FERNANDO ESTEVE MORA
Llamamos genios a quienes nos ayudan a entender -y no sólo explicar- las cosas de este cambiante mundo. Normalmente el trabajo de genio es arduo, pues como bien señaló Keynes, antes de ofrecer una nueva y más certera interpretación del mundo -lo que ya es difícil- lo es todavía mucho más el desprenderse de las otrora geniales interpretaciones previas, ahora desfasadas, que -como garrapatas intelectuales- se agarran en nuestras mentes de forma tal que ni aún para los genios, extirparlas o quitárselas es tarea fácil sino más que difícil, desgarradora. No es por ello nada extraño que las obras de los genios resulten duras, áridas, de doloroso entendimiento y asimilación. Y, por supuesto, lo más normal es que resulten de salida incomprendidas cuando no vilipendiadas y sujetas a ridículo y burla. Sencillamente, no es nada sencillo quitarse la garrapatas de las ideas inservibles.
Por eso es de destacar cuando un genio nos ofrece una idea nueva y genial pero ligera, grácil, de asimilación fácil, inmediata, suave. Carlo Maria Cipolla, un reputado historiador económico, fue por ello un genio genial cuando en 1988 nos regaló un brevísimo opúsculo intitulado Las Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana. Basta con leerlo una sola vez, y el hacerlo no lleva por cierto más de media hora, para que a uno le cambie para siempre la forma de ver y entender el mundo y sus gentes. ¿No es eso el paradigma de la genialidad?
En su escrito, Cipolla clasifica el entero espectro de comportamientos humanos en cuatro grandes y excluyentes tipos: el comportamiento INCAUTO, el INTELIGENTE, el MALVADO y, finalmente, el ESTÚPIDO. Si un agente A se comporta de forma tal que obtiene del mismo un beneficio a la vez que también reporta un beneficio a otro agente B ajeno a él, ese comportamiento es un comportamiento INTELIGENTE. Si el comportamiento de A le produce una pérdida a la vez que a B le llueve un beneficio, el comportamiento de A es el de un INCAUTO. Si, por contra, el comportamiento de A le produce a él un beneficio y a B un daño, A es un MALVADO. Y, finalmente, si a consecuencia de su comportamiento B se lleva una pérdida pero A nada saca a cambio, o incluso también se lleva una pérdida, entonces A es sin duda un ESTÚPIDO.
Cipolla, en su breve estudio estudia con detalle ese comportamiento estúpido, analiza y clasifica sus tipos y da pistas acerca de su relevancia y distribución. Repetir aquí su análisis sería no sólo redundante sino, en cierta medida, estúpido. No, perdón. Incauto. Más vale que el lector se vaya al texto de Cipolla: leerlo no lleva más de 20 minutos
El breve análisis de Cipolla parte de un supuesto básico: que nada liga a A con B. O sea, que A es NEUTRAL respecto a B, o lo que es lo mismo que A es un egoísta moral. Vamos, que a A le da igual que B resulte perjudicado o beneficiado a resultas de su comportamiento.
Pero, obviamente, el análisis de Cipolla se puede completar para las situaciones en que A no es neutral con respecto a B. O sea, para las situaciones en que A quiere o estima a B, y para las opuestas situaciones en que A siente animadversión hacia B, lo cual es lo esperable en caso de que A y B estén en conflicto.
Veamos cómo podemos clasificar y definir los comportamientos de A en caso de que A tenga animadversión hacia B. Pues bien, en tal caso, un comportamiento de A es INTELIGENTE si como resultado del mismo A obtiene un beneficio y B sale perjudicado, pues ello le da a A una ventaja en el conflicto que les enfrenta. Si como resultado de su propio comportamiento A sale beneficiado, pero también lo sale B, entonces es que ese comportamiento de A puede calificarse de INCAUTO. Por contra, el comportamiento de A sería MALVADO si A se causa un mal a sí mismo para causarle un mal a B. Y, finalmente, A sería un ESTÚPIDO de tomo y lomo si causándose un mal a sí mismo acabara beneficiando a su rival, a B.
Y bien, ¿de qué me ha servido recordar estos tiempos el texto de Cipolla y sus extensiones? Pues me ha servido para entender a la primera que TODOS los líderes europeos, todos todos, son irremediablemente estúpidos cipollaianos de marca mayor. Que ¿por qué? Pues muy sencillo, porque pretendiendo perjudicar a Rusia han acabado perjudicando a las naciones que lideran tanto que incluso, el colmo de la estupidez, su estupidez es absoluta pues hoy por hoy casi cabe por concluir que Rusia ha salido claramente beneficiada de las sanciones que contra ella esas élites europeas han instrumentado.
A nadie le debería extrañar que echar política, económica, militar y culturalmente a Rusia, un vecino de Europa, con todos sus recursos, en manos de China, India e Irán no es precisamente la geopolítica más inteligente que un líder de Europa Occidental debiera perseguir. La energía es la sangre de la economía, y enfrentarse con un país al que le sobra para exportarla es sencillamente de incompetentes. Tampoco tiene sentido el enfrentase , ante el riesgo claro para Europa del cambio climático, a un país al que -por contra- le beneficia: ¿cómo se va a pedirle en estos tiempos a Rusia que controle sus emisiones de efecto invernadero? Entretanto, la balanza por cuenta corriente rusa tiene un superávit histórico, y la inflación rusa disminuye. Para un país en guerra, la caída esperada en su PIB se ha ido reduciendo. A la vez, y en la medida de sus posibilidades, Rusia está metida en un proceso de renovación tecnológica y sustitución de importaciones facilitado por su total olvido del respeto a la propiedad intelectual de los países occidentales.. Por otro lado, las posibilidades de que Ucrania recupere el Donbass y Crimea son -salvo para Zelenski, a quien parece habérsele ido la cabeza- infinitesimales. Y, last but not least, la respuesta del pueblo ruso ante las sanciones y la rusofobia instrumentada casi unánimemente por los medios de opinión occidentales ha sido la que cualquiera no mediatizado por el "pensamiento deseante" ("wishful thinking") podría haber anticipado: cerrar filas en torno a Putin. O sea, exactamente lo contrario a lo buscado.
A la vez, la inflación, la recesión y la incertidumbre se están extendiendo como mancha de aceite por Europa. Quizás sea un signo de los tiempos en que por la noche, la iluminada Europa se vaya apagando. Y ya las élites , por boca de uno de los suyos, Emmanuel Macron, lo ha reconocido: el tiempo de la abundancia para los europeos ha acabado. Pero...¡serán estúpidos!
(Y si califico sólo a las élites europeas como estúpidas y no a los pueblos de Europa, lo hago a conciencia, pues no tengo nada claro que en este asunto de las sanciones a Rusia los pueblos de Europa piensen lo mismo que sus dirigentes. No lo podemos saber a ciencia cierta a tenor del más que conocido "déficit democrático" que afecta a todas las instituciones europeas, pero algunas señales me dan a entender que ellos mismos -los líderes europeos- no tienen nada claro que sus pueblos les sigan en ese su estúpido comportamiento pese a toda la increíble unanimidad desinformadora de los medios de comunicación occidentales sobre el conflicto asociado a la invasión rusa de Ucrania. Están por ejemplo por verse manifestaciones multitudinarias en las grandes ciudades europeas contra Rusia, y me da la impresión -puedo estar equivocado- que si esos líderes no las convocan es porque se temen lo peor: que sólo vayan los suyos, los "muy cafeteros")
Llamamos genios a quienes nos ayudan a entender -y no sólo explicar- las cosas de este cambiante mundo. Normalmente el trabajo de genio es arduo, pues como bien señaló Keynes, antes de ofrecer una nueva y más certera interpretación del mundo -lo que ya es difícil- lo es todavía mucho más el desprenderse de las otrora geniales interpretaciones previas, ahora desfasadas, que -como garrapatas intelectuales- se agarran en nuestras mentes de forma tal que ni aún para los genios, extirparlas o quitárselas es tarea fácil sino más que difícil, desgarradora. No es por ello nada extraño que las obras de los genios resulten duras, áridas, de doloroso entendimiento y asimilación. Y, por supuesto, lo más normal es que resulten de salida incomprendidas cuando no vilipendiadas y sujetas a ridículo y burla. Sencillamente, no es nada sencillo quitarse la garrapatas de las ideas inservibles.
Por eso es de destacar cuando un genio nos ofrece una idea nueva y genial pero ligera, grácil, de asimilación fácil, inmediata, suave. Carlo Maria Cipolla, un reputado historiador económico, fue por ello un genio genial cuando en 1988 nos regaló un brevísimo opúsculo intitulado Las Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana. Basta con leerlo una sola vez, y el hacerlo no lleva por cierto más de media hora, para que a uno le cambie para siempre la forma de ver y entender el mundo y sus gentes. ¿No es eso el paradigma de la genialidad?
En su escrito, Cipolla clasifica el entero espectro de comportamientos humanos en cuatro grandes y excluyentes tipos: el comportamiento INCAUTO, el INTELIGENTE, el MALVADO y, finalmente, el ESTÚPIDO. Si un agente A se comporta de forma tal que obtiene del mismo un beneficio a la vez que también reporta un beneficio a otro agente B ajeno a él, ese comportamiento es un comportamiento INTELIGENTE. Si el comportamiento de A le produce una pérdida a la vez que a B le llueve un beneficio, el comportamiento de A es el de un INCAUTO. Si, por contra, el comportamiento de A le produce a él un beneficio y a B un daño, A es un MALVADO. Y, finalmente, si a consecuencia de su comportamiento B se lleva una pérdida pero A nada saca a cambio, o incluso también se lleva una pérdida, entonces A es sin duda un ESTÚPIDO.
Cipolla, en su breve estudio estudia con detalle ese comportamiento estúpido, analiza y clasifica sus tipos y da pistas acerca de su relevancia y distribución. Repetir aquí su análisis sería no sólo redundante sino, en cierta medida, estúpido. No, perdón. Incauto. Más vale que el lector se vaya al texto de Cipolla: leerlo no lleva más de 20 minutos
El breve análisis de Cipolla parte de un supuesto básico: que nada liga a A con B. O sea, que A es NEUTRAL respecto a B, o lo que es lo mismo que A es un egoísta moral. Vamos, que a A le da igual que B resulte perjudicado o beneficiado a resultas de su comportamiento.
Pero, obviamente, el análisis de Cipolla se puede completar para las situaciones en que A no es neutral con respecto a B. O sea, para las situaciones en que A quiere o estima a B, y para las opuestas situaciones en que A siente animadversión hacia B, lo cual es lo esperable en caso de que A y B estén en conflicto.
Veamos cómo podemos clasificar y definir los comportamientos de A en caso de que A tenga animadversión hacia B. Pues bien, en tal caso, un comportamiento de A es INTELIGENTE si como resultado del mismo A obtiene un beneficio y B sale perjudicado, pues ello le da a A una ventaja en el conflicto que les enfrenta. Si como resultado de su propio comportamiento A sale beneficiado, pero también lo sale B, entonces es que ese comportamiento de A puede calificarse de INCAUTO. Por contra, el comportamiento de A sería MALVADO si A se causa un mal a sí mismo para causarle un mal a B. Y, finalmente, A sería un ESTÚPIDO de tomo y lomo si causándose un mal a sí mismo acabara beneficiando a su rival, a B.
Y bien, ¿de qué me ha servido recordar estos tiempos el texto de Cipolla y sus extensiones? Pues me ha servido para entender a la primera que TODOS los líderes europeos, todos todos, son irremediablemente estúpidos cipollaianos de marca mayor. Que ¿por qué? Pues muy sencillo, porque pretendiendo perjudicar a Rusia han acabado perjudicando a las naciones que lideran tanto que incluso, el colmo de la estupidez, su estupidez es absoluta pues hoy por hoy casi cabe por concluir que Rusia ha salido claramente beneficiada de las sanciones que contra ella esas élites europeas han instrumentado.
A nadie le debería extrañar que echar política, económica, militar y culturalmente a Rusia, un vecino de Europa, con todos sus recursos, en manos de China, India e Irán no es precisamente la geopolítica más inteligente que un líder de Europa Occidental debiera perseguir. La energía es la sangre de la economía, y enfrentarse con un país al que le sobra para exportarla es sencillamente de incompetentes. Tampoco tiene sentido el enfrentase , ante el riesgo claro para Europa del cambio climático, a un país al que -por contra- le beneficia: ¿cómo se va a pedirle en estos tiempos a Rusia que controle sus emisiones de efecto invernadero? Entretanto, la balanza por cuenta corriente rusa tiene un superávit histórico, y la inflación rusa disminuye. Para un país en guerra, la caída esperada en su PIB se ha ido reduciendo. A la vez, y en la medida de sus posibilidades, Rusia está metida en un proceso de renovación tecnológica y sustitución de importaciones facilitado por su total olvido del respeto a la propiedad intelectual de los países occidentales.. Por otro lado, las posibilidades de que Ucrania recupere el Donbass y Crimea son -salvo para Zelenski, a quien parece habérsele ido la cabeza- infinitesimales. Y, last but not least, la respuesta del pueblo ruso ante las sanciones y la rusofobia instrumentada casi unánimemente por los medios de opinión occidentales ha sido la que cualquiera no mediatizado por el "pensamiento deseante" ("wishful thinking") podría haber anticipado: cerrar filas en torno a Putin. O sea, exactamente lo contrario a lo buscado.
A la vez, la inflación, la recesión y la incertidumbre se están extendiendo como mancha de aceite por Europa. Quizás sea un signo de los tiempos en que por la noche, la iluminada Europa se vaya apagando. Y ya las élites , por boca de uno de los suyos, Emmanuel Macron, lo ha reconocido: el tiempo de la abundancia para los europeos ha acabado. Pero...¡serán estúpidos!
(Y si califico sólo a las élites europeas como estúpidas y no a los pueblos de Europa, lo hago a conciencia, pues no tengo nada claro que en este asunto de las sanciones a Rusia los pueblos de Europa piensen lo mismo que sus dirigentes. No lo podemos saber a ciencia cierta a tenor del más que conocido "déficit democrático" que afecta a todas las instituciones europeas, pero algunas señales me dan a entender que ellos mismos -los líderes europeos- no tienen nada claro que sus pueblos les sigan en ese su estúpido comportamiento pese a toda la increíble unanimidad desinformadora de los medios de comunicación occidentales sobre el conflicto asociado a la invasión rusa de Ucrania. Están por ejemplo por verse manifestaciones multitudinarias en las grandes ciudades europeas contra Rusia, y me da la impresión -puedo estar equivocado- que si esos líderes no las convocan es porque se temen lo peor: que sólo vayan los suyos, los "muy cafeteros")