una decisión tomada dentro de un estado de que ambas formaban parte, la URSS, que Rusia rechazó tras su disolución. Un territorio, además, cuyos habitantes parecen decantarse por no querer ser de Ucrania. Por otro lado, está la cuestión del Donbás, las regiones orientales de Ucrania cuya población es mayoritariamente prorusa. Nadie tiene la menor duda que nunca Rusia "devolverá" lo que siempre ha sentido como suyo, Crimea. Y también todo el mundo sabe que lo que Rusia desea es que Ucrania sea una "buffer zone", o sea, un "estado colchón" que ponga un espacio neutral entre ella y la OTAN, la alianza militar de países que se definen sólo y exclusivamente por ser enemigas de Rusia.
Como es bien sabido, Rusia siempre ha pensado que la incorporación de Polonia, los estados bálticos, Hungría Chequia, Eslovaquia, Rumanía Bulgaria a la OTAN fue una traición a un pacto implícito que la URSS tenía con EE.UU. que posibilitó la desaparición pacífica del Pacto de Varsovia y que suponía que ninguno de esos países se adscribiera formalmente a la OTAN. En consecuencia, es perfectamente previsible que si Ucrania entrara a formar parte de la OTAN, Rusia apoyaría hasta el final el separatismo de la zona del Donbás.
Pero, por otro lado, y como contraponiendose a tanto alejamiento, está el hecho de que históricamente, Rusia siempre ha mirado hacia Occidente. Ha querido que se l aceptara dentro de él, que no se le forzara por exclusión a tener caer en el mundo asiática del que no se siente partícipe. Desde los tiempos de Catalina la Grande y Pedro I, las elites rusas han tratado de conducir a su país en la senda de acercarse a las formas y modos características de los países occidentales. Incluso puede considerarse que Lenin, en la medida que seguidor de la obra de Marx, un alemán formado en París y Londres, no quería sino acelerar ese movimiento.
Y aquí, como una pieza más de esa tradicional seducción de Occidente para Rusia debiera recordarse que la catastrófica "transición del socialismo al capitalismo" que empezó con la caída de la URSS fue teledirigida desde Occidente, concretamente por un conjunto de economistas neoliberales norteamericanos (entre los que hay que señalar con oprobio a Jeffrey Sachs y Andrei Shleifer), famosos por su ineptitud y acusados de corrupción en el desempeño de sus tareas. Para Rusia, esa transición no fue nada pacífica o indolora. Todo lo contrario, fue equivalente a perder una guerra en términos de la catástrofe demográfica (en sólo cinco años, de 1989 a 1994, la esperanza de vida en Rusia cayó increíblemente en tiempos de paz de los 70 a los 64 años) y económica que supuso para el pueblo ruso. Transición que está en el rigen de la increíblemente desigual y corrupta estructura económica capitalista que surgió de ella. ¿Puede alguien extrañarse que, ante esa catástrofe, la sociedad rusa aceptase de buen grado una figura autoritaria como la de Vladimir Putin como mal menor y único freno (que no victoria) frente a los excesos y rapiñas de los oligarcas y corruptos políticos que Occidente creó y permitió que esquilmaran a la sociedad rusa? Sí: así como suena. Es decir, ¿cuánto de lo malo en el comportamiento ruso no es en último extremo fruto y culpa de los tejemanejes en Rusia de los EE.UU. en aquella "transición"?
Pero todo todo lo anterior, todos los argumentos y contraargumentos, son variaciones desde uno y otro lado de lo que se conoce como fariseísmo moral, el descarado uso de la moral como argumento para tener razón. Un fariseo moral es aquel que "razona" así: como soy mejor éticamente que tú, tengo por ello razón en cualquier disputa. Y, claro está, ante los farisaicos "argumentos" occidentales no es nada extraño que Rusia responda con "argumentos" del mismo tenor. En cualquier caso, el ya acendrado fariseísmo moral europeo y occidental en general (usado también en demasía el caso de la cuestión de Venezuela, por cierto) impide una lúcida interpretación de los hechos.
Que en el caso ruso se traducen en que el rechazo y enfrentamiento radical con Rusia por parte de la Unión Europea, vedándola su paulatina "incorporación" al mundo occidental, está teniendo el resultado previsible de echar a Rusia en brazos de China, en los brazos de la potencia económica y militar ascendente, en unos brazos en que Rusia nunca hubiera querido o quería estar: recuérdese que ya en época soviética hubo enfrentamientos militares entre ambos estados comunistas por problemas de fronteras en Siberia.
Y, por supuesto, China está más que deseosa de que la Unión Europea le deje para ella sola el gigantesco regalo de "ayudar" a Rusia a sortear las sanciones que Occidente le ha impuesto y de paso la ayude a desarrollar su enorme "Far East". Pues no lo olvidemos, el gran pastel de este siglo XIX es Siberia. La última gran región de la Tierra por "desarrollar", cuyos recursos mineros de todo tipo, "gracias" al inevitable cambio climático van a estar por fin accesibles. Recuérdese que el cambio climático hará también que muy pronto el Ártico ruso sea una vía de comunicación para el tráfico marítimo alternativa al canal de Suez. Y es que, no hay que olvidar que con el cambio climático, y contra lo que sostienen los ecologistas, no todo el mundo pierde: hay sus perdedores y también sus ganadores, entre los que se encuentra sin la menor duda Rusia.
China, más que consciente de esa realidad ha actuado en consecuencia y por ello no es nada extraño que las famosas sanciones de EE.UU. y de la UE contra Rusia hayan tenido tan escaso efecto económico. Incluso la última arma de esta estrategia sancionadora, la amenaza de desconexión de la economía y sistema bancario ruso del sistema de pagos SWIFT controlado fundamentalmente por EE.UU. ya que el 80% de las transacciones internacionales se hace en dólares y ha de pasar electrónicamente de forma obligada por Nueva York, en donde en consecuencia puede obstaculizarse si EE.UU. así lo quiere, ya no tendría hoy el efecto disuasorio que antes tenía dado que Rusia, China y otros países disponen de un sistema de pagos alternativo.
La posición de la UE es además de lo más incomprensible cuando se tiene en cuenta además que, con el desarrollo de la alianza de Rusia con China, ha perdido frente a Rusia su privilegiada posición monopsonística de su producción energética, por lo que el jugueteo con el Nord-Stream 2 no suena muy "lógico": con las cosas de comer o de calentar la comida, no se debiera jugar. Y en cuanto a la fiabilidad de EE.UU. en esta santa y democrática alianza contra Rusia, quienes "dirigen" la UE debieran de tener en cuenta de que, a la larga o a la corta, es poco segura.Que los EE.UU. son en esto poco fiables.
Y es que no sólo la industria norteamericana de la construcción y de la energía, a la que representaba Donald Trump, estuvo, está y seguirá estando más que deseosa de participar en el pastel siberiano, por lo que un cambio en la Casa Blanca perfectamente previsible en favor de sus intereses económicos haría cambiar la posición norteamericana, sino que dado que el más que claro objetivo estratégico ya a corto plazo es para los EE.UU. afrontar el problema que le supone el imparable ascenso económico, militar y geopolítico chino, cabe cuestionarse que ante esta situación de Trampa de Tucídides en la que los EE.UU. están ya más que metidos tengan el más mínimo interés en que Rusia acabe al final situándose cómodamente en brazos de China. Por lo que no es absurdo pensar que, al final, EE.UU. se abra a Rusia o al menos se ponga de perfil frente a ella y que, en consecuencia, la UE se acabe quedando sola y escaldada en su empecinamiento en aceptar la realidad de que Rusia, tal y como es, con Putin o sin él, está ahí al lado para quedarse, y que a los europeos nos interesa y mucho llevarnos bien con ella y seguir seduciéndola como lo llevamos haciendo desde hace siglos. Sí, ejerciendo sobre ella eso que se llama "soft-power".